IX. CONSIDERACIONES FINALES

LA SUPERFICIE terrestre es un elemento en constante transformación por la actividad interna —tectónica y volcánica— y la externa —intemperismo, erosión y acumulación— del planeta.

Hoy día sabemos que muchos sistemas de montañas se encuentran en proceso de desarrollo, lo mismo que las fosas profundas, tanto en los continentes como en las cuencas oceánicas. Los procesos de la erosión y la acumulación frenan su crecimiento: en un caso destruyen las elevaciones; en otro, rellenan las depresiones.

Poco a poco hemos ido conociendo las velocidades de los procesos encargados de transformar el relieve terrestre. El hombre se acostumbra a la idea de que habita un mundo dinámico; el de hoy es distinto al de ayer. Los cambios a veces son violentos, incluso catastróficos, aunque es lo menos frecuente; predominan aquellos que se hacen notables en miles, decenas, cientos de miles, e incluso en millones de años. Si nos remontamos en el pasado, tan sólo un millón de años, nuestro país sería irreconocible: las costas tendrían otra posición, los niveles altitudinales serían distintos. Pero no hay necesidad de ir tan lejos, en 100,000 años nacieron y crecieron muchos volcanes mexicanos, otros fueron semidestruidos por la erosión; zonas húmedas se volvieron áridas; desaparecieron lagos y mantos de nieve y hielo; en otras regiones aumentó el caudal de los ríos.

La ciencia que estudia el relieve terrestre —la geomorfología— se ha transformado radicalmente en los últimos años. Nació en el umbral del siglo XX como disciplina geográfico-geológica y hoy día es ya independiente, ha alcanzado su mayoría de edad. En 1985 se celebró en Manchester; Inglaterra, el primer congreso geomorfológico internacional, suceso histórico en las ciencias de la Tierra. Ocurrió después de más de un siglo de la celebración de los primeros congresos internacionales de Geografía (1871) y de Geología (1878). Todos tienen actualmente una periodicidad de cuatro años.

La evolución de la ciencia es un proceso natural y cada vez más difícil de asimilar por la velocidad con que se produce. La ciencia aristotélica perduró dos mil años. Las ciencias naturales del último cuarto del siglo pasado, que eran del dominio de una minoría ilustrada, hoy día, con muchos cambios, son solamente parte de la enseñanza preuniversitaria. El crecimiento de una ciencia la conduce a una crisis cuando ésta empieza a subdividirse en disciplinas independientes, que se hallan, a la vez, en evolución. Esto ha ocurrido con la geografía, la geología y hoy día también con la geomorfología.

Y en este proceso hay algo que puede parecer contradictorio: las disciplinas independientes no representan un aislamiento sino, por el contrario, un acercamiento a otras. Así hemos visto en los últimos 25 años que las disciplinas geológicas se encuentran en una relación cada vez más estrecha con otras: en algunos casos es la química, en otros las matemáticas, la física o la biología. La geografía es uno de los casos más interesantes, por su relación con las ciencias naturales y sociales. Al observar distintas revistas geográficas o la temática de los congresos, encontramos una relación estrecha, lo mismo con la economía, la demografía, la sociología, etc., que con las matemáticas, la química, la física y la biología.

Es también natural que la geología y la geografía general persistan y sean defendidas como tales. Seguramente seguirán siendo útiles y necesarias pero paralelamente con las disciplinas nacidas de ellas.

En la geomorfología se manifiesta una situación semejante. Algunos especialistas basan su trabajo en la cuantificación (con aplicación de las matemáticas) de fenómenos estudiados, en especial los procesos exógenos; otros están más relacionados con la tectónica y la sismología; hay quienes requieren de profundos conocimientos de mineralogía y sedimentología. Todo esto se debe a que las aplicaciones son cada día mayores y los problemas a resolver más complicados.

El estudio detallado de las formas superficiales de la Tierra y de sus procesos actuales nos permite inferir cambios futuros, a corto (decenas de años) y largo plazo (cientos de años).

Por ejemplo, se pueden predecir fenómenos que representan riesgos, como derrumbes, corrientes de lodo, inundaciones y, como se ha mencionado en páginas anteriores, hay métodos geomorfológicos que se están aplicando para la predicción de sismos y de erupciones volcánicas.

La construcción geológica interna de cientos y miles de metros, a partir de la superficie terrestre, se expresa en ésta a veces en forma directa; en otras se deduce por algunos indicios. También hay rasgos simples (tipos de valles, cambios bruscos en la morfología, etc.) y procesos (intensidad de la erosión fluvial y otros) que permiten inferir actividad de levantamiento, hundimiento o desplazamiento horizontal. Y todo esto se ha aplicado durante los estudios preliminares para la construcción de grandes obras de ingeniería, en la búsqueda de yacimientos minerales (incluido el petróleo) y en otras cuestiones.

Se considera que la geomorfología del siglo XX profundizará en el estudio del relieve y procesos de los fondos oceánicos; los métodos matemáticos tendrán cada vez mayor aplicación; se hará más estrecha la relación con la ecología, debido a que el hombre es actualmente el agente modificador más importante del relieve terrestre; seguramente se incrementarán los estudios sobre geomorfología de regiones tropicales, campo descuidado por los principales especialistas actuales de Europa y Norteamérica. Se ocupa también la geomorfología (con este nombre) del estudio de la superficie de los astros del sistema solar, tema de investigación en crecimiento acelerado que para el siglo próximo será notable en lo cualitativo y cuantitativo.

En las dos últimas décadas ha sido explosivo el desarrollo de los métodos de estudio con imágenes de satélite y, en relación con esto, de los sistemas de información geográfica (SIG), mismos que tienen aplicación en numerosas disciplinas, en especial en las geociencias.

A partir de 1989 surgieron o se fortalecieron en muchos países las sociedades geomorfológicas, lo mismo que reuniones académicas sobre la materia y publicaciones. Hoy día, las revistas especializadas en geomorfología de mayor prestigio son: Zeitschrift fur Geomorphologie, Earth surface, processes and landforms y Geomorphology. A éstas se agregan varias más, internacionales y nacionales.

Aunque parezca contradictorio, para el especialista será cada vez más necesario trabajar en conjunto con profesionistas de otra formación. El geomorfólogo, dependiendo del trabajo que realiza, se relaciona con agrónomos, edafólogos, geofísicos, geólogos, ingenieros constructores, arqueólogos, ecólogos, geógrafos y hasta con cosmonautas. Escribió Oscar de la Borbolla: "Ahora que las ciencias en lugar de fronteras tienen puertas de cantina por las que se va y se viene de un territorio a otro, sin requerir visado de especialista, vemos un espectacular desarrollo de temas que se creían agotados". 1

Entre 1990 y 1992 se publicó el Atlas Nacional de México, por el Instituto de Geografía de la UNAM, lo que representó un paso firme en los estudios geográficos a nivel nacional; la obra incluye varios mapas geomorfológicos. Es un tipo de publicación que muestra el grado de conocimiento del país en una época determinada y que requiere de una actualización periódica.

Los problemas a resolver son cada día más complejos: los yacimientos minerales ya no están a flor de tierra, la superficie habitable se reduce, la erosión de los suelos agrícolas sigue avanzando, el desarrollo industrial crea una contaminación alarmante. En el umbral del siglo XX son temas de actualidad: el agujero en la capa de ozono, el posible cambio climático, la contaminación y otros más. Los problemas mayores que amenazan a la humanidad ya no son sólo los naturales, sino los inducidos por el hombre, que ahora trata de resolverlos.

Excelsior, 17-VIII-91.