II. CIRUGÍA DE LA SUPERFICIE DE LA TIERRA

LA EXCAVACIÓN arqueológica puede ser comparada con una cirugía: a través de ella se pretende la detección, identificación, recuperación y documentación de contextos. Aquí, por contexto se entiende el conjunto de vestigios con relaciones intrínsecas entre ellos, depositados en una matriz de suelo, que representan un acto finito y discreto. El hecho de que ciertos factores estén asociados entre sí permite que el arqueólogo, en tanto que detective, identifique actividades y funciones.

La excavación también es destrucción. Como Mortimer Wheeler señalaba, cuando un arqueólogo excava es como si primero estuviese leyendo un manuscrito raro y único, y después de leerlo lo destruyese sistemáticamente, hoja por hoja. Así pues, la gran responsabilidad del arqueólogo es la precisión con la cual registra y "copia" las partes fundamentales de dicho "manuscrito".

Cuando la sociedad que se estudia estaba "viva", los utensilios eran parte de sistemas de comportamiento en espacios usados repetidamente. Un determinado tipo de utensilio tenía funciones distintas de acuerdo con el uso a que se destinara, fuera pasiva o activamente. Por ejemplo, un cuchillo de obsidiana tenía una función determinada en el taller donde se elaboró, otra en la zona de destazamiento en que fue usado y otra más en el entierro en el cual se depositó como ofrenda.

Al ser abandonado el sitio donde se llevaron a cabo las funciones de alguna sociedad los utensilios y las construcciones sufrieron derrumbes, destrucción, erosión, deposición, perturbación, modificación, rapiña y la acción de otros procesos naturales y culturales de transformación (Schiffer 1972).

El tipo de abandono del sitio influye también en el carácter de la información que puede recuperar el arqueólogo. En muchos sitios del Cercano Oriente (Manzanilla 1986a, capítulo VII) se tienen testimonios de abandonos súbitos debido a incendios, terremotos, asaltos, saqueos, inundaciones, erupciones y otros fenómenos que causaron una huida de la población, que se llevó consigo poco o nada de sus bienes. Así, las herramientas quedaron en los lugares donde fueron usadas por última vez. En Mesoamérica, por el contrario, el abandono fue paulatino, debido al deterioro del ambiente (salinización o baja de productividad de los suelos); cambios en el curso de los ríos o en las rutas de intercambio, movimientos mesiánicos, etcétera. En estos casos, la población tuvo tiempo de escoger algunos objetos para llevárselos. La cantidad y tipo de utensilios sustraídos de sus contextos de producción, uso o consumo dependieron de los medios de transporte, la distancia por recorrer, la intención de regresar al primer asentamiento, las actividades previstas para el futuro cercano, la facilidad de transportarlos, el costo del reemplazo y el valor (no siempre económico) que el objeto tenía dentro de ese sistema.

Quienes estudian los grupos cazadores-recolectores de tiempos pretéritos ( i.e. Flannery et al.1986) se han encontrado con el problema de que, cuando aquéllos iban en sus correrías en busca de alimentos y materias primas dejaban evidencias de su paso en diversos puntos del territorio, distantes entre sí y difíciles de correlacionar, por lo que resulta complicado tener una idea total de sus actividades. Cada sitio —campamento base, abrigos temporales en las rocas, cantera, lugar de destazamiento— ofrece una imagen parcial del rango total de actividades. Por lo tanto, primero es necesario localizar el mayor número de estos sitios arqueológicos potenciales, para así reconstruir el sistema regional de aprovechamiento de recursos. Después se establecen las relaciones que existan entre ellos, con el fin de insertarlos en ese patrón regional.

En asentamientos aldeanos sedentarios la gama de actividades se concentra territorialmente, de tal manera que la mayor parte de los trabajos de producción, almacenamiento, uso, consumo o desecho quedan representados en los espacios domésticos (Manzanilla, 1986b, figura 21). Frecuentemente, en sitios de clima caluroso, se hallan huellas de acciones humanas en los patios y espacios contiguos a las viviendas (Manzanilla, 1987), en particular de aquellos trabajos que implican mucho esfuerzo físico.


Figura 21. Recreación de la vida aldeana.

En los centros urbanos, además de los sectores de vivienda, existen áreas destinadas al culto, (figura 22), al gobierno, a las actividades de intercambio, a la administración y a otras instancias de la vida colectiva.


Figura 22. Templo de Quetzalcóatl en Teotihuacan, un ejemplo de construcción ritual.

Así pues el arqueólogo —como detective— tiene que localizar, registrar y analizar, sin discriminación, todas las huellas de actividad; la interpretación vendrá con el ensamblaje de las pistas concretas de acciones sociales en diversos órdenes de la vida colectiva.

A) ESTRATEGIA

En el capítulo anterior se abordó el tema de la radiografía de la superficie de la corteza terrestre que sirve para determinar el área que se va a excavar. A continuación desarrollaremos el tema de la estrategia que se debe seguir.

En el caso de la radiografía, el sector que el arqueólogo elige para practicar su cirugía presenta características interesantes: los materiales cerámicos y líticos señalan que abajo hubo ocupaciones humanas; la topografía marca microelevaciones que esconden estructuras colapsadas; las anomalías eléctricas y magnéticas denotan probables muros, zanjas, zonas de quemado, contrastes entre las actividades constructivas y la matriz en que están sepultas. La fotografía aérea mostró manchas (figura 23) de crecimiento diferencial de la vegetación; los análisis químicos revelaron concentraciones de fosfatos u otros compuestos indicadores de actividad humana.




Figura 23. Fotografía aérea del sector de Oztoyahualco, valle de Teotihuacan, que muestra la excavación de un conjunto residencial teotihuacano (a cargo de la doctora Linda Manzanilla) y las manchas de estructuras sepultas alrededor.

En primer lugar; debemos decidir la ubicación de nuestro banco de nivel, la mesa de registro, el sector de cernido de tierra y las áreas de circulación de la excavación. El banco marcará el plano nivelado desde donde restaremos las profundidades de nuestros hallazgos; es una medición altitudinal sobre el nivel del mar (o en raros casos bajo el nivel del mar particularmente en el Mar Muerto o en la arqueología subacuática). Debe estar fuera del área que se pretende excavar; pero no muy lejos, en un punto alto desde donde se domine cualquier sector de trabajo y no debe estar en un camino o una zona de labranza. También tiene que estar fijo, sobre una pequeña plataforma de cemento, para poder regresar a él cuantas veces sea necesario.

La mesa de registro debe situarse fuera de la excavación (figura 24), en sectores sombreados y protegidos de los agentes climáticos. En ella se concentran los datos de descripción de bolsas de materiales arqueológicos, contextos, áreas de actividad, estructuras, capas estratigráficas, dibujos y fotos, en cédulas especiales. Todo el personal debe verter aquí la información por lo cual, la presencia de una computadora portátil hace más sencillo este trabajo.


Figura 24. Excavación de la aldea preclásica de Cuanalan, Estado de México (a cargo de la doctora Linda Manzanilla y la doctora Marcella Frangipane). Ubicación de la mesa de registro del área de trabajo.

El sector de cernido de tierra se ubicará orientado de manera que los vientos predominantes no traigan de regreso la tierra (figura 25); ésta se tamizará con el fin de recuperar huesecillos, escamas, cuentas, esquirlas líticas y otros materiales de pequeñas dimensiones, los cuales difícilmente son rescatados en la excavación. La tierra ya cernida debe acumularse en un área que no será posteriormente excavada y cerca de un camino donde pueda ser evacuada, en caso necesario. Si el sitio estuviere en una pendiente, el sector de cribado debe estar en la misma cota que el sitio excavado, para no tener que ir cuesta arriba o cuesta abajo.


Figura 25. Zona de cernido de tierra en Cobá, Quintana Roo (proyecto a cargo del maestro Antonio Benavides y la doctora Linda Manzanilla).

La elección de las zonas de paso al interior de la zona de trabajo permitirá que los hallazgos expuestos no sean pisoteados o removidos de sus contextos antes de hacer los registros pertinentes.

En segundo lugar, se debe elegir el tipo de unidad de excavación. En cirugía, esto equivaldría a decidir si se va a practicar una incisión longitudinal o cuadrangular, si se va a perforar profundo o a remover progresivamente capas de piel hasta llegar al órgano.

Las incisiones profundas se llaman pozos o calas. Teóricamente son excavaciones que revelarán secuencias verticales de depósitos. Al perforar se tiene en mente el principio básico de la estratigrafía: los estratos más profundos son los más antiguos. Sin embargo, los pozos tienen el inconveniente de que son altamente destructivos, ya que destruyen contextos no hay control de variables topográficas y geomorfológicas y no permiten correlación con otras unidades. En casos especiales se pueden usar las calas o trincheras perpendicularmente para estructuras lineales como zanjas, canales, caminos o rampas, con el fin de obtener secciones y evaluar las técnicas constructivas.

Las excavaciones amplias, en las que se pretende correlacionar horizontalmente los contextos, reciben el nombre de excavaciones extensivas. Éstas requieren de una retícula con sistemas de coordenadas para registrar todo lo que aparece; después hablaremos sobre el tema. El principio básico que domina en este tipo de trabajo es el de asociación: los utensilios y desechos cercanos entre sí y ubicados dentro de espacios concretos tendrán significados funcionales específicos. Por lo tanto, durante la "cirugía", se debe tener mucho cuidado en la detección, registro y descripción de estas asociaciones.

B) HERRAMIENTAS

Un rubro de especial importancia es el de las herramientas: el buen cirujano debe saber cuándo usar una u otra. Si el investigador se enfrenta a grandes volúmenes de tierra, piedra y escombro acumulados para elevar una construcción (rellenos o nivelaciones), no requiere de instrumental fino, pues el criterio de asociación significativa no se cumple para esos materiales. La tierra puede provenir de sectores aledaños y haber sido producto de la remoción o perturbación de ocupaciones humanas precedentes.

Imaginemos, por ejemplo, la construcción de una gran plataforma de nivelación o la cortina de una presa. Para crearlas hay que acumular tierra excavándola de sitios no lejanos. Por lo tanto, si en ese terreno circundante hubiese huellas de sitios arqueológicos, los materiales cerámicos, líticos, óseos, etcétera, serían transportados fuera de su contexto original (primario) y serían reubicados en otro (la plataforma o la presa) como materiales sin asociación significativa (contextos secundarios).

Pongamos ahora el caso siguiente: después de la remoción de una primera capa de suelo hallamos finalmente un piso, luego muros asociados formando cuartos y contextos asociados a los pisos. Los tipos de sectores que más predominan en los sitios arqueológicos son los domésticos. Por lo tanto, debemos esperar que comiencen a aparecer fogones, basureros, áreas de cocina, áreas de estancia, sectores de trabajo artesanal, entierros, patios, etcétera. En cada uno de estos contextos aparecerán herramientas, desechos, materias primas y productos elaborados en asociaciones significativas. El arqueólogo debe limpiarlos cuidadosamente, con el fin de observar esos patrones de asociación.

La limpieza se hace normalmente con cucharillas de albañil, brochas de diversos tamaños, martillitos para romper terrones, recogedores y cubetas (figura 26). Para remover muy lentamente la tierra adherida, en el caso de hallar materiales más suaves como hueso, asta o concha, se usan estiques, perillas de aire e instrumental de dentista. Si fuesen manufacturas muy delicadas, como cestería, madera o textiles, en ocasiones conviene hacer fraguados en yeso y llevar al laboratorio todo el bloque de tierra con el material, porque a menudo se deshace en dicho proceso. En ocasiones el arqueólogo detecta solamente el "fantasma" de algo que estuvo enterrado: la silueta de un esqueleto descompuesto por la acidez del suelo, el negativo de una canasta, las improntas de un textil sobre un piso de tierra, etcétera. La fotografía, la topografía y quizá el dibujo son los únicos registros que se podrían hacer.


Figura 26. Herramientas con que generalmente excavan los arqueólogos (proyecto de estudio de la vida doméstica en Teotihuacan, a cargo de la doctora Linda Manzanilla).

Con frecuencia es necesario aplicar técnicas de "primeros auxilios" a los materiales arqueológicos recién excavados. Como ya estaban adaptados a su ambiente sepulto, en la oscuridad, a temperatura y humedad constantes, al momento de exponerlos a la intemperie sufren una exposición violenta a la luz, a la insolación, a la desecación consecuente, fenómenos que hacen frágil su estructura e inician su proceso de deterioro. Por lo tanto, el arqueólogo tiene que tratar con cuidado los materiales frágiles: consolidar con resinas reversibles los materiales que se estén desgajando (figura 27), mantener en su medio a aquellos que sufren el impacto del cambio, conservar secos los metales, dar soporte a los objetos alargados y delgados, conservar húmedos los materiales orgánicos, eliminar las sales que cristalizan al evaporarse la humedad en el interior de los objetos, etcétera.

Debido al medio en el que se efectúan las excavaciones, la arqueología subacuática requiere de herramientas propias. Además de los equipos convencionales de buceo y navegación, se necesitan mangueras de alta y baja presión, aspiradoras, perforadores, cajas para subir los materiales, cámaras subacuáticas de descompresión, teléfonos subacuáticos, pizarras para mensajes, cámaras fotográficas especiales y retículas de acero.


Figura 27. Conservación de materiales frágiles en el campo (sitio de Oztoyahualco, valle de Teotihuacan, a cargo de la doctora Linda Manzanilla).

C) COORDENADAS DE REFERENCIA

Una de las herramientas básicas de registro es la retícula de referencia sobre la excavación. Ésta divide al área de trabajo en cuadros de dimensiones constantes y sirve como eje de coordenadas para ubicar cualquier objeto, área de actividad o estructura que surja en el trabajo (figura 28). Al extender esta retícula también se pueden correlacionar diversas áreas entre sí mediante un mismo sistema de referencia.


Figura 28. Retícula sobre el sitio de Cuanalan, Estado de México. Excavación de contextos domésticos del Preclásico (proyecto a cargo de la doctora Marcella Frangipane y la doctora Linda Manzanilla).

Los ejes principales de la retícula deben estar colocados ya sea hacia los puntos cardinales o hacia la orientación preferencial de la arquitectura antigua del lugar. Generalmente una nomenclatura que incluya nortes (en el eje de las Y) y estes (en el de las X) facilita la ubicación.

Se debe tener cuidado de que las unidades de la retícula sean cuadrados (y no rombos), por lo cual hay que trazar un triángulo rectángulo para después extenderlo hacia el norte y el este. Por otra parte, la retícula debe ser nivelada en un plano; si el sitio se encuentra en una pendiente, las unidades cuadradas deberán trazarse con la ayuda de un nivel.

Algunas argucias técnicas para tender la retícula incluyen: usar pijas plásticas con el fin de que las medidas magnéticas no se alteren; plantar las pijas a 20 cm del borde de la excavación para que los sostenes de los hilos no caigan en la zona trabajada al profundizarse; usar hilo elástico de sección cilíndrica para que si alguien se tropieza con él, no se rompa y regrese a su sitio.

Las tres coordenadas que requiere cualquier material para ser localizado son: X, Y y Z .Las dos primeras proceden de las coordenadas en la retícula: se ubica el cuadro en el que fue hallado el objeto (por ejemplo, N307 E282), se toma la medida en X y en Y en relación con el origen del cuadro (en la esquina suroeste,) para lo cual se usan flexómetros o metros plegables y plomadas. La coordenada de profundidad (Z) se tiene ubicando la capa estratigráfica en la que se encuentra y añadiendo una lectura negativa respecto al banco de nivel de la excavación. Generalmente se usa para este fin un nivel con tripié, que descansa sobre la plataforma del banco de nivel, y sobre el material, un estadal o flexómetro rígido.

Las mediciones tridimensionales tienen sentido cuando se trata de objetos que se encuentran sobre pisos asociados a áreas de actividad o entierros, situados en contextos significativos en cuanto a su relación con otras herramientas, desechos o materias primas. Existen muchos otros objetos que forman parte de rellenos o nivelaciones, y que por estar fuera de sus contextos originales, no deben ser medidos tridimencionalmente. Recordemos que uno de los objetivos primordiales del arqueólogo es reconocer patrones de distribución que representen actividades del pasado.

D) ESTRATIGRAFÍA

Si recordamos cómo surge la arqueología en el siglo pasado, debemos dar crédito a la estratigrafía. Los geólogos que deambulaban por Europa recolectando fósiles detectaron que algunos restos óseos estaban asociados a herramientas de manufactura humana. Los que se encontraban en estratos más antiguos, eran más tempranos. El principio de sucesión estratigráfíca marca, pues, el inicio de la cronología relativa.

En un sitio arqueológico existen estratos de origen natural (producto del abandono, como serían acarreos eólicos, niveles de inundación, coluviones, cenizas volcánicas, suelos, aluviones, etcétera) y estratos de origen cultural (producto de la acción del hombre: terraplenes, nivelaciones, terrazas, pisos de ocupación, etcétera).

En la estratigrafía natural existen, según Harris (1977), cuatro leyes: la de superposición (los estratos más antiguos son los más profundos); la de tendencia a la horizontalidad original (los materiales acarreados por el viento, el agua o la gravedad se acumulan en forma horizontal); la de continuidad original (excepto por procesos posteriores, los estratos son continuos) y la de asociación faunística (las capas contendrán restos de fauna representativa de la época, clima, condiciones ambientales, etcétera).

A diferencia de esto, la estratigrafía cultural puede tener contactos verticales (muros, cimientos); no siempre tiene unidades litificadas; los vestigios no necesariamente fechan un estrato como lo hace la fauna, ya que puede haber reuso o acarreo de los objetos, y no se trata de fenómenos universales (la intervención del hombre en el paisaje es específica, figura 29).


Figura 29. Estratigrafía del sitio de Arslantepé, Turquía oriental. Ocupaciones pertenecientes a la Edad de Bronce y del Hierro (proyecto a cargo de la doctora Alba Palmieri, cortesía de la doctora Linda Manzanilla).

El reconocimiento de estratos durante la excavación se basa en criterios que proceden de la edafología y la sedimentología: profundidad, tipo de contacto, reacción a ciertos reactivos, estructura, desarrollo, color, consistencia, cementación, textura, características del esqueleto; existencia de películas, grietas o fisuras, concreciones, nódulos y manchas; y la actividad animal (figura 30).




Figura 30. Descripción edafológica en un perfil del sitio de Cobá, Quintana Roo, por la bióloga Lourdes Aguirre (proyecto a cargo del maestro Antonio Benavides y la doctora Linda Manzanilla.

Los estratos arqueológicos pueden ser descritos por sus contornos limítrofes (qué intruyen, sobre qué descansan), cotas, volumen y masa, dimensiones, materiales asociados, posición estratigráfica y cronología relativa. Según Harris (977), las unidades arqueológicas pueden ser huecos (trincheras, zanjas, puentes, hoyos) o sólidos (muros, montículos, rellenos). Una de las tareas del arqueólogo es dilucidar el orden en que fueron construidas, depositadas o excavadas estas unidades.

Por otro lado, existen diversos factores que complican la estratigrafía. En primer lugar, están aquellos que dificultan el reconocimiento de los contactos entre los estratos: procesos de intemperismo y lixiviación, formación de suelos, acción de lombrices y otros animales, paso de la gente, etcétera. En segundo lugar, en subsuelos de arena, grava o rocas permeables se forman elementos naturales que simulan rasgos arqueológicos: los hoyos de disolución semejan hoyos de poste, las fisuras parecen zanjas. En tercer lugar, existen estratos imbricados (como los rellenos de los canales naturales, en los que las lentículas se apoyan parcialmente una encima de otra) donde se deben definir los extremos de las lentículas. En cuarto lugar, está el problema de considerar el estrato estéril, es decir, uno que pueda tener más abajo otros materiales arqueológicos; a menudo se trata de aluviones o cenizas volcánicas que al caer destruyeron ocupaciones anteriores.

Cuando se presentan problemas de distinción de contactos entre estratos pueden ser de ayuda las lámparas de Wood o de luz ultravioleta (luz negra); así, los restos de materia orgánica se activan con la radiación y producen fluorescencia. También se puede utilizar luz infrarroja, luz amarilla de sodio o técnicas de realce de color.

P. Barker (1977) ha señalado algunos principios y reglas de la excavación. Entre los principios están: registrar y remover cada estrato o rasgo en el orden inverso a su deposición o construcción, en un área tan extensa como sea posible; registrar elementos o estratos con tanto detalle como sea necesario para reconstruir el sitio, estrato por estrato, cada uno con sus rasgos y elementos; considerar que todos los rasgos observables son igualmente significativos hasta que se pruebe lo contrario.

Entre las reglas, Barker señala las siguientes: excavar, registrar y cribar un estrato a la vez; exponer los rasgos de un estrato para entenderlo como un todo; excavar de una zona de estratificación más complicada a una de menor complejidad; afrontar horizontalmente, de arriba hacia abajo, todo problema de excavación (no hacerlo lateralmente); excavar primero la parte más alta; proceder y avanzar en un movimiento de espaldas para no pisotear superficies recién limpiadas y para distinguir cambios inmediatamente después de haberlos excavado; excavar en una misma dirección; y limpiar escrupulosamente esta superficie.

E) DETERMINACIÓN DE CONTEXTOS

Consideramos que la unidad mínima significativa del contexto arqueológico es el área de actividad porque revela patrones de comportamiento; ésta se define como la concentración y asociación de materias primas instrumentos, desechos macroscópicos o invisibles (como los compuestos químicos) en superficies o volúmenes específicos. A un nivel social, la unidad mínima sería la doméstica, es decir; el área de residencia de un grupo determinado y sus áreas de actividad, entendiéndose por grupo doméstico a los individuos que comparten el mismo espacio físico para comer, dormir, descansar; crecer y procrear (Lastell, 1972, en Manzanilla 1986b: 14). La excavación extensiva debe considerar como unidad mínima el área que ocupa una unidad doméstica, como entidad de producción y de consumo.

La excavación de áreas habitacionales requiere de paciencia y rigor en el registro (figura 31), (Manzanilla, 1993). A menudo los pisos son de tierra apisonada y los muros de adobe. Al colapsarse éstos, resulta una masa informe en el interior de los cuartos. A menudo es difícil diferenciar el colapsamiento de los restos de los muros in situ.




Figura 31. Excavación de sectores domésticos en el sitio maya de Cobá, Quintana Roo (proyecto a cargo del maestro Antonio Benavides y la doctora Linda Manzanilla).

Otro problema es que frecuentemente los sitios habitacionales son asentamientos en donde se encuentran numerosas ocupaciones superpuestas, durante largos periodos. Esto hace que las obras emprendidas por cierto grupo perturben las ocupaciones anteriores (fosas de entierro, zanjas, pozos de almacenamiento, hoyos de basura y cimientos, construcción de terrazas o montículos). Uno de los ejemplos más sobresalientes de este fenómeno es el tell (tepé o hüyük) del Cercano Oriente: un montículo artificial formado por la acumulación sucesiva de milenios de ocupación en el mismo punto (figura 32). La superposición en un tell puede ser total, parcial y discontinua.




Figura 32. El tell de Arslantepé, Turquía Oriental (proyecto a cargo de la doctora Alba Palmieri, cortesía de la doctora Linda Manzanilla).

Los factores que determinan la elección de un sitio para ubicar un asentamiento de cierta continuidad son: la existencia de tierras agrícolas cercanas o recursos hidrológicos perennes, la posición estratégica o ventajosa para la defensa, la presencia de fuentes de materias primas y la cercanía a las rutas principales de comunicación.

Al iniciar la excavación de contextos domésticos es necesario en primer lugar, determinar si nos encontramos en espacios abiertos (patios, plazas, calles, caminos, campos de cultivo, huertos) o techados (casas, almacenes, talleres, santuarios, palacios, ciudadelas, construcciones administrativas, escuelas, mercados). En el segundo caso, la asociación de artefactos, desechos y materias primas nos revelará funciones significativas. Los materiales arqueológicos se pueden hallar en contextos de aprovisionamiento, de preparación y producción, de uso-consumo, de almacenamiento o de desecho (Schiffer 1972; Manzanilla l986b: 11-13). Para ejemplificar los contextos de aprovisionamiento nos referiremos a las canteras, yacimientos y minas donde se encuentran áreas de actividad relacionadas con los procesos de extracción y canteado, pero también sitios de caza, pesca, pastoreo y cultivo. Los contextos de preparación y producción incluirían zonas de destazamiento, molienda y cocción de alimentos, además de la presencia de talleres. Los contextos de uso-consumo pueden relacionarse con la subsistencia (áreas de consumo de alimentos, corrales), con la circulación e intercambio (mercados), con la esfera política (palacios y fortalezas) y con el ámbito ideológico (tumbas, santuarios, templos). Los contextos de almacenamiento incluyen pozos, graneros, trojes, cuartos, cajas y ollas (Manzanilla, 1988). Los contextos de evacuación y desecho se refieren a basureros y hoyos destinados para ese fin.

Según K. Flannery (1976), el estudio de actividades en los sitios habitacionales nos proporciona datos sobre la especialización del trabajo al interior del asentamiento; así, distingue entre actividades:

a) De carácter universal (compartidas por todos los grupos domésticos),

b) restringidas a ciertos conjuntos domésticos en cada asentamiento,

c) de especialización regional (que aparecen en ciertos conjuntos domésticos en algunos asentamientos),

d) especializaciones únicas (detectadas solamente en un asentamiento).

La excavación de cuevas requiere de una planificación distinta de la de áreas domésticas en sitios abiertos. Generalmente son ocupadas por grupos trashumantes que dejan rastros de sus actividades en ellas. Sin embargo, también son visitadas por animales —en muchos casos carroñeros y carnívoros (hienas, chacales, osos, búhos, leones)— que en ocasiones dejan señales de su existencia. La línea de goteo de la cueva representa el umbral que separa el sector techado del abierto. Sin embargo, muchas actividades de las bandas de cazadores-recolectores se llevaban a efecto en las terrazas frente a las cuevas o en los taludes. En estos últimos, los procesos de erosión, coluvión y transporte frecuentemente mezclan o invierten las estratigrafías, por lo que es difícil correlacionar la información procedente del interior de la cueva con aquella del exterior.

La excavación de sitios monumentales requiere de un conocimiento especial de arquitectura e ingeniería. Antes que nada se debe delimitar la masa de la estructura de los espacios en los que se llevaron a cabo las actividades (figura 33). La masa (frecuentemente una plataforma o montículo) representa lo que hemos denominado contextos secundarios. Los materiales de relleno están fuera de sus contextos originales, por lo tanto, no sirven para fechar directamente la estructura.


Figura 33. Vista de Teotihuacan (plataformas de sustentación de los templos).

Generalmente, los palacios y templos se limpian con el fin de determinar la ubicación de los accesos (rampas, escalinatas), la presencia de estructuras anexas, la existencia de frisos o cornisas caídas, el trazo de los muros externos, etcétera. Al excavar en el interior de la masa, el arqueólogo pretende determinar la existencia de subestructuras, las características del relleno, la presencia de sistemas de contención, etcétera.

F) REGISTRO

Como señalamos anteriormente, el registro tridimensional es aplicado a aquellos materiales sobre superficies de ocupación (pisos, apisonados, etcétera) y dentro de áreas de actividad. En ocasiones es suficiente el dibujo detallado de los objetos en relación con las estructuras, ya que del dibujo se infieren las asociaciones (sólo faltaría la medida de profundidad). Para el resto de los materiales, basta proporcionar el cuadro y la capa en los que fue hallado el material.

Una de las formas de registro más importantes es la fotografía en blanco y negro y de color, ya que da mejor cuenta de la realidad de los contextos tal como están cuando son limpiados por los arqueólogos. Se pueden tomar desde globos aerostáticos, árboles, torres, escaleras de bomberos o andamios de aluminio. El uso de escalas de referencia, flechas dirigidas al norte y pizarrones de letras móviles permiten la ubicación espacial y contextual de la foto. Las fotos oblicuas de cortes estratigráficos y paredes de excavación, a distintas horas del día y con filtros diversos, revelan detalles que quizá no se aprecian a simple vista.

El dibujo es un medio para destacar asociaciones, estructuras, cortes y estratigrafías que permiten ubicar con mayor precisión el contexto en que fueron hallados los objetos. Un dibujo debe llevar siempre un título, una escala gráfica (con el fin de manejar dimensiones reales) y un señalamiento del norte. Los dibujos de planta (figura 34) ponen en evidencia la relación entre estructuras y áreas de actividad, y dentro de éstas, los diversos objetos que las integran; cada nivel de ocupación requiere de una planta. Los cortes o secciones permiten entender la dimensión vertical, es decir, la superposición de estratos y la forma de unidades huecas y sólidas (figura 35). En arqueología, en lo que se refiere a la estructura, se usan escalas 1:20, y para detalles de: 1:5 (es decir, que un centímetro del dibujo corresponde a cinco centímetros de la realidad). También se hacen perspectivas para interpretar los contextos que estamos estudiando e insertar los objetos en los lugares donde fueron hallados (figura 36). Este tipo de dibujo da una buena idea de cómo pudo haber sido la estructura cuando fue usada.




Figura 34. Plano de una unidad habitacional maya en el sitio de Cobá, Quintana Roo (excavación del maestro Antonio Benavides y la doctora Linda Manzanilla) (Manzanilla, 1987).




Figura 35. Dibujo de una sección estratigráfica del sitio olmeca de San Lorenzo Tenochtitlan (proyecto a cargo de la doctora Ann Cyphers) (Cyphers, 1990).




Figura 36. Un templo mexica en Tlatelolco, con sus ofrendas (cortesía del profesor Eduardo Matos Moctezuma, dibujo de Fernando Botas).

La descripción de bolsas de material arqueológico (figura 37), capas, áreas de actividad (figura 38), entierros y estructuras se hace en formularios especiales para ser llenados conforme se avanza en la excavación. Cada formulario lleva una numeración progresiva para el mismo sitio. En las áreas de actividad, las entradas básicas para describirlas son: ubicación, contexto, delimitación, forma, contenido, asociación, posible función, agentes de perturbación, y muestras tomadas (figura 39). Para los cuartos de una estructura se requieren datos del espacio techado (dimensiones, orientación del acceso, forma, materiales constructivos), muros (dimensiones), vanos (dimensiones y orientación), pisos (descripción y profundidad), rellenos, existencia o no de escalinata y áreas de actividad asociadas (figura 40).




Figura 37. Hoja de registro para las bolsas de materiales arqueológicos procedentes de la excavación.

Vemos, pues, que la cirugía del sitio arqueológico requiere de rigurosos procesos de limpieza, delimitación, ubicación, registro y descripción. Así, las diversas pistas de las actividades del pasado son integradas a un gigantesco rompecabezas de interpretación sincrónica (una foto instantánea del comportamiento de una sociedad en un momento dado) y diacrónica (los cambios de comportamiento a través del tiempo de las diversas sociedades de una región).


Figura 38. Hoja de registro de entierros.



Figura 39. Hoja de registro de áreas de actividad.




Figura 40. Hoja de registro de las estructuras