VII. VIAJE DE LA COMISIÓN MEXICANA A JAPÓN PARA LA OBSERVACIÓN DEL TRÁNSITO DE VENUS DE 1874

M. A. MORENO C.

ANTECEDENTES

DESDE QUE Copérnico (1473-1543) presentó su revolucionario trabajo acerca de nuestro Sistema Solar, las distancias relativas entre los diferentes constituyentes de éste entonces conocidos estaban expresadas en términos de la distancia entre el Sol y la Tierra. Sin embargo, esta distancia absoluta (en leguas, kilómetros o cualquier otra unidad de medida) no era conocida no siendo posible obtenerla sólo a partir de cálculos teóricos por lo que se hizo necesario determinarla mediante algún método de observación.

En 1716, Halley (1656-1742), renombrado astrónomo inglés, propuso un método relativamente simple para determinar indirectamente la distancia absoluta entre el Sol y nuestro planeta. El método desarrollado para aplicarse durante las observaciones que se realizarían de los tránsitos de Venus por el disco solar en los años de 1761 y 1769 proponía llevar a cabo mediciones muy exactas, por al menos dos astrónomos localizados en diferentes partes de la Tierra, del tiempo que Venus tardaría en cruzar frente al disco solar en su viaje de Oeste a Este.

Por estar ubicados en lugares diferentes de nuestro planeta, los observadores del tránsito verían que Venus cruzaba el brillante disco solar a lo largo de trayectorias ligeramente distintas, por lo que el tiempo medido por cada uno de ellos sería algo diferente del medido por otro observador localizado en algún otro sitio de la Tierra. La relación entre esas diferencias de tiempo y las posiciones exactas de los lugares de observación permitiría conocer la llamada paralaje solar, cantidad angular muy pequeña que se define como el ángulo bajo el que un observador hipotético, situado en el centro del Sol, vería el semidiámetro (radio) de la Tierra. Conocida la paralaje solar y mediante el uso de relaciones trigonométricas simples, se puede encontrar el valor absoluto de la distancia Sol-Tierra.

La ocurrencia de los tránsitos de Venus por el disco solar sucede de acuerdo a un patrón temporal muy peculiar: dos tránsitos consecutivos ocurren separados por casi exactamente ocho años, y ambos ocurrirán en junio o en diciembre. Después de haber sucedido éstos, pasará más de un siglo antes de que vuelva a realizarse otro de estos pasajes. A continuación se dan las fechas en que han ocurrido los últimos cuatro pasos de Venus: 6 de junio de 1761, 3 de junio de 1769, 9 de diciembre de 1874 y 6 de diciembre de 1882. Los próximos cuatro ocurrirán el 8 de junio de 2004, el 6 de junio de 2012, el 11 de diciembre de 2117 y el 8 de diciembre de 2175.

Venus es uno de los llamados planetas interiores porque la órbita que describe alrededor del Sol tiene un radio menor a la que la Tierra cubre en su recorrido anual alrededor de la misma estrella. Por esta razón, desde nuestro planeta pueden verse las llamadas conjunciones de Venus, esto es, observamos a este planeta en la misma dirección que al Sol. La conjunción se conoce como superior cuando Venus se encuentra en la parte opuesta de su órbita respecto de nosotros, o sea, más allá del Sol, y será inferior cuando esté entre el Sol y la Tierra.

Una condición necesaria para que podamos observar un tránsito de Venus es que este planeta se encuentre en conjunción inferior, lo que sucede cada 584 días. En principio debería de verse un tránsito cada año, siete meses y nueve días, pero como el plano de la órbita de Venus y el plano de la órbita terrestre forman un angulo de 3º23', esto no ocurre así.

Los planos que contienen a las órbitas de los dos planetas se intersectan a lo largo de la llamada línea nodal y los puntos donde se cortan dichas órbitas se llaman nodos. La condición indispensable "para que suceda un tránsito es que la conjunción inferior se verifique en las inmediaciones de los nodos; esto ocurre en los meses de junio y diciembre, época en que la Tierra pasa por el plano de la órbita de nuestro vecino, el planeta Venus.

Las dos condiciones arriba explicadas se dan en un lapso de ocho años y después tiene que transcurrir más de un siglo para que vuelvan a ocurrir. Es por ello que los tránsitos de Venus no son fenómenos comunes a una sola generación humana y ésta es también la razón por la cual los astrónomos de los siglos XVIII y XIX hicieron un gran esfuerzo por realizar esas observaciones.

Durante el estudio de los tránsitos sucedidos en 1761 y 1769 se pusieron en práctica las sugerencias hechas por Halley (Díaz Covarrubias, 1882). Discutiendo los datos obtenidos por las diferentes expediciones que observaron esos tránsitos, incluidos los reportados por el abate francés Chappe d'Auteroche y sus compañeros, los españoles Doz y Medina (Cassini, 1772), así como los del novohispano Velázquez de León (Moreno de los Arcos, 1973), instalados en diferentes sitios del sur de la península bajacaliforniana, Encke encontró un valor de la paralaje solar de 8".58 (ocho punto cincuenta y ocho segundos de arco), mientras que Powalky, analizando esta misma información, encontró un valor de 8".86. La diferencia entre estas cantidades proviene del hecho de que para realizar el análisis de los datos proporcionados por los astrónomos, hubo necesidad de uniformarlos y esto se hizo utilizando criterios individuales.

Para tener una idea de lo pequeña que es la cantidad que se obtuvo de las mediciones arriba indicadas, recuérdese que el Sol, el objeto celeste de mayor tamaño angular aparente, tiene un semidiámetro de 960 segundos de arco aproximadamente, lo que es casi 110 veces mayor que la paralaje solar.

Al medir cantidades tan pequeñas, son de enorme importancia los errores que se cometan al efectuar la observación. Un error de apenas una décima de segundo de arco (0".1 a 0".2) es suficiente para ocasionar un error de más de 8 millones de kilómetros en la determinación de la distancia Sol-Tierra. Como en las mediciones realizadas durante el tránsito de 1769 los errores resultantes fueron apreciables, la distancia calculada tenía una gran incertidumbre, por lo que los astrónomos de la segunda mitad del siglo XIX querían llevar a cabo mediciones de gran precisión durante el tránsito que ocurriría en 1874. Para ello contaban con telescopios mejorados tanto en el aspecto mecánico como en la óptica, asimismo, los relojes eran más precisos. Además, por primera vez podrían obtenerse registros permanentes del fenómeno a observar, ya que pocos años antes se incorporaron a la astronomía las entonces recientemente desarrolladas técnicas fotográficas.

Como ya se dijo anteriormente, los astrónomos del siglo XIX dieron una gran importancia a las observaciones de los tránsitos venusinos de 1874 y 1882 ya que querían fijar con exactitud la distancia Sol-Tierra, lo que a su vez les permitiría conocer de manera correcta las dimensiones del Sistema Solar.

Los países "civilizados" de ese entonces prepararon con gran anticipación las expediciones que habrían de ir a la zona (figura 1) desde donde sería visible el fenómeno en el año de 1874. Inglaterra envió expedicionarios a Egipto, Hawaii, Isla Rodríguez, Nueva Zelanda e Isla Desolación. Italia envió astrónomos a la India (al norte de Calcuta); Francia instaló a los suyos en Nagasaki, Pekín, Saigón, Noumea e islas San Pablo y San Mauricio. Alemania distribuyó cinco grupos entre Asia y África. Los campamentos rusos se instalaron en Beobachtugs y la península de Kamtchatka. Estados Unidos envió una expedición que sé ubicó en Kobe, Japón. Finalmente, el gobierno mexicano nombró una comisión que instaló dos campamentos en las afueras de la ciudad japonesa de Yokohama.






Figura 1. La zona oscurecida marca los lugares desde donde fue posible observar completo el paso de Venus ocurrido el 9 de Diciembre de 1874.


LA COMISIÓN MEXICANA

Francisco Díaz Covarrubias (1833-1889), ingeniero geógrafo egresado del Colegio de Minería (1853), fue un educador y científico notable que desde muy joven se dio a conocer por sus investigaciones y trabajos geodésicos y astronómicos, que le permitieron elaborar una Carta Hidrográfica del Valle de México muy completa (Orozco y Berra, 1864), así como determinar con precisión las coordenadas geográficas de la capital de la República y de otras importantes poblaciones del país.

Al triunfo de la causa republicana en 1867, fue nombrado oficial mayor del Ministerio de Fomento por el presidente Juárez. Sin descuidar sus labores oficiales, colaboró estrechamente con Gabino Barreda en la formación del plan de estudios que dio origen a la Escuela Nacional Preparatoria. Como apasionado de la astronomía, es muy posible que debido a su interés por esta ciencia, se incluyera en el plan de estudios preparatorios la cosmografía como una de las primeras materias a estudiar.

Desde su época de estudiante realizó observaciones de los fenómenos astronómicos (L. G. León, 1911) que eran visibles desde nuestro país. De enero a junio de 1863 instaló el primer observatorio astronómico oficial que existió en México, localizado en Chapultepec y del cual fue director. Desgraciadamente, debido a la guerra de intervención que Francia llevó a cabo en contra de nuestro país, este observatorio tuvo que cerrar en junio de 1863 y Díaz Covarrubias se exilió siguiendo de cerca al grupo encabezado por Juárez.

El 11 de abril de 1874, el Sr. Francisco Díaz Covarrubias, presidente anual de la Sociedad Científica Humboldt, presentó ante los miembros de esa organización una ponencia que intituló "Exposición popular del objeto y utilidad de la observación del paso de Venus por el disco del Sol". Este trabajo llamó la atención de varios miembros de esa sociedad, discutiéndose la posibilidad de envíar un grupo de astrónomos mexicanos a realizar las observaciones. Díaz Covarrubias resaltó el hecho de que debido a la hora en que ocurriría el fenómeno astronómico en cuestión, la zona donde sería visible en su totalidad era casi antípoda de nuestro país, lo que dificultaba mucho formar una comisión en tan poco tiempo. Sin embargo, el asunto quedó latente en el ánimo de varias personas.

El 8 de septiembre de 1874, al conmemorarse la defensa del Molino del Rey y del Castillo de Chapultepec, el diputado Juan José Baz le habló del asunto del tránsito de Venus al presidente Sebastián Lerdo de Tejada, éste se entusiasmó y el 11 de ese mismo mes mandó llamar a Díaz Covarrubias para que le informara al respecto (L. G. León, 1911). Este le expuso con toda amplitud lo que ya había dicho en su plática del 11 de abril de ese año. Interrogado por el Presidente sobre si se podría formar una comisión de astrónomos mexicanos que fueran a efectuar la observación, Díaz Covarrubias contestó que en nuestro país había gente capacitada y los instrumentos necesarios; lo que haría falta sería el apoyo económico y, sobre todo, hacer los preparativos inmediatamente, ya que el tiempo era el factor más importante.

Después de esta entrevista, Díaz Covarrubias se dedicó a conseguir informes exactos del camino que podría seguir y del tiempo que tomaría hacerlo. Luego de consultar a las líneas navieras sobre las fechas de salida de sus barcos de puertos mexicanos y de la duración de su travesía, concluyó que si era posible estar en Asia u Oceanía antes del 20 de noviembre, tendría posibilidades de realizar satisfactoriamente las observaciones.






Figura 2. Ruta seguida por los comisionados mexicanos durante su viaje de 1874-1875.


Puesto que los caminos entre la ciudad de México y los puertos del Pacífico mexicano o no existían o eran muy malos, Díaz Covarrubias decidió que lo más seguro era viajar por ferrocarril a Veracruz y de ahí embarcarse con destino a Nueva York. De esta capital partirían por tren, cruzando de este a oeste el territorio de los Estados Unidos, llegando a San Francisco, California, de donde finalmente embarcarían rumbo a Oceanía o China.

Volvió Díaz Covarrubias a entrevistarse con el presidente Lerdo de Tejada, informándole detalladamente del itinerario que había elaborado. Lerdo de Tejada lo aprobó y facultó a Díaz Covarrubias para que formara una comisión que habría de realizar ese viaje y que sería presidida por Díaz Covarrubias mismo. Los miembros de esta comisión fueron: Francisco Díaz Covarrubias, oficial mayor del Ministerio de Fomento y presidente de la comisión; Francisco Jiménez, director del Observatorio Central instalado en lo alto del Palacio Nacional y segundo astrónomo; Manuel Fernández Leal, ingeniero topógrafo y calculista de la comisión; Agustín Barroso, ingeniero calculista y fotógrafo de la comisión, y Francisco Bulnes, cronista de la comisión.

Díaz Covarrubias se dedicó a organizar el trabajo de la comisión y a conseguir los fondos autorizados por el Gobierno para los gastos de ésta. Fernández Leal, Barroso y Bulnes se dedicaron a reunir los instrumentos. El Ministerio de Fomento prestó un telescopio cenital, un barómetro y un teodolito; la Escuela de Minería proporcionó otro telescopio cenital y un cronómetro; del Colegio Militar se obtuvieron otro telescopio y un cronómetro. El equipo restante fue proporcionado por el propio Díaz Covarrubias. Jiménez fue el encargado de desarmar, inventariar y guardar todo ese delicado equipo.






Figura 3. Miembros de la Comisión Astronómica Mexicana. De pie (izq. a der.): Francisco Jiménez, Francisco Díaz Covarrubias y Francisco Bulnes; sentados: Agustín Barroso y Manuel Fernández Leal.


El 18 de septiembre por la mañana, los cinco miembros de la comisión se presentaron en Palacio Nacional a recibir las últimas instrucciones del Presidente. Por la noche partieron hacia Orizaba los señores Díaz Covarrubias, Barroso y Bulnes; al día siguiente se les unieron en esa ciudad los señores Jiménez y Fernández Leal.

La razón por la que fueron a Orizaba en lugar de dirigirse directamente a Veracruz es que en esos días había en el puerto una epidemia de vómito negro y, no queriendo arriesgar un contagio, fueron a Orizaba a esperar noticias del arribo a Veracruz de algún barco que los pudiera llevar a Nueva York.

El 24 de septiembre embarcaron en el vapor francés CaraveIle, que los llevó a La Habana, Cuba, donde atracaron el día 28 de ese mismo mes.

El 30 de septiembre dejan La Habana a bordo del vapor Yazoo, arribando el 5 de octubre a Filadelfia. En esta ciudad se les presentó un problema que por poco hace fracasar el viaje de la comisión. Por haber estado el Yazoo en La Habana, las autoridades sanitarias estadounidenses querían imponer una cuarentena a todos los pasajeros, pues temían un posible contagio de fiebre amarilla. Gracias a los esfuerzos del capitán del Yazoo y del ministro mexicano en Washington, Ignacio Mariscal, los comisionados consiguieron permiso para desembarcar en Filadelfia y proseguir su camino hacia Nueva York. En esa ciudad permanecieron un día, tiempo necesario para recabar información sobre los vapores que salían de San Francisco hacia el Oriente. El 7 de octubre dejan Nueva York y comienzan a cruzar el extenso territorio estadounidense de este a oeste, llegando sin mayor novedad a San Francisco el 14 del mismo mes. Díaz Covarrubias (1876) y Bulnes (1875) narran con gran amenidad sus impresiones de esta parte del viaje en sendos libros.




Figura 4. Portadas de los libros que narran las peripecias e impresiones de los miembros de la Comisión Astronómica Mexicana.

Los comisionados permanecieron en San Francisco cinco días, tiempo que aprovecharon para reorganizarse y pedir informes sobre la comisión estadounidense que meses atrás había partido hacia Japón, lugar donde llevarían a cabo las observaciones del tránsito de Venus.

Barroso aprovechó esos días para adquirir el material fotográfico que trataría de utilizar en la fotografía del tránsito. Compró una cámara que utilizaba placas de vidrio de formato grande y que pensaba adaptar a uno de los telescopios pequeños que llevaban consigo desde México.

El 19 de octubre se embarcaron rumbo a Japón en el vapor Vasco de Gama. Después de una turbulenta travesía, llegaron al puerto de Yokohama el día 9 de noviembre, ¡un mes exacto antes de que se produjera el tránsito que iban a observar!

Durante la travesía, Díaz Covarrubias había decidido establecer las estaciones mexicanas en Japón, por lo que al llegar a Yokohama intentó realizar las gestiones necesarias. Debido a que arribaron a este puerto durante un periodo oficial de festividades públicas, hubo de pasar varios días antes de poder entrar en contacto con los representantes del gobierno japonés.

Durante el tiempo de espera, Díaz Covarrubias contrató a un carpintero chino que entendía algo de inglés. Éste comenzó a construir las instalaciones necesarias para las dos estaciones de observación mexicanas.

Aunque tardó algunos días en contestar, el gobierno japonés dio todo tipo de facilidades a nuestros compatriotas, llegando incluso a instalar un ramal de la línea telegráfica oficial en la estación que ocupó Díaz Covarrubias, y mediante la cual éste pudo intercambiar información con los astrónomos estadounidenses y franceses que se encontraban ya instalados en Kobe y Nagasaki.

La primera estación astronómica mexicana se instaló en una pequeña colina conocida como Bluff. La razón de ello fue que, por estar este promontorio dentro de la zona de libre acceso a los extranjeros, no era necesario obtener autorización especial. Este observatorio quedó terminado el 27 de noviembre, quedando Jiménez a su cargo y como ayudante Fernández Leal (Bulnes, 1875). El instrumento principal de este observatorio fue un telescopio refractor marca Troughton & Simms, con distancia focal de un metro 22 centímetros, lente objetiva de siete centímetros y medio, y el ocular montado sobre un micrómetro de alta precisión.






Figura 5. Observatorio del profesor Jiménez en el Bluff.


El observatorio que ocuparían los señores Díaz Covarrubias, Bulnes y Barroso fue instalado en la colina de Nogue-no-yama, localizada fuera del sector permitido a los extranjeros, razón por la cual el presidente de la Comisión Mexicana tuvo que solicitar permiso especial al gobierno imperial. Al mismo tiempo le solicitó se les permitiera izar la bandera de México en cada uno de los campamentos. La autorización para ambas cosas fue concedida el 25 de noviembre, procediéndose inmediatamente a levantar el edificio que albergaría los instrumentos que esos astrónomos utilizarían.






Figura 6. Observatorio del presidente de la comisión en Nogue-no-yama.

Las dos estaciones astronómicas mexicanas fueron iguales, con la única diferencia de que la de Nogue-no-yama tenía un pequeño cuarto oscuro adjunto. Éste sería utilizado por Barroso para manipular y revelar las placas de coloidón que tomarían durante el tránsito.

El telescopio utilizado para tomar las fotografías fue el que prestó el Colegio Militar. Tenía una distancia focal de 1.25 m y un lente objetivo con diámetro de un decímetro. Fue necesario hacerle una gran cantidad de adaptaciones mecánicas para que pudiera servir al fin que Barroso lo destinó.

EL TRÁNSITO DE VENUS

Los informes que sobre el clima de Yokohama había recibido Díaz Covarrubias indicaban que el cielo estaba generalmente despejado en los meses de noviembre y diciembre; sin embargo, desde el 23 de noviembre al 7 de diciembre el cielo estuvo cubierto por gruesas nubes. En el libro de Bulnes ya citado, se lee:


A las dos de la tarde del 8 de diciembre, las nubes comenzaron a desfilar por el horizonte. A las diez de la noche sólo un nimbus cargado de electricidad esperaba su congé de la acción del viento y a media noche el cielo estaba limpio. El Sr. Díaz estuvo hasta las dos de la mañana, desde esa hora se paseó en el terrado donde se levanta nuestro pabellón, hasta las siete. La faja dorada de un stratus cortaba en ese instante el disco del Sol. No había ninguna otra nube. El éxito de la observación era seguro.



Como un gesto de agradecimiento por las muchas atenciones y facilidades que los mexicanos habían recibido del pueblo y de los funcionarios japoneses, el presidente de la Comisión Mexicana invitó al gobierno japonés para que enviara a algunos estudiantes a su observatorio. El ofrecimiento fue aceptado, presentándose desde varios días antes al evento dos jóvenes de la escuela naval.

El día del tránsito se presentaron gran número de personalidades, tanto del gobierno japonés como del grupo de representantes extranjeros. A todos se los atendió, pidiéndoles solamente que permanecieran en silencio para no interrumpir a la persona que llevaba la cuenta del tiempo.

Bulnes continúa diciendo:

A las once y minutos el fenómeno principió, el Sr. Díaz dio la señal a Mr. Janssen, jefe de la Comisión Francesa, y en respuesta aprendimos que en el cielo de Nagasaki había gran cantidad de nubes; no obstante se había observado el primer contacto.

A las tres y cuarenta y tantos minutos, Venus salía del disco del Sol; en el observatorio del Bluff las observaciones tuvieron el mismo buen resultado que en Nogue-no-yama. La comisiones francesa y americana tuvieron la desgracia de perder el contacto más importante: el de salida. Una espesa nube que determinaba un aguacero había interceptado los visuales de los observadores de Nagasaki.


Después de terminadas las observaciones, Díaz Covarrubias envió un telegrama al presidente de la República, informándole del buen éxito alcanzado por la comisión. Por razones desconocidas, este telegrama llegó con meses de retraso.

Durante los días siguientes al tránsito, los comisionados siguieron trabajando en sus observatorios para calcular con toda exactitud la posición geográfica de éstos. También tuvieron que cumplir con gran número de compromisos sociales y culturales que les impuso el trato con funcionarios japoneses y embajadores de otros países.

LOS RESULTADOS

Los primeros resultados obtenidos por los comisionados mexicanos fueron los fotográficos. En el Apéndice IV del ya citado libro de Díaz Covarrubias se presenta el informe completo que Barroso entregó respecto a todo el trabajo fotográfico. En ese mismo informe se presentan 14 de las 17 fotos obtenidas. Tres de ellas resultaron de mala calidad y tuvieron que ser desechadas. En las fotografías restantes se puede claramente apreciar la trayectoria que el planeta Venus describió al interponerse entre el Sol y nosotros.




Figura 7. Secuencia fotográfica del paso de Venus por el disco solar lograda por Barroso.

Otro dato que se tuvo disponible inmediatamente fue el referente a los tiempos de las diferentes fases del fenómeno tal y como fue obtenido por los observadores de las dos estaciones. Estos datos se presentan a continuación:

Fases
Hora media de Nogue-no-yama
Primer contacto exterior 8 de diciembre de 1874 a 23h 4m 7s.0
Primer contacto interior
"
"
"
"
"
23h  29m  24s.0
ruptura de ligamento
"
"
"
"
"
23h  30m  25s.6
Formación de ligamento 9 de diciembre de 1874 a 3h  21m  1s.4
Segundo contacto interior
"
"
"
"
"
3h  21m  45s.4
Segundo contacto exterior
"
"
"
"
"
3h  47m  55s.5
 
Hora media de Bluff
Primer contacto exterior 8 de diciembre de 1874 a 23h  3m  59s.0
Primer contacto interior
"
"
"
"
"
23h  29m  50s.0
ruptura de ligamento
"
"
"
"
"
23h  30m  43s.5
Formación de ligamento 9 de diciembre de 1874 a 3h  21m  20s.9
Segundo contacto interior
"
"
"
"
"
3h  21m  50s.9
Segundo contacto exterior
"
"
"
"
"
3h  48m  4s.0

Como ya se dijo, en los días inmediatamente posteriores al tránsito se continuaron haciendo observaciones de estrellas brillantes de referencia que servirían para determinar con gran exactitud la posición de los observatorios. Con este mismo fin, Díaz Covarrubias estuvo intercambiando señales telegráficas con las comisiones francesa y estadounidense situadas en Nagasaki y Kobe, respectivamente.

El presidente de la Comisión Mexicana decidió dejar Japón y viajar rumbo a París los primeros días de enero de 1875. Hizo saber a sus acompañantes que deseaba llegar cuanto antes a esa ciudad para dar a conocer los resultados obtenidos por ellos lo más pronto posible, ya que decía tener temor de que, a su regreso a México, la comisión fuera acusada por los opositores del gobierno de Lerdo de Tejada, de haber éste enviado de paseo, y a un alto costo, a los astrónomos mexicanos, quienes no obteniendo datos de valor los habrían copiado de los presentados por otras comisiones.

Díaz Covarrubias logró lo que se había propuesto; el viaje hacia París se hizo lo más rápido posible y durante el trayecto los comisionados se dedicaron a analizar los datos obtenidos, y con ellos, el presidente de la comisión redactó y publicó a mediados de 1875 una memoria en la que consignó los resultados de sus observaciones (Díaz Covarrubias, 1875).

De todas las expediciones que realizaron observaciones del tránsito de 1874, la primera que presentó resultados fue la mexicana. Los franceses publicaron sus datos en 1877, los ingleses en 1881, los rusos en 1891, y los demás grupos más o menos por el mismo tiempo.

CONCLUSIONES

A pesar de la difícil situación económica y política que el país vivía en el periódo de los hechos aquí presentados, había un grupo de personas de gran capacidad y preparación que hacían todos los esfuerzos posibles para que nuestro país entrara en el campo de la investigación científica.

En el ámbito nacional, estos esfuerzos estaban encaminados a un mejor conocimiento de los recursos y limitaciones existentes en el México de ese momento.

En el plano internacional se trató de establecer contacto con el mayor número posible de sociedades científicas de otros países. La asistencia de mexicanos a congresos científicos internacionales se fue haciendo frecuente.

El viaje de la Comisión Astronómica Mexicana, primer viaje oficial al extranjero de un grupo de científicos nacionales con una misión de investigación científica bien definida llevada a cabo en el México independiente, logró, entre otras cosas, establecer un gran número de contactos con científicos de otros países, que posteriormente beneficiaron el desarrollo de la astronomía mexicana.

Ésta fue específicamente la situación en el caso de las relaciones con la comisión francesa presidida por Janssen, fundador de los observatorios de Meudon y Mont-Blanc. Estas relaciones se fueron fortaleciendo y ensanchando con los años. En 1882, Francia envió una comisión astronómica a Puebla, en México, para que observara el tránsito de Venus de ese año. Bouquet de la Grye, presidente de esa comisión, reafirmó la amistad que ya unía a un grupo de astrónomos de ambos países. Fue este mismo personaje, quien, en 1887, dio los pasos necesarios para que el almirante Mouchez, director del Observatorio de París, invitara oficialmente al gobierno mexicano, a través del Observatorio Astronómico Nacional de Tacubaya, para que formara parte del grupo de países que levantarían la llamada Carta del cielo, uno de los grandes proyectos astronómicos de fines del siglo pasado, que dio gran proyección a la astronomía en nuestro país.

El viaje de la Comisión Mexicana a Japón demostró a propios y extraños que, si bien en número limitado, en México había personas con capacidad para contribuir al desarrollo de la ciencia. A pesar de los cambios ocurridos en el gobierno en 1876, los recién llegados a la administración pública reconocieron este hecho, ya que dieron los pasos necesarios para instalar el Observatorio Astronómico Nacional, creado por decreto presidencial del 18 de diciembre de 1876 e inaugurado por el presidente Porfirio Díaz el 5 de mayo de 1878.

Otro aporte de este viaje fue la gran cantidad de noticias que los comisionados trajeron sobre Japón, su pueblo y su gobierno, así como las relaciones no oficiales que Díaz Covarrubias, quien siempre recibió trato de ministro de nuestro país por parte de los funcionarios japoneses, estableció con esas autoridades. Esas relaciones seguramente ayudaron a que pocos años después se establecieran relaciones oficiales entre ambos países.

Los datos obtenidos por las diferentes comisiones que realizaron observaciones en 1874 y 1882 fueron analizados por Airy, Newcomb y otros. El valor de la paralaje se fijó en 8".794; sin embargo, y a pesar de todos los esfuerzos hechos, no fue posible una mejor determinación que la hecha en el siglo XVIII. Esto se debió fundamentalmente a la atmósfera del planeta Venus. La distancia Sol-Tierra fue determinada, años después, utilizando otros métodos.

El 19 de noviembre de 1875 regresó a la capital del país la comisión astronómica presidida por Francisco Díaz Covarrubias. Al día siguiente, el periódico El Siglo Diez y Nueve daba noticia del muy solemne recibimiento que los preparatorianos y pueblo en general tributaron a los comisionados a su arribo a la estación de Buenavista.

El pueblo mexicano de ese tiempo fue testigo de las diferentes polémicas que se dieron en los círculos políticos del país en torno a la utilidad de haber enviado esta Comisión a Japón y, como de costumbre, no fue ajeno al ambiente motivado por ese suceso, haciendo chistes respecto a él; incluso tenemos noticias fidedignas de que por ese tiempo abrió sus puertas una pulquería que fue muy popular en la ciudad de México y que se llamó "El Tránsito de Venus por el Disco del Sol".






Figura 8. Restos del observatorio de Díaz Covarrubias, relocalizado un siglo después.


En 1974 se publicó un libro en japonés que recordaba los hechos de un siglo atrás. En él se hace referencia constante a la labor de Díaz Covarrubias y sus compañeros durante su estancia en Japón. En esa publicación se relocalizan los sitios donde estuvieron instaladas las diferentes comisiones extranjeras en Japón. Se presentan fotografías de lo que aún queda de la estación de observación en Nogue-no-yama: una piedra de las que utilizó el artesano chino Mow-Cheong para construir la base sobre la que se montó el telescopio utilizado por Francisco Díaz Covarrubias.

BIBLIOGRAFÍA

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Díaz Covarrubias, F., Viaje de la Comisión Astronómica Mexicana al Japón para observar el Tránsito del planeta Venus por el disco del Sol el 8 de diciembre de 1874, Imprenta Políglota de C. Ramiro y Ponce de León, calle de Santa Clara, esquina, México, 1876.

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Moreno de los Arcos, R., Joaquín Velázquez de León y sus trabajos científicos sobre el valle de México, 1773-1775, Universidad Nacional Autónoma de México, 1973.

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