I. UNA RADIOGRAFÍA DE LA SUPERFICIE DE LA TIERRA

EL ESTUDIO de un sitio arqueológico mediante el uso de técnicas geofísicas y geoquímicas es posible gracias a que los asentamientos humanos necesariamente modifican el ciclo natural de la formación del suelo y producen alteraciones físicas que concentran compuestos químicos y acumulan vestigios culturales. La intensidad de tales modificaciones depende del tiempo de ocupación, el número de habitantes y el tipo de actividades realizadas.

La mayoría de estos cambios son permanentes y pueden ser detectados miles de años después, son intrínsecos al suelo o forman parte de los sedimentos.

Como hemos mencionado, la arqueología no sólo se interesa en los objetos, sino también en el estudio del contexto arqueológico. Durante la excavación, el arqueólogo inevitablemente destruye este contexto (Thomas, 1979), pero si no es posible evitar la destrucción, sí se pueden buscar nuevas opciones para minimizarla; una de éstas es la prospección arqueológica. Del mismo modo en que los cirujanos hacen un diagnóstico antes de una intervención quirúrgica, para hacer la excavación más eficiente y menos destructiva, el arqueólogo incluye una serie de estudios preliminares.

Actualmente existen numerosas ciencias y técnicas aplicadas a la arqueología moderna, la cual en el curso de su evolución ha ido aglutinando cada vez más herramientas para hacer mejor y más completo su trabajo. Existe una gran semejanza entre el papel que desempeña el diagnóstico clínico y sus técnicas para conocer el cuerpo humano como la tomografía computarizada, el ultrasonido, los estudios radiográficos y el análisis bioquímico de laboratorio y la forma en que la prospección arqueológica utiliza técnicas para obtener información del contexto enterrado antes de proceder a la excavación como los estudios con el radar de penetración, el magnetómetro, el equipo para medición de la resistencia eléctrica y el análisis químico de sedimentos.

De la misma manera en que en una intervención quirúrgica no debe hacerse un corte para ver "qué se encuentra", en la arqueología cada vez es más apremiante la necesidad de utilizar técnicas de prospección en lugar de realizar pozos exploratorios para ver "qué se descubre". La gran responsabilidad de preservar y estudiar el patrimonio artístico y cultural, así como la escasez de tiempo y recursos, obligan a la arqueología moderna a utilizar técnicas denominadas de percepción remota, con las cuales se puede obtener información relevante sin dañar el contexto arqueológico.

El origen y desarrollo de los métodos de prospección aplicados en la arqueología se deben principalmente a tres circunstancias (R. E. Linington, s.f.):

a) La alarmante velocidad de destrucción de la evidencia arqueológica como consecuencia del desarrollo urbano y la agricultura mecanizada. Especialmente en países con una importante y larga tradición arqueológica, cada vez que se lleva a efecto una excavación para instalar una tubería, líneas de comunicación o construir cimientos, hay muchas probabilidades de encontrar rasgos arqueológicos. Desafortunadamente, casi siempre, para evitar costosos retrasos en los programas de construcción se destruye la evidencia. Por otro lado, debido al aumento de potencia de los tractores, muchas estructuras presentes en campos de cultivo, son destruidas durante el trabajo agrícola.

b) El segundo factor es el incremento en los costos del trabajo arqueológico y la restricción de recursos. Los problemas económicos en todo el mundo han afectado está disciplina, haciendo más difícil la obtención de fondos para las excavaciones. Para continuar con su desarrollo es urgente buscar otras opciones, estudiar los sitios en menos tiempo, con menor costo y sin perder información.

c) El último factor es el importante papel que desempeñan los saqueadores y los buscadores de "tesoros arqueológicos" en la destrucción de objetos y de contextos. El saqueo elimina toda posibilidad de asociar el material arqueológico con un contexto. Es el más dañino de los enemigos del arqueólogo y del patrimonio de una nación.

d) Afortunadamente el desarrollo científico y tecnológico ha proporcionado a las ciencias de la Tierra el equipo para estudiar las propiedades del terreno. La arqueología fácilmente puede adoptar estas técnicas.

La prospección arqueológica es un término que normalmente se emplea para describir el uso de varias técnicas que, aplicadas a un sitio, sirven para determinar la ubicación de éste y de sus rasgos enterrados, pero una de sus principales limitaciones es que la interpretación de los resultados está restringida a la localización de estructuras.

De acuerdo con Susan Limbrey (1975: 223), "la información acerca de las actividades del hombre y el medio en el cual vive reside en el suelo mismo y en las cosas encontradas en, bajo y sobre éste. La 'información intrínseca' está contenida en el material que forma el suelo y en su distribución en el entorno". También dice que "otra fuente de información en el suelo es la 'información contenida', esto es, la información proporcionada por los residuos orgánicos y por los utensilios arqueológicos depositados sobre, contenidos en o enterrados bajo el suelo".

Debido a que una parte de la información arqueológica no está ni en las estructuras ni en los artefactos, sino en la relación entre ellos y en su contacto con la tierra que los rodea, los datos que se obtienen en la excavación tradicional dañan la información intrínseca del suelo y sedimentos cuando los remueven y desechan. Pero parte de ésta puede obtenerse desde la superficie y ser interpretada antes de practicar una excavación destructiva.

Con el fin de obtener esta información es necesario combinar técnicas en una secuencia ordenada (figura 8) y aplicar cada una en el momento en que resulte más valiosa y eficiente. Esta secuencia intenta obtener la más completa información sobre un sitio arqueológico estudiando las propiedades químicas y físicas de los sedimentos; y así evitar la destrucción del contexto, ayudar al arqueólogo a decidir dónde y cuánto debe excavar y hacer que la operación proporcione más datos y reditúe más en tiempo y dinero.


Figura 8. Diagrama de flujo de la metodología del estudio de sitios arqueológicos desde la superficie (Barba, 1986: 49).

Es indudable la importancia de las técnicas de prospección en la arqueología moderna. Cada día las posibilidades de aplicarlas aumentan con el uso de nuevos equipos mejorados; sin embargo, el problema de la interpretación de los resultados persiste. Esto se debe a que cualquier característica aislada es sólo una pequeña parte de la información arqueológica total; aun en el caso en que la técnica fuera muy rigurosa y exacta la información obtenida será sólo parcial.

Ha habido muchos intentos de interpretar cuantitativamente la información geofísica. Todos han aportado importante ayuda para entender las anomalías magnéticas y así determina la profundidad y el origen.

De acuerdo con Chenhall (1975), el estudio del material arqueológico de superficie proporciona una imagen muy limitada comparada con la complejidad de la cultura material. También, la información que proporciona cualquier técnica de prospección aislada es muy limitada, y como consecuencia, la interpretación se dificulta.

Para explicar esto usaremos el ejemplo de la producción de las modernas impresiones a color que se logran por la superposición de varias capas de diferente color. En forma aislada, ninguna de las capas tiene mucho significado; éste aparece sólo después de una combinación de todos los colores, lo cual produce una imagen clara y fácilmente reconocible. De la misma manera: es posible superponer la información proporcionada por las técnicas de prospección.

La complejidad del comportamiento humano produce muy diversas modificaciones en un asentamiento. En lugar de practicar un análisis intensivo en cada uno de los cambios intentamos estudiar los más definidos e interpretar todos en conjunto. Ésta es la única manera en que la información geofísica y geoquímica permitirá la interpretación de sitios arqueológicos desde la superficie, cuando muchas pequeñas partes se conjunten para construir un cuerpo de información más completo.

LAS TÉCNICAS DE PROSPECCIÓN APLICADAS A LA ARQUEOLOGÍA

A) Fotografía aérea

El primer reconocimiento aéreo aplicado a la arqueología fue realizado por Crawford (1928) alrededor de 1920. Su primera publicación (Wessex from the Air) inició el uso de la fotografía aérea como técnica de prospección. Un poco más tarde, J. S. P. Bradford (1957) aprovechó su experiencia como piloto durante la segunda Guerra Mundial y publicó Ancient Landscapes. Estos autores establecieron la relación entre los hechos culturales que modifican las características del suelo y varios tipos de marcas en el suelo observables desde el aire.

A recientes fechas se han utilizado globos de helio (figura 9) para tomar fotos aéreas a baja altitud.

Figura 9. Uso del globo de helio en Teotihuacan.

Quizá la característica más distintiva de la fotografía aérea sea su capacidad de abarcar grandes extensiones en una simple imagen y establecer la correlación entre rasgos que son imposibles de apreciar al nivel del suelo. Además, muestra patrones de distribución que facilitan la detección y delimitación de posibles sitios de estudio.

Las marcas en la superficie del suelo son clasificadas en dos grandes grupos que dependen del momento en que son vistas; por un lado están las huellas estacionales, entre los que se incluyen las marcas de cultivo de suelo, de nieve, etcétera, y por el otro están las permanentes, como las sombras producidas por la luz rasante (figura 10).


Figura 10. Ejemplo de fotografía aérea de baja altitud en el valle de Teotihuacan (excavaciones en Oztoyahualco a cargo de la doctora Linda Manzanilla).

Normalmente, para que se produzca una marca en la superficie es necesario que los restos arqueológicos no estén a más de un metro de profundidad. Las huellas superficiales se deben a diferencias en las características químicas, físicas y biológicas de las capas superiores. La mayoría de las marcas son producidas por el comportamiento diferencial del suelo cuando un agente actúa uniformemente sobre la superficie.

Es poco probable que un objeto enterrado profundamente modifique la superficie para producir una marca.

A veces, un hoyo se rellena de material más joven hasta que ya no puede apreciarse diferencia en el relieve. Sin embargo, este hoyo podrá distinguirse cuando la superficie sea afectada por fenómenos como la lluvia. Después de una precipitación continua, la parte superior del perfil del suelo queda húmeda y tiempo después, cuando ha dejado de llover, puede verse una marca de suelo. El material de relleno desarrolla un color más intenso debido, entre otras cosas, al mayor contenido de materia orgánica. Otra posibilidad es que sea un material formado de pequeñas partículas capaz de retener más agua, durante más tiempo.

Este es un ejemplo de cómo pueden desarrollarse algunas marcas, pero existen muchos factores que intervienen en su formación; se necesita más información: datos geológicos, edafológicos y morfológicos, condiciones climáticas y tipo de cultivos en los campos.

A menudo ocurre que una característica especialmente distintiva en un sitio resulta irrelevante o inútil en otro, por lo cual todas las fotointerpretaciones requieren de una comprobación mediante un recorrido complementario.

Entre las dificultades más comunes en la aplicación de la fotografía aérea están la interpretación errónea, la pérdida de detalles y la confusión producida por la superposición de estructuras.

B) Resistencia eléctrica

Las técnicas geofísicas se dividen en dos: métodos pasivos que sólo miden la variación de las propiedades, y métodos activos que producen una alteración y miden el comportamiento del terreno.

La medición de la resistencia eléctrica es una técnica geofísica activa; se basa en el contraste de las propiedades eléctricas del suelo. En este caso, el contraste de propiedades entre los restos arqueológicos y su contexto depende de la naturaleza de los materiales, la profundidad y forma de los restos, la proximidad entre ellos y el contenido de humedad del suelo. Si este contraste es suficientemente grande, los rasgos arqueológicos serán detectados.

R. C. J. Atkinson (1952) fue el primero que aplicó la medición de la resistencia eléctrica a la arqueología, en Inglaterra en 1946. Después, esta técnica ha sido aplicada exitosamente en muchos otros sitios (Lerici, s.f.).

La propiedad medida es la resistencia que presenta el suelo al paso de la corriente eléctrica. Debido a que esta resistencia se refiere a una porción específica del suelo, con dimensiones definidas es necesario emplear un factor dimensional; puede ser definida como la resistencia ofrecida por un cubo de tierra de dimensiones unitarias. Hasta este momento hemos considerado que el material tratado es homogéneo, pero éste no es el caso en ningún sitio. El concepto de resistividad eléctrica aparente se introdujo para tratar la resistencia eléctrica de un suelo que no es necesariamente homogéneo.

La forma más común para medir esta propiedad es por medio de electrodos, que se colocan en el terreno según las necesidades específicas de estudio (figura 11). Estos arreglos introducen corriente eléctrica (técnica activa) con dos de los electrodos y miden la diferencia de potencial producida por el flujo de la corriente que circula a través del terreno gracias a otro par de electrodos (Carabelli, s.f.).


Figura 11. Resistencia eléctrica en la pirámide de Akapana, Tiwanaku, Bolivia. Estudio del Ingeniero Luis Barba y excavaciones de la doctora Linda Manzanilla.

Uno de los arreglos más utilizados es el Wenner, donde cuatro electrodos metálicos se alinean simétricamente al centro del arreglo. Los electrodos externos introducen la corriente eléctrica, mientras los internos miden el voltaje. En este arreglo, la forma del campo eléctrico producido es similar a un huso, con los electrodos externos en sus extremos. La profundidad máxima es aproximadamente igual a la distancia entre los electrodos externos. La distancia entre electrodos es una de las mayores diferencias entre las aplicaciones geológicas y arqueológicas. En el trabajo arquelógico, la distancia entre electrodos es pequeña pues los rasgos normalmente se encuentran cerca de la superficie.

C) Prospección magnética

El reconocimiento magnético es por mucho la técnica de prospección más ampliamente usada en arqueología, quizá debido a su confiabilidad y fácil uso. Se basa en la medición de pequeños cambios en las propiedades magnéticas del terreno; está considerada como una técnica geofísica pasiva (figura 12).

Aun cuando se midieron estas propiedades y se hicieron algunas prospecciones magnéticas a principios de siglo, no fue sino hasta 1958 cuando Aitken (1958) aplicó el magnetómetro de protones a la arqueología. El objetivo era detectar el magnetismo termorremanente producido por hornos y fuego, pero esos primeros experimentos mostraron nuevas posibilidades de aplicación para descubrir otros rasgos arqueológicos con menos diferencias en su susceptibilidad magnética.

La teoría puede ser explicada en forma sencilla. El campo magnético total en cualquier punto de la superficie de la Tierra es la suma de variaciones locales (características geológicas o arqueológicas), sumadas a las variaciones en la intensidad del campo magnético terrestre. Esto significa que el campo magnético total es distinto para cada punto geográfico y que puede ser medido con el magnetómetro.

En arqueología, los magnetómetros más comunes son los de protones, capaces de medir pequeñas variaciones en la intensidad del campo magnético total. Con este equipo es posible registrar lecturas en distintos puntos de un sitio arqueológico; el recorrido sistemático de la superficie permitirá la interpretación final.


Figura 12. Uso del magnetómetro en Teotihuacan (Barba y Manzanilla, 1988).

El magnetómetro detecta fácilmente los hornos debido al gran cambio de propiedades magnéticas que el fuego produce por la combinación de temperatura, minerales de hierro, tiempo y condiciones reductoras durante la combustión, que ocasionan cambios importantes en las partículas de hierro. Éstas modifican su estructura atómica, adquieren fuertes propiedades magnéticas, y alinean los dipolos que las forman en la dirección del campo magnético notarial.

Estas huellas son fácilmente reconocibles debido a que están concentradas y el contraste magnético con sus alrededores es muy alto (Tite y Mullins, 1971).

No todos los rasgos arqueológicos tienen magnetización remanente; otra importante propiedad es la susceptibilidad magnética, característica de cada material, que puede definirse como la capacidad para magnetizarse. Según esta propiedad, si se miden las pequeñas diferencias en susceptibilidad magnética entre el rasgo arqueológico y su contexto, se descubren los rasgos arqueológicos (Linington, s.f.). Normalmente se presentan como rasgos concentrados, como los hornos y los hoyos, o rasgos lineales como los muros y las trincheras.

Interpretar las anomalías (figura 13) es quizá el paso más importante en la prospección magnética; por lo tanto, es necesario considerar algunas influencias perturbadoras. Estas anomalías se desplazan un poco hacia el sur con respecto a su origen. En una curva de perfil normal existen dos aspectos asociados: un valor magnético mínimo hacia el norte junto con un valor máximo hacia el sur.




Figura 13. Ejemplos de mapas de resultados topográficos, magnéticos y eléctricos
de San José Ixtapa.

D) Prospección química

El análisis químico de los suelos es probablemente una de las técnicas de prospección menos usadas (figura 14), debido principalmente a que es un procedimiento que requiere mucho tiempo. Aun así, debido a su bajo costo, ha sido aplicado en diversos sitios desde que Arrhenius (1963; Cook y Heizer; 1965) la aplicó a la arqueología.

Entre estas técnicas, el análisis de fosfato es la más popular de las herramientas químicas de prospección, pues este compuesto persiste en el suelo durante largos periodos. Debido a que las actividades humanas desechan en la superficie una gran cantidad de materiales que contienen este elemento, su acumulación puede ser detectada. El fósforo no es lo único que se acumula en las áreas de asentamiento humano. Existen al menos diez elementos que funcionan como indicadores químicos directamente asociados a actividades humanas. Además, hay otros que pueden ser usados de la misma forma que los geoquímicos y que se emplean para detectar depósitos minerales. Estas condiciones son propicias para utilizar los elementos químicos como indicadores en el estudio e interpretación de asentamientos humanos.


Figura 14. Toma de muestras para análisis químico, en La Venta, Tabasco. (Proyecto a cargo del ingeniero Joaquín García Bárcena).

Si revisamos el desarrollo del análisis de fosfato en la arqueología, veremos que fue tomado de los estudios del suelo para agronomía, donde sirve para predecir el comportamiento de plantas en relación con la fertilidad del suelo; este análisis es una inversión redituable, por lo cual ha sido posible analizar miles de muestras. Fue así como Arrhenius (1963) descubrió la correlación entre las altas concentraciones de este compuesto y los rasgos arqueológicos; sin embargo, no es fácil examinar muchas muestras en la arqueología. Más tarde, los geógrafos europeos utilizaron esta técnica en el estudio de asentamientos humanos, con métodos más simplificados. Así fue como el método analítico original se transformó en uno más simple y menos costoso, y quedó adaptado a los problemas y necesidades arqueológicos.

La idea de complementar los análisis químicos con otros datos apenas comienza a ser aceptada y parece ser la forma más eficiente de utilizar estas técnicas de prospección. La característica más importante de las herramientas químicas es su posibilidad de detectar rasgos invisibles, que aún después de una cuidadosa excavación son imposibles de apreciar. En excavaciones tradicionales y aun en las que incluyen técnicas modernas, se desperdicia importante información intrínseca porque no se incluye el análisis químico de suelo.

Aunque este análisis es también una parte muy importante en los estudios de prospección su aplicación es difícil, por lo que es necesario usarlo en forma muy específica. Debido a que el contexto químico arqueológico es parte del ciclo geoquímico, es importante determinar sus características geoquímicas. Tales datos servirían para contrastar las anomalías químicas. Como hemos mencionado, el principio fundamental en que se sustenta esta aplicación es en el hecho de que las actividades humanas producen un enriquecimiento de elementos en las áreas en que se realizan.

Por medio del análisis químico se detectan áreas de altas concentraciones que contrastan con su contexto. Debido a la estabilidad del fosfato se le considera prácticamente inmóvil. Aun cuando esto no es necesariamente cierto, es indudable la confiabilidad de esta técnica en la arqueología.

En cuanto a otros elementos, se está dando mayor atención al calcio, el hierro, el sodio y el cloro (cloruros), que pueden servir en la interpretación de las actividades humanas. Experimentos recientes con hierro y calcio, así como con otros compuestos como albúmina carbohidratos y ácidos grasos efectuados en pisos de casas modernas, mostraron que sus concentraciones reflejan las actividades humanas y pueden ser interpretadas en términos arqueológicos (Barba y Denis 1984).

El método más común para el análisis de fosfato fue desarrollado por R. C. Eidt (1973) y está basado en la generación de un color azul sobre papel filtro, y la intensidad del color está relacionada con la concentración de fosfatos (figura 15).

Debido a las altas concentraciones producidas por las actividades humanas, no es indispensable disponer de un método analítico muy preciso, ya que realmente sólo se pueden interpretar las grandes diferencias. De esta forma, los métodos cualitativos y semicuantitavos de análisis de fosfato son confiables para los propósitos arqueológicos, aun cuando algunos autores difieren en este punto (Bakkevig 1980).


Figura 15. Procesamiento de muestras en el Laboratorio Móvil de Prospección del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, en Cobá, Quintana Roo (proyecto a cargo del arqueólogo. Antonio Benavides y la doctora Linda Manzanilla).

Otra forma de recuperar muestras para análisis es el uso de una perforadora sobre todo en terrenos consolidados (figura 16).

Figura 16. Uso de la perforadora en Teotihuacan (proyecto a cargo de la doctora Linda Manzanilla).

E) Técnicas electromagnéticas

Éste es un ejemplo de una técnica desarrollada con propósitos militares y que encontró otras interesantes aplicaciones. En la arqueología se ha intentado usar como sustituto de los métodos eléctricos, para evitar la tediosa actividad de insertar los electrodos en el terreno. Por desgracia, los primeros experimentos mostraron que, aunque teóricamente debe ser posible, los resultados en la práctica han sido insuficientes.

Debido a su capacidad para detectar metales conductores, ha sido muy útil en la detección de monedas y artefactos metálicos. Sin embargo, dado que los metales son escasos en Mesoamérica, su aplicación arqueológica en esta región es limitada.

Existe cierta aversión para usar detectores de metal en la arqueología —quizá porque se les asocia con el trabajo de los buscadores de tesoros—; pero creemos que puede tener aplicaciones reales.

El uso se propone como una herramienta para minimizar las interferencias magnéticas causadas por la presencia de objetos metálicos (figura 17). Así, puede ser una ayuda para desechar anomalías indeseables y evitar errores de interpretación en la prospección magnética. Se pretende usarlo para sustituir equipo costoso, como los magnetómetros, o para evitar métodos tediosos, como la resistencia eléctrica. Sin embargo, en el primer caso su penetración es extremadamente limitada y en el segundo, estos equipos no son sensibles a pequeños cambios en la resistencia eléctrica, pero cada día la tecnología se acerca a estos objetivos.

Figura 17. Estudio electromagnético en La Venta, Tabasco (Barba, 1988: 173).

El principio de operación de este equipo está basado en los campos electromagnéticos que producen o reciben sus bobinas. Normalmente, la bobina de transmisión produce un campo electromagnético que penetra el suelo. Si un metal o cualquier conductor está ahí, el campo electromagnético genera corrientes parásitas que a su vez producen un campo electromagnético secundario que emerge desde el suelo y detecta la bobina de recepción. La señal se transforma en una indicación analógica o digital que permite las lecturas (Legal y Garret, 1982).

Probablemente, uno de los empleos más al día de las técnicas de prospección ha sido patrocinado por la Fundación Lerici en Tarquinia (sitio etrusco de Italia) (Lerici, s.f.). Se trata de una necrópolis cuyas tumbas fueron excavadas en toba volcánica, a casi tres metros de profundidad. Ésta es un material homogéneo, por lo que teóricamente es posible encontrar un contraste significativo entre los huecos producidos por las fosas excavadas y su contexto. Se usaron diversas técnicas: magnetometría, resistencia eléctrica, muestreo de núcleos y la fotografía a través de un periscopio.

Una vez que la probable tumba fue localizada, un ingenioso equipo adaptado de un periscopio de submarino se introdujo en el techo de la cámara a través de una perforación. De esta manera fue posible observar el interior y más tarde, gracias a la cámara, fotografiar el interior y registrar los contenidos, lo que permitió decidir si se excavaba.

Las aplicaciones más espectaculares y recientes de este tipo de técnicas han sido publicadas en varias revistas de difusión internacional. Se tiene el informe de los trabajos de un equipo de geofísicos y arqueólogos japoneses que, en 1987, estudiaron con radar los alrededores de la pirámide de Keops para localizar cámaras. Este descubrimiento dio lugar a otro estudio, también de amplia difusión: un proyecto egipcio-americano que intentó el análisis del aire encerrado en la cámara, supuestamente sellada, que contiene los restos de una barca solar, junto a la pirámide de Keops. Pero en realidad no estaba sellada completamente por lo que el intento de recuperar aire para fechar y estudiar sus restos polínicos no pudo concretarse. Sin embargo, fue de gran utilidad el uso del equipo de video introducido al interior de la cámara para registrar y verificar la presencia de la barca y sus partes, sin necesidad de abrirla y exponer la madera a un deterioro innecesario.

Esta pirámide ha sido muy estudiada desde los años cincuenta y se han aplicado varias técnicas, sin mayor éxito, para tratar de localizar cámaras ocultas en su interior; entre ellas, conteos de radiaciones cósmicas así como técnicas magnéticas y gravimétricas.

De menor difusión fue el hallazgo de la tumba de los hijos de Ramsés II, en la cual se utilizaron técnicas magnetométricas. En el mismo caso, tal vez porque no se tienen resultados definitivos, están los estudios de imágenes de satélites procesadas por tecnología digital, por un grupo de científicos estadunidenses y egipcios. Se estudia el curso de corrientes subterráneas que acarrean las sales que afectan la tumba de Nefertari, debido a la gran cristalización en el interior de la cámara profusamente decorada. Se considera como una de las más bellas en el mundo.

En todo el mundo existen grupos que aplican técnicas de percepción remota a la arqueología. Los japoneses están utilizando su gran capacidad tecnológica, como lo muestra su participación en los estudios en Egipto. También se tiene noticia de grupos de trabajo bien establecidos en Italia, Inglaterra, Estados Unidos y, más recientemente en Hungría, Bulgaria y Francia, que aplican estas técnicas con gran éxito.

En México, a partir de 1980 empieza a funcionar el Laboratorio de Prospección Arqueológica del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM (figuras 18 y 19), y desde ese momento comienza la recuperación del tiempo perdido con respecto a otros lugares que, en casos como Inglaterra e Italia, habían comenzado a trabajar con estas técnicas 30 o 40 años antes. Las aplicaciones no han sido tan espectaculares como las ya mencionadas, pero han permitido acumular experiencias para formar personal, lo que difundirá el empleo de estos métodos en la arqueología mexicana.


Figura 18. Laboratorio móvil de prospección del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, a cargo del ingeniero Luis Barba, en Cobá, Quintana Roo.



Figura 19. Plano de distribución interior del Laboratorio móvil de prospección de la UNAM, diseñado por el ingeniero Luis Barba (barba, 1989: 33).

La característica que distingue a este laboratorio es que integra técnicas geofísicas y químicas para el estudio de los sitios arqueológicos, hecho que le permite obtener resultados de gran importancia, aun sin contar con instrumentos de vanguardia tecnológica y de alto costo. La estrategia de trabajo del laboratorio consiste en integrar la mayor cantidad posible de pruebas sencillas, en lugar de tener sólo los datos de instrumento costoso y tecnología avanzada. Otra herramienta de gran importancia en este procedimiento es la computadora, que permite el procesamiento inmediato de la información en el campo (figura 20).


Figura 20. Procesamiento de información por computadora a un costado del Laboratorio móvil.

Este enfoque no es privativo del laboratorio y cambia según las condiciones de trabajo. Por ejemplo, los laboratorios de Europa oriental tienen formas de trabajo semejantes a las nuestras, las cuales, por razones obvias, son diferentes de las técnicas de los investigadores de Japón y Estados Unidos.

Como la forma de estudio es más integral, los resultados no se reducen a la localización de cámaras o estructuras enterradas, sino que además permiten estudiar restos de casas-habitación y áreas de actividad circundantes. En vista de que todo asentamiento humano modifica el espacio que habita, las técnicas de prospección son muy útiles para detectar presencia de restos que normalmente son estructuras con sus materiales derrumbados y dispersos, fragmentos de cerámica y la concentración de compuestos químicos acumulados en las cercanías del área.

En los pisos de las casas habitadas se ha comprobado que todos los desechos cotidianos producidos durante la preparación y consumo de alimentos se acumulan alrededor de las áreas de calentamiento. En consecuencia, se forma un patrón definido con las alteraciones físicas y químicas causadas por la presencia del fuego, que se ve rodeado por un segmento de anillo de los desechos de alimentos derramados sobre el piso y que paulatinamente han pasado a formar parte de él, fijándose en las partículas de tierra. De esta manera ha sido posible reconocer este tipo de patrones casi siempre presentes en las unidades habitacionales.

Un ejemplo de la combinación de resultados geofísicos y químicos es la interpretación del sitio arqueológico de San José Ixtapa en el Estado de México. Este sitio fue localizado debido a la presencia de manchas blancas en los terrenos de cultivo, en una fotografía aérea en blanco y negro. Posteriormente se examinó utilizando todas las técnicas de prospección disponibles, como topografía, recolección del material arqueológico de superficie, estudio magnético y eléctrico, toma de muestras superficiales de tierra para análisis químico y la perforación de pequeños sondeos para obtener información acerca de las capas inferiores. Los resultados de estos estudios indicaron la presencia de estructuras subterráneas hechas con cal; de muros de contención divisorios hechos con piedra; de lugares de calentamiento con cambios drásticos en sus propiedades magnéticas y químicas y abundante presencia de carbón. En las cercanías de las áreas de calentamiento, los estudios de los materiales de superficie indicaron una gran concentración de fragmentos de cerámica con un recubrimiento exterior de lodo.

En resumen, la interpretación de los datos de este sitio arqueológico, que aún no ha sido excavado, indica que se trata de un lugar en donde se ha beneficiado el mineral cinabrio, que por medio de calentamiento en presencia de cal (y dentro de hornillos formados por dos vasijas embrocadas y unidas con una capa de lodo) produjeron mercurio como metal líquido.

Como puede apreciarse, con este tipo de estudios es posible saber un poco más de los sitios arqueológicos. Por ser una aproximación más integral, los resultados son más completos pues muestran los restos materiales y su posible uso.