VI. CONCLUSIONES

ESTAMOS lejos de conocer a nuestro planeta, la Tierra, a pesar del gran desarrollo alcanzado por las diversas disciplinas que se encargan de su estudio. Es alentador que el estado actual de las geociencias supere sustancialmente al de hace diez años y seguramente para los inicios del siglo XXI contaremos con una información mucho más valiosa.

El hombre se ha vuelto más vulnerable a las catástrofes naturales. No porque éstas vayan en aumento, sino por la misma actividad humana que provoca el crecimiento de las ciudades, la creación de obras gigantescas de ingeniería y la alteración del equilibrio de la naturaleza.

Los sismos, las erupciones volcánicas y otros fenómenos naturales catastróficos se seguirán produciendo como parte de la actividad o vida de la Tierra. Todavía no se pueden predecir los primeros y las segundas se pueden detectar con semanas o días de anticipación, aunque el resultado final sigue siendo impredecible.

Es posible, en cambio, definir las regiones de la superficie terrestre vulnerables a fenómenos naturales como los mencionados, y agregar ciclones, tornados, inundaciones, hundimientos, etc. Es precisamente en lo que se ha avanzado en forma considerable en el mundo en los últimos años, aunque son estudios cuyos orígenes se remontan varias décadas. A esto se agregan las posibles consecuencias de un ascenso del nivel del mar, de más de un metro en el próximo siglo. No sería un problema aislado, sino producto de un cambio climático provocado por el hombre.

Ante los fenómenos catastróficos, mientras no sea posible evitarlos ni predecirlos, sólo queda la solución de estudiarlos en forma exhaustiva. Es una etapa para llegar a lo que se pretende en el futuro, algo tan importante como la predicción de los sismos. Las limitaciones son dos principales: los fenómenos que se originan en el interior de la Tierra a gran profundidad no son observables como el nacimiento y evolución de un huracán; además, el tiempo en que se han estudiado es muy breve. En general, se conocen los sismos por la historia y las leyendas y con mayor detalle se empiezan a estudiar en este siglo XX. Cada terremoto y cada erupción volcánica aportan nueva información, pero seguramente tendrá que haber muchos más para que los especialistas se acerquen más al conocimiento de estos problemas.

Todas estas cuestiones son de tipo universal. Pero al realizar el estudio de un territorio determinado, vemos que los métodos generales dejan de ser aplicables de un territorio a otro. Muchos estudios detallados y modernos, geofísicos, geográficos y geológicos que se han hecho en los países más avanzados no serían fácilmente realizables en México mientras no se cubran las etapas principales de estudio. El mejor parámetro para valorar el grado de conocimiento de un territorio son los mapas existentes sobre el mismo, tanto los básicos topográficos o batimétricos, como los temáticos.

El estudio de los fenómenos catastróficos y las zonas vulnerables no puede realizarse sin una buena cartografía. Primero, para señalar en el mapa general las localidades expuestas a riesgos; segundo, las regiones y tercero, los mapas detallados de cada una de las localidades de interés. Sobre esto hay un avance muy grande en Italia y Japón, entre otros países. En México está por cubrirse la primera etapa.

La cartografía temática evoluciona a la par que las diversas disciplinas geográficas y geológicas. Pero, a diferencia de lo que sucede en las ciencias exactas, los métodos de investigación no siempre se pueden aplicar automáticamente de un lugar a otro, lo que sólo es posible cuando existen los mismos grados de desarrollo. Esto significa que por medio de los mapas temáticos es posible definir el grado de conocimiento que el hombre tiene de un territorio determinado.

El mundo está cambiando a un ritmo que nunca se había visto: crecimiento demográfico, modificación al ecosistema global, agotamiento de recursos. Por esto también muchas disciplinas, en especial la geografía, serán distintas en el siglo XXI y los especialistas tendrán mucho que hacer.