INTRODUCCIÓN

En la lejanía, entre las dunas del desierto, se ve la figura de un hombre con botas, pantalón corto y sarakoff quien afanosamente cava con la ayuda de una pala (figura 1). Este estereotipo del arqueólogo ha permeado muchas culturas, aun cuando en la actualidad tal visión romántica está muy lejos de la realidad, como también la figura de Indiana Jones, con un látigo en la mano, arriesgando su vida en medio de los peligros que la selva ofrece (figura 2 ).

Figura 1. Estereotipo del arqueólogo excavando en el desierto.

Figura 2. Otro estereotipo: Indiana Jones.

Y no es que el quehacer arqueológico esté exento de aventuras y vicisitudes. Quienes trabajan en los sitios que ocupó la cultura maya o en el sureste asiático saben de los peligros de la selva tropical (figura 3); aquellos que lo hacen en el altiplano boliviano o en el Tíbet conocen del mal de montaña y de los intensos fríos; quienes exploran sitios sumergidos en el mar o restos de embarcaciones de comerciantes enfrentan las sorpresas de la fauna marina y la descompresión.

Figura 3. Los sitios mayas de la jungla.

Si las imágenes sugeridas se cambiasen por la de grupos de individuos equipados con aparatos muy refinados que detectan lo que se encuentra bajo la superficie; por la de equipos de trabajo que planifican eficientemente sus excavaciones arqueológicas, ya que la labor de desenterrar los "tesoros" del pasado se torna más bien en una minuciosa cirugía; por la de grupos interdisciplinarios que analizan en los laboratorios de física atómica los componentes de las piezas halladas y que posteriormente figurarán en algún museo, y que recrean frente a una computadora la distribución espacial de sitios y utensilios (figura 4) entonces nos acercaremos a las herramientas que el arqueólogo del siglo XX tiene a su alcance.

Figura 4. Laboratorio móvil de prospección arqueológica, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM; estudios químicos y mapas de distribución en computadora.

El reto que ofrece el estudio disciplinado y sistemático de los vestigios de las actividades de los hombres del pasado es sorprendente. El arqueólogo es un detective que debe tomar en cuenta hasta un grano de polen (figura 5) para reconstruir parte del gigantesco rompecabezas.

Figura 5. Grano de polen de quenopodiáceas-amarantáceas de la excavación de un conjunto residencial teotihuacano en Oztoyahualco, valle de Teotihuacan. (Proyecto a cargo de la doctora Linda Manzanilla, cortesía del biólogo Emilio Ibarra.)

Los restos dejados por las actividades de los hombres de otros tiempos yacen en la parte superior de la corteza terrestre (figura 6). Muchos se encuentran protegidos por una matriz sedimentaria hasta el momento en que el arqueólogo llega con su brocha y cucharilla. Otros se han integrado a la conformación del paisaje, simulando montes naturales. Algunos más han sido disecados por torrentes y ríos, en cuyos taludes se ven cortes de lo que alguna vez fue una superficie plana. La superficie de la corteza terrestre es, pues, la piel donde el arqueólogo analizará, célula por célula la acción del hombre a su paso por el planeta.

Figura 6. Excavación arqueológica de la doctora Linda Manzanilla en la pirámide de Akapana, Tiwanaku, Bolivia.

A) HACIA UNA DEFINICIÓN DE LA ARQUEOLOGÍA

La arqueología es una ciencia social que estudia las sociedades humanas y sus transformaciones en el tiempo. Es una ciencia histórica porque investiga el pasado. Forma parte de la antropología y estudia al hombre como ente social así como su influencia sobre el medio. Es una disciplina que integra la información procedente del conocimiento de la Tierra (geología, geofísica y geografía) con datos provenientes de la biología (paleobotánica, paleozoología y paleoantropología) y, en consecuencia, la arqueología es un poderoso puente interdisciplinario de unión.

B) METAS Y OBJETIVOS DE LA ARQUEOLOGÍA

De la misma manera que el astrónomo observa la actividad pretérita de cuerpos estelares ya extintos; que el geólogo recrea la coreografía de las placas tectónicas, el vulcanismo, la formación de fallas y la orogenia a través del examen de estratos y rocas; el paleontólogo que, por medio del análisis de los fósiles infiere las formas de vida ya extintas, el arqueólogo es, ante todo, un observador de recurrencias. Podemos decir que el arqueólogo:

1) Registra patrones repetitivos de conducta en las distribuciones de utensilios; construcciones y sitios;

2) reconstruye las actividades y las relaciones entre los grupos sociales;

3) observa la sucesión de sociedades de distinta complejidad a través del tiempo;

4) propone esquemas de cambio;

5) trata de explicar los factores que intervinieron en esas transformaciones y sus causas.

C) HERRAMIENTAS DEL ARQUEÓLOGO

Mucho ha cambiado desde las no tan lejanas épocas en que el arqueólogo se servía únicamente de pala y pico. La escala regional de estudio permite una primera aproximación al estudio del pasado mediante la ubicación cartográfica de los sitios arqueológicos visibles en la superficie. A través de estudios aerofotográficos, fotogramétricos y de reconocimiento superficial, el arqueólogo define la extensión probable de los sitios con diferencias topográficas (montículos), de extensiones de fragmentos de cerámica y de piedra o áreas con arquitectura visible.

Actualmente, para el estudio regional el investigador cuenta también con la información procedente del procesamiento digitalizado de imágenes enviadas por satélite. Ésta es usada para definir las características geomorfológicas, geológicas y ecológicas del terreno donde se asentaron las sociedades del pasado.

El arqueólogo puede definir estructuras sepultas con ayuda de fotografías aéreas de baja altitud, magnetómetros, resistivímetros, sismógrafos, radares o aparatos de sondeo mecánico o eléctrico etc. Para identificar las diferencias topográficas en el terreno de estudio se usan teodolitos, brújulas, planchetas y niveles.

Antes de elegir un área de excavación como parte de esta radiografía preliminar se toman muestras de tierra y se les practican diversos análisis químicos que pueden brindar más datos de los materiales observados en la superficie.

La excavación arqueológica requiere de herramientas de diversos tamaños y de distinto grado de precisión. Por ejemplo en los rellenos de las estructuras, los terraplenes de nivelación o los depósitos aluviales se emplean picos y palas para intentar remover grandes volúmenes de materiales. Sin embargo, cuando se trabaja en los pisos de construcciones antiguas para eliminar la tierra adherida a los materiales arqueológicos el arqueólogo utiliza brochas, pinceles, instrumentos de hueso, cucharillas e incluso instrumental de dentista (figura 7).

 

Figura 7. Herramientas del arqueólogo.

Una vez identificado el contexto arqueológico, es necesario registrar minuciosamente las asociaciones significativas, tal como se encuentran en la excavación: se toman medidas en ejes de coordenadas y en profundidad, se dibujan respecto a ejes de referencia y se fotografían. En formatos especiales se describen todos los rasgos característicos de cada asociación o estructura. Además se toman muestras asociadas a los materiales arqueológicos: por ejemplo, de tierra para determinar el tipo de polen, fitolitos y macrofósiles botánicos que estaban presentes, y del piso, para identificar concentraciones de compuestos químicos producto de las actividades del pasado.

Para el análisis de los materiales, primero se hace la separación macroscópica. Por ejemplo, cuando se desea definir la taxonomía de los restos botánicos y los elementos traza que posee un yacimiento geológico de donde procede determinado material, el investigador llama a especialistas de otras disciplinas, quienes usan microscopios electrónicos de barrido, espectrómetros de masas, aceleradores y otras herramientas de tecnología avanzada.

Para fechar los materiales arqueológicos se mandan a laboratorios de radiocarbono, termoluminiscencia, hidratación de obsidiana, dendrocronología u otras técnicas que permitan una ubicación histórica de los hechos.

Después de la descripción de cada vestigio es necesario integrar los datos, lo cual se logra con los mapas de distribución y estadísticas, que las computadoras realizan con gran fluidez. Sin embargo, para interpretar los resultados, la única herramienta que se utiliza es la inteligencia humana.

D) FASES DE LA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA

Después de elaborar un diseño de investigación, siguen varias fases:

a) El estudio regional, que permite ubicar a un sitio particular en un contexto común de estudio a escala mayor.

b) La prospección del sitio, que comprende la definición de áreas específicas de trabajo y el planteamiento de algunas hipótesis sobre su función.

c) La excavación estratigráfica, que establece una relación cronológica entre los diversos niveles de ocupación (por ejemplo, de sitios abandonados superpuestos en el mismo lugar).

d) El análisis de los materiales que permite determinar las materias primas, su procedencia, las técnicas de elaboración y su función.

e) El fechamiento, que proporciona un marco cronológico para ubicar los sucesos en el tiempo.

f) La integración y la interpretación, que obliga al investigador a dar la explicación final del caso.