CONTRAPORTADA

 

Según la leyenda, dos caudillos rivales, Ricardo Corazón e León y Saladino, enemigos acérrimos, mas caballerosos, de la época de las Cruzadas, tuvieron una reunión a finales del siglo XII y en ella comenzaron a jactarse de sus espadas. Alguien sugirió se hiciera con ellas una prueba y pronto se pasó a los hechos. El inglés levantó su enorme espada y, empleando su considerable fuerza, la dejó caer sobre una maza de hierro que al golpe saltó en pedazos. Saladino, a su vez, colocó su espada sobre un cojín de pluma y tirando suavemente la partió en dos. La espada de Ricardo era tosca, pesada, recta y brillante. La de Saladino esbelta, ligera y de color azul opaco, producto de su textura formada por millones de líneas curvas de tono oscura sobre fondo blanco: la marca de fábrica de los aceros de Damasco. Era tan dura que se podía afilar como una moderna hoja de afeitar, y a la vez sumamente tenaz, como para absorber los golpes del combate sin romperse. Resultó difícil a los europeos aceptar que dureza y tenacidad se podían conjugar y más difícil aún entender y dominar la técnica con que se fabricaban los aceros de Damasco, tanto que para igualarla les llevó varias centurias, hasta el siglo XIX.

En nuestro tiempo resulta inconcebible que exista un escenario de la vida urbana o rural en que no haya por lo menos un objeto hecho de acero, lo que sorprende aún más si se sabe que la producción industrial de acero se inició en 1831, cuando Leibig determinó el contenido de carbono que debía de tener el hierro para convertirse en acero de alta calidad. El primer apogeo de la moderna edad del hierro fue la construcción, hace un siglo, de la Torre Eiffel, en la que emplearon más de siete mil toneladas de hierro forjado.

"La ciencia de los metales es demasiado especializada y suele alejar de los textos a los lectores", apunta el doctor LorenzoMartínez. Por tal motivo, se esforzó en presentar de manera sencilla una visión sobre la cultura del acero. "Para no caer en la superficialidad buscando la sencillez abarqué un número reducido de aspectos relacionados con el acero para profundizar lo más posible en ellos"

Lorenzo Martínez es doctor en física por la UNAM, y en la Universidad de Stanford hizo el posdoctorado en ciencias de materiales. Es investigador del IFUNAM y profesor en la Facultad de Química de la UNAM. Preside la Academia Mexicana de Ciencia de Materiales. Ha recibido el Premio Nacional de Ciencias y Artes 1992, el Premio de Ciencia y Tecnología de la OEA1991, el premio Universidad Nacional 1990 y la beca Guggenheim 1992. Ha publicado más de 100 artículos científicos en revistas internacionales.

 

Diseño: Carlos Haces / Fotografía: José Luis Albarrán Gómez, Laboratorio de Cuernavaca, IFUNAM