VII. PREDICCIÓN

PUEDE DECIRSE que la labor de la mayor parte de los sismólogos de todo el mundo está encaminada, de una forma u otra, a lograr predecir los grandes terremotos. Existe una rama de la sismología que trata de aplicar los conocimientos existentes para predecir sismos y determinar las áreas de la sismología que requieren investigación inmediata con miras a lograr tal fin.

El término "predicción" es a menudo utilizado por gente diferente con significados distintos, que son más o menos serios y precisos, por lo que sería conveniente el estandarizar el uso de los términos empleados (1). Una definición formal, con valor científico, es la siguiente:

Llamamos predicción sísmica a la especificación (anticipada), dentro de márgenes pequeños, de la magnitud y localización epicentral de un sismo específico que debe ocurrir dentro de un intervalo de tiempo (definido por lo general a partir del presente), y del nivel de confianza de la ocurrencia. La predicción es a largo plazo cuando el intervalo de tiempo va de años a décadas; a mediano plazo, de semanas a años; a corto plazo de horas a semanas.

Es muy importante subrayar la "pequeñez" (naturalmente relativa) de los márgenes de error aceptables para una predicción seria. Una predicción sísmica ideal sería capaz de predecir el tamaño de un sismo con variaciones de unos ± 0.2 grados de magnitud, de unos cuantos kilómetros para el epicentro, y de unas cuantas horas para el tiempo.

Afirmar que durante los próximos 10 años se producirá un temblor de magnitud entre 6 y 8 en algún lugar de México no puede considerarse una predicción; las estadísticas nos dicen que es casi seguro que esto ocurra, y la tal "predicción" sería una perogrullada. Tampoco es correcto predecir un sismo de magnitud 8 en un lugar determinado, y dar por cumplida la predicción si ocurre allí un sismo de magnitud 5; o si el sismo fue de magnitud 8 pero ocurrió lejos del lugar predicho, etcétera.

Dar estimaciones de error requiere del uso de técnicas estadísticas, y hace que la predicción pueda ser expresada, equivalentemente, en términos probabilísticos (2).

A continuación revisaremos algunos métodos de predicción actualmente en estudio. Es necesario señalar aquí que todos estos métodos no son aún completamente confiables; podemos señalar lugares de alto riesgo sísmico y hacer predicciones tentativas, pero definitivamente todavía no se pueden hacer predicciones exactas. Aunque se han dado casos de vaticinios acertados de algunos terremotos, por ejemplo el de Haicheng (China) en 1975; las mismas técnicas no han resultado en otros casos, como, por ejemplo, el de Tangshan (China) en 1976 (3). Por eso no se debe hacer caso a personas que pretendan hacer tal tipo de predicciones (generalmente basadas en poderes sobrenaturales, numerología, pseudociencia, histerismo o mala fe). Es muy recomendable la creación de un consejo o cuerpo colegiado, responsable en la Nación, encargado de estudiar las predicciones propuestas y, en su caso, hacerlas públicas (4), según lineamientos de cooperación con las autoridades (5).

Aunque es éste un campo relativamente nuevo, se cuenta ya con una enorme bibliografía al respecto; a continuación se mencionarán, al tratar cada punto, sólo algunas referencias como ejemplos. Se recomienda, para obtener un panorama general, leer las referencias (6 y 7).

VII. l POTENCIAL SíSMICO

El potencial sísmico de un lugar determinado es la posibilidad de que, en un intervalo de decenios, siglos o milenios, pueda ocurrir en él un gran terremoto (1). Su determinación se basa en datos como los resultantes de estudios sísmicos, geológicos e históricos, que permitan identificar un lugar como sismogénico, aunque no sean suficientes como para poder determinar tiempos probables ni evaluar niveles de confianza sobre la ocurrencia de futuros sismos. La determinación de potenciales sísmicos resulta de gran valor para la identificación de regiones de interés para futuros estudios sismológicos y puede considerarse como un paso previo a la predicción.

Como ejemplo de declaraciones sobre el potencial sísmico podemos citar a A. Imamura, quien encontró que los terremotos en el sureste de Japón se repetían con intervalos de 100 a 150 años, y notó que no había ocurrido (en 1928) ningún terremoto al sureste de Shikoku en 70 años, por lo que sugirió que uno era inminente. En esa zona ocurrieron dos terremotos, con Graphics = 8 y Graphics= 8-2, en 1944 y 1946 respectivamente.

La comparación de las velocidades de corrimiento determinadas a partir de los momentos sísmicos, con las indicadas por los lineamientos magnéticos y otras observables de la tectónica de placas (8) sirven perfectamente para identificar posibles zonas de acumulación de esfuerzos (9). Por ejemplo, en la región de Oaxaca, el corrimiento medido a partir de la actividad sísmica es de 2 cm/año (10), y es mucho menor que el indicado por los movimientos relativos de las placas de Norteamérica y de Cocos [4.7 cm/año (11) a 7.6 cm/año (12) ].

VII.2 PREDICCIÓN A LARGO PLAZO

La predicción a largo plazo se basa, naturalmente, en observaciones a gran escala cuya extrapolación lleva implícita una incertidumbre que requiere de un intervalo extenso para asegurar una probabilidad confiable. Puede hacerse basándose únicamente en estudios estadísticos, o ayudándose con modelos físicos, semejantes a los que veremos a continuación.

Existen dos modelos principales (13 y 17) (y muchas variantes de ellos) usados actualmente para proponer teorías de predicción. El modelo de tiempo predecible [Figura 45 (a)] dice que los sismos ocurren cuando el esfuerzo (indicado en la parte superior) alcanza un valor determinado; por lo tanto, si conocemos ese nivel y sabemos cuál fue la caída de esfuerzos del sismo anterior y la velocidad con que se acumulan los esfuerzos, podemos predecir cuándo ocurrirá el siguiente, pero no podemos decir qué tan grande será.

El modelo de corrimiento predecible [Figura 45 (b) ] dice que cada vez que ocurre un sismo, el nivel de esfuerzos en la falla baja a un valor determinado, para lo cual el corrimiento en la falla en un sismo dado, debe ser tal que reponga la deficiencia de corrimiento que causa el esfuerzo. De esta manera, no podemos decir cuándo ocurrirá un sismo, pero sabemos qué tan grande será en el momento en que pueda ocurrir.



Figura 45. (a) Modelo de tiempo predecible; (b) Modelo de corrimiento predecible.



La figura 46 muestra el corrimiento acumulativo de toda la costa de México, que parece ajustarse al modelo de corrimiento predecible (14). Sin embargo, sabemos que, en una falla determinada, los sucesos que se producen después de un sismo grande no regresan el nivel de esfuerzos de ésta a un nivel base, y que los grandes ocurren solamente a partir de que exista en la falla cierto nivel mínimo de esfuerzos (15), por lo que es posible que el modelo de corrimiento predecible sea apropiado solamente con base en datos que incluyan observaciones de muchas fallas.



Figura 46. Corrimiento sísmico acumulativo (1870 a 1980) en la Trinchera Mesoamericana a lo largo de México (Latitud 90 W a 150 W).

Estos modelos, aparentemente tan sencillos, llevan implícita una gran cantidad de suposiciones y condiciones, pero son un buen punto de partida para la elaboración de modelos más realistas, por ejemplo, algunos que incluyan efectos de la actividad viscosa postsísmica y de la deformación (16).

VII.2.1 Vacancias. Se ha observado que los terremotos ocurren generalmente muy cerca de donde se han producido otros y que sus áreas de ruptura son muy parecidas a las de los terremotos previos (17); esto es, los terremotos "recurren" en los mismos lugares (18), y el tiempo entre repeticiones es llamado periodo de recurrencia.

Además se observó que las áreas de ruptura de los grandes terremotos casi no se traslapan con las adyacentes; generalmente las áreas de ruptura cosísmica nunca se traslapan, y los traslapes se observan, por lo común, sólo en las áreas definidas por réplicas durante tiempos largos (semanas a meses) después de un sismo.

Un área situada en una zona sísmica y donde haya ocurrido anteriormente al menos un gran terremoto, y en la que hace mucho tiempo no haya ocurrido otro, puede ser considerada como una zona que ha estado acumulando energía elástica y donde puede producirse un sismo semejante a los anteriores; se le conoce usualmente con el nombre de gap, aunque se ha intentado darle nombres en español, tales como vacancia o brecha sísmica. Si el tiempo transcurrido desde el último sismo es comparable a, o mayor que, el periodo de recurrencia, se dice que el gap está "maduro" (19).

Al considerar como gaps a regiones pertenecientes a las fronteras de las placas que no hubieran experimentado un gran terremoto en un mínimo de 30 años, fueron catalogados 5 gaps en México en 1979 (20), según se muestra en la figura 47. De éstos, se han "roto" (esto es, han experimentado sismos que han fracturado áreas que llenan los gaps), hasta la fecha, tres, en los sismos de Oaxaca (1978, M = 7.8), Petatlán (1979, M = 7.6) y Michoacán (1985, M = 8.2 y M = 7.5). El sismo de Playa Azul (1981, M = 7.3) ocurrió dentro del gap de Michoacán, pero no alcanzó a romperlo completamente.

Quedan, por lo tanto, dos gaps mayores: el de Jalisco, donde ocurrió en 1932 el que ha sido, probablemente el mayor sismo registrado en México (21 y 22), y que está maduro y puede ser origen de un gran terremoto en un futuro próximo.

Otro gap es el de Tehuantepec, localizado en la zona donde la dorsal de Tehuantepec intersecta la trinchera; este gap no ha producido hasta ahora sismos fuertes, por lo que su potencial es desconocido (20). Existe la posibilidad de que el corrimiento en esta zona sea asísmico debido a la presencia de esta dorsal de casi 2 km de relieve; la geología superficial presenta también grandes cambios en la estructura de esta zona. Se requieren mayores estudios para tener siquiera una idea del potencial sísmico que encierra.

Existe, por último, un gap relativamente pequeño en Oaxaca; aparentemente el sismo de 1978 no alcanzó a romperlo completamente (23 y 24). Un sismo que rompiera completamente este gap sería probablemente de mecanismo sencillo y de magnitud intermedia (del orden de 7.1 +); puede ocurrir en un futuro cercano.



Figura 47. Gaps sísmicos en 1979.



Se han observado relaciones aproximadas entre las dimensiones de las fallas y los momentos y magnitudes de los sismos que producen; por ejemplo, Mo es proporcional a Graphics(donde S es la superficie de la falla), Ms es proporcional a log L o a Log L³ (donde L es el largo de la falla) para sismos muy grandes y muy pequeños, respectivamente (25). Otras fórmulas que relacionan estos valores son:

M= log S + 4.15 (26),

y

log S= 1.02 Ms - 4.01. (11)

Estas relaciones permiten fijar límites máximos a los sismos que puede generar un gap determinado, ya que pueden ocurrir en él también sismos menores que lo rompan sólo parcialmente.

En México y Mesoamérica los eventos grandes están caracterizados por rupturas máximas de 100 a 200 km de largo, que son relativamente cortas comparadas con rupturas del orden de, o mayores que, 500 km, como las observadas en Chile y las Aleutianas (27). Estas dimensiones máximas indican que en México no son probables sismos mucho mayores que el de Michoacán de septiembre de 1985.

Es importante mencionar que poder determinar no sólo el tamaño sino la existencia misma de los gaps depende de conocer adecuadamente la sismicidad. Éste es un problema grave si no se cuenta con una red adecuada de sismógrafos; la falta de datos puede hacer que no se dé importancia a un gap maduro (28) o, por el contrario, que se desperdicien esfuerzos (necesarios en otra parte).

VII.2.2 Migración. Algunos estudios sugieren que los epicentros de los terremotos migran, es decir, definen una trayectoria que puede indicar la dirección y el tiempo aproximado en que ocurrirá el siguiente sismo (29); la idea es razonable si consideramos que producen concentraciones en las áreas vecinas que, a su vez, originan nuevos terremotos (7). La interpretación de estas observaciones, sin embargo, parece ser bastante subjetiva, y en un buen número de casos sólo es efectiva en predicciones "al pasado" (descripciones de cómo las observaciones podrían haber predicho lo que ocurrió).

VII.3 PREDICCIÓN A MEDIANO Y CORTO PLAZOS

Vimos ya que por cada sismo de gran magnitud ocurre un gran número de sismos pequeños; de manera que en, o cerca de, una vacancia se observa generalmente actividad sísmica con eventos de pequeña a mediana magnitud. Cuando es posible, tras haber identificado una zona de interés, se llevan a cabo estudios en detalle de la zona, con el propósito de observar propiedades de la sismicidad, o de otras observables, que permitan hacer predicciones, apoyadas a menudo con resultados de tipo de riesgo estadístico, a mediano o corto plazos.

Un gran número de los fenómenos mencionados a continuación pueden ser explicados, al menos tentativamente, basándose en modelos del comportamiento de las rocas ante cambios en los esfuerzos que actúan sobre ellas. Al aumentar los esfuerzos, y antes de alcanzar el punto de fractura, pueden suceder dos efectos: el primero consiste en el cerrado de los espacios entre granos de la roca, hasta alcanzar el menor volumen posible; a partir de este momento, un incremento de esfuerzos puede aumentar el volumen (1), efecto conocido como dilatancia desde el siglo pasado (30, 31 y 32).

VII.3.1 Sismos premonitores o preeventos. Este tipo de actividad ya fue discutido en el capítulo II; sin embargo, estos sismos presentan algunas otras características que es conveniente describir. Tales preeventos, que ocurren en las cercanías inmediatas del futuro hipocentro del evento principal, son a veces llamados preeventos en el sentido estricto a diferencia de los que veremos más abajo (7).

Los preeventos se dan en menos de 20% de los terremotos, casi exclusivamente en el caso de sismos cuyas profundidades son menores de 100 km (33).

Su actividad presenta dos formas, ilustradas en la figura 48. En la de tipo discontinuo, la sismicidad de preeventos comienza, alcanza un máximo, y luego disminuye, llegando a veces a cero, antes del evento principal; en la de tipo continuo, comienza antes del evento principal y continúa aumentando hasta la ocurrencia de éste. El segundo tipo sirve para indicar que posiblemente se produzca, en ese lugar, un terremoto; pero no sirve para indicar cuándo. Por otro lado, sismicidad como la del primer tipo puede no ser premonitora de un terremoto; por esta razón es muy arriesgado basar predicciones solamente en las observaciones de supuestos preeventos.



Figura 48. Dos tipos de actividad de preeventos. La línea gruesa indica el tiempo de ocurrencia del evento principal.



Una característica importante de los preeventos es que en algunos casos se ha observado que van ocurriendo cada vez más cerca del futuro hipocentro del evento principal (9, 34 y 35).

VII.3.2 Zonas de quietud. Patrones de sismicidad. Podemos esperar que los cambios en el patrón de esfuerzos de una región estén asociados con cambios en la sismicidad. Es posible observar la ocurrencia de sismos pequeños, llamada microsismicidad, mediante redes locales, usualmente constituidas por sismógrafos portátiles.

Han sido observadas disminuciones drásticas de la microsismicidad antes de grandes terremotos (36 y 37), en las llamadas zonas de quietud sísmica, o gaps del segundo tipo (7). La quietud antes de un gran terremoto parece ser la característica premonitoria más común (36).

La figura 49 (b) muestra la sismicidad ocurrida dentro del rectángulo mostrado en el mapa (a) como función del tiempo; en ella están indicados episodios de quietud previos a los terremotos de 1973 y 1978, y muestran los terremotos de 1968 y 1965, para los cuales no se observó quietud previa (36). Los episodios de quietud son generalmente fáciles de identificar sólo a posteriori; y podemos ver que ocurren otros episodios de quietud que no son seguidos por sismos grandes. Se puede obtener distribuciones de sismicidad semejantes a la mostrada en la figura 49 (b), suponiendo solamente que pueden ocurrir sismos (distribuidos según Poisson) con igual probabilidad a lo largo de toda la trinchera; por lo tanto, la aplicación de observaciones como la mostrada en la figura para fines de predicción, debe ser apoyada por otros de los estudios mencionados aquí (38).



Figura 49. Sismicida ocurrida en el rectángulo mostrado en (a) graficada a lo largo de la distancia medida desde el punto P, contra el tiempo (b).

La disminución de la sismicidad antes de un sismo es, a veces, llamada ; Graphics si después ocurren preeventos antes del evento principal, esta actividad es llamada etapa B. La etapa B es común en los lugares donde la estructura no es uniforme (39).

A menudo aumenta la actividad microsísmica en las orillas de la zona de quietud, de manera que si diagramamos la actividad a lo largo de la zona contra el tiempo, obtenemos un patrón llamado "de dona" (40 y 36), como el mostrado en la figura 50, que muestra también réplicas de un evento anterior, ocurrido en la misma área, y otros eventos [indicados por (5) y (4)] que ocurren lejos del epicentro, pero que están relacionados con la concentración de esfuerzos, y que se conocen como preeventos en un sentido amplio (7). Los preeventos en sentido estricto (en adelante, simplemente, preeventos) se comportan como se explicó en el inciso anterior.



Figura 50. Patrones espacio temporales de actividades de preeventos. (1) Son preeventos en el sentido estricto; (2) es quietud sísmica; (3) corresponde al caso (a) de la figura 48; (4 + 2) es llamada "patrón de dona".

Estudios actuales muestran que la actividad sísmica de magnitudes intermedias para las zonas de subducción parece migrar de las regiones profundas, tierra adentro, a las regiones someras, cerca de la costa, antes de un sismo grande (41). La detección de estas migraciones puede ayudar a la detección a corto plazo. Nótese que el efecto de los sismos pequeños es más bien concentrar esfuerzos que liberarlos, como ocurre con los grandes terremotos, por lo que la migración de la microsismicidad es, en principio, distinta a la de los macrosismos, antes expuesta.

Se ha observado también que la relación de sismos grandes a pequeños, representada por la b de la relación G-R cambia en la actividad de los preeventos (42, 43 y 44). En 1977 fue casi predicho (casi, porque no fueron especificados tiempo de ocurrencia ni nivel de confianza) un sismo en la región costera de Oaxaca (45), con base en la determinación del gap, y en la observación del comienzo de un periodo de quietud sísmica (fase Graphics) tres años antes; un periodo de quietud mayor que el observado para otros sismos de la región. Esta casi predicción fue controvertida, sobre todo porque subsecuentemente fue distorsionada por otras personas (no sismólogos) y por los medios de difusión, que predijeron un gran terremoto y un tsunami para un día determinado en Pinotepa Nacional, causando pánico y pérdidas en ese lugar (46). El 29 de noviembre de 1978 ocurrió un sismo cuya magnitud y localización concordaron con los valores predichos, indicando el posible valor predictivo del estudio de los gaps y las vacancias sísmicas, así como la necesidad de complementar éstos con estudios locales de sismicidad (que podrían haber permitido la predicción a corto plazo) y de otras observables que se mencionarán a continuación.

Actualmente se llevan a cabo algunos estudios en la zona de quietud de Acapulco, identificada desde 1981 (9), y que, a casi 30 años de la fecha del último sismo grande ocurrido allí, el de Acapulco de 1957, es indudablemente una región que debe ser observada cuidadosamente.

Esto indica que el análisis de los patrones de microsismicidad es importante para la predicción; sin embargo, no siempre son observados, y a veces, aunque han estado sujetos a examen, no son seguidos de un terremoto. Por lo tanto es necesario complementar las observaciones con otros tipos de datos, como veremos a continuación.

VII.3.3 Otros premonitores sismológicos. El análisis en gran detalle de la historia de la sismicidad en una zona puede permitir detectar anomalías de esta actividad. Se ha tratado de utilizar la forma y periodicidad de las anomalías para predecir la ocurrencia de terremotos (47 y 48). Desgraciadamente este método no es todavía muy confiable.

Se ha observado que la razón de las velocidades de las ondas de cuerpo Vp/Vs disminuye un tiempo antes de la ocurrencia de grandes terremotos, regresando a su valor habitual poco antes de ésta, y la duración t de la anomalía está, aparentemente, relacionada con la magnitud del futuro terremoto (49 y 50):

log t = 0.68 M - 1.31.

Este efecto está probablemente asociado con los efectos del cambio en el volumen de la roca, producidos por los cambios de esfuerzo, y su observación puede depender de la localización de los puntos de observación (51). El cambio premonitor de Vp/Vs ha sido observado en los sismos de mecanismo transcurrente y normal, incluso en episodios de enjambre; pero existe documentación sobre sismos en los cuales este efecto fue buscado pero no se encontró (52).

Algunos parámetros de las fuentes sísmicas, como caída de esfuerzo, esfuerzo aparente, frecuencias de esquina espectral, complejidad, reorientación de los ejes de esfuerzo, etc., así como combinaciones de éstas, se hallan bajo observación, lo mismo que su comportamiento correlacionado con la ocurrencia de terremotos (37 y 53).

VII.3.4 Otros premonitores. Las observaciones sismológicas son a menudo complementadas por otros tipos de observaciones de parámetros fisicos que pueden ser influidos por el régimen de esfuerzo en la tierra. Algunos de los más usuales se describen a continuación.

Contenido de radón (Ra). Los esfuerzos que actúan sobre las rocas pueden abrir o cerrar parcialmente los poros de éstas, a través de los cuales circula el agua subterránea. Una mayor o menor circulación de agua o, más probablemente, su circulación por caminos nuevos (ya que el radón tiene una vida media de sólo 3.8 días), puede resultar en un cambio de la cantidad de radón disuelta en ella; por lo tanto, cambios en el nivel de radón en el agua o en las rocas pueden indicar cambios en los esfuerzos (7 y 54). Se ha observado ocurrencia de sismos después de que el contenido de radón, tras aumentar paulatinamente durante años, presenta un cambio súbito durante unos meses (6 y 7).

Cambios en el flujo o la temperatura del agua. Debidos, esencialmente, a los efectos mencionados en el punto anterior, los cambios de flujo o temperatura del agua de manantiales y pozos han sido estudiados también como posibles predictores de sismos (7, 3 y 55).

Cambios en la resistividad eléctrica del terreno. Pueden constituir otro de los efectos del cambio en la porosidad de las rocas y en el flujo de los líquidos intersticiales. Pueden ser detectados por estudios de resistividad, aplicando un voltaje al terreno y midiendo la corriente resultante (56 y 57). Actualmente se está experimentando con estudios magnetotelúricos que miden las corrientes inducidas en la tierra por el campo magnético terrestre.

Autopotenciales. Efectos piezoeléctricos (producción de voltajes por un cristal sometido a presión) o electroquímicos (debidos a circulación de líquidos intersticiales) pueden ser causados también por los grandes esfuerzos que actúan sobre las rocas, y son aparentemente observables como cambios en el voltaje natural (o "autopotencial") del terreno (58) y, en apariencia, pueden llegar a predecir aproximadamente el epicentro y la magnitud del futuro sismo (59).

Efectos geomagnéticos. El folclor y las observaciones antiguas señalan la aparición de grandes cambios geomagnéticos, previos a la ocurrencia de terremotos. Aparentemente los cambios observados hasta hace unos cuantos años pueden ser achacados mayormente a errores instrumentales. Se cuenta ahora con magnetómetros muy complejos, pero continúa siendo un gran problema eliminar los ruidos electromagnéticos que son comparables al tamaño de los campos esperados (6).

Cambios topográficos. Las deformaciones sufridas por las rocas bajo tensión antes de un terremoto pueden ser detectadas a veces como cambios en la topografia (6 y 60). Estas deformaciones pueden incluir componentes verticales [medidas por nivelación o por medio de inclinómetros) y horizontales (medidos por triangulación o por "medidores de deformación (strainmeters)]; la evaluación de las deformaciones promedio y de la velocidad de deformación, permite evaluar una probabilidad de ruptura en relación con las mayores deformaciones que pueden soportar las rocas (del orden de 5.3 x 10) (61).

Cambios gravimétricos. Cambios en la gravedad han sido observados antes y después de terremotos en las zonas epicentrales (62 y 63). Al igual que los cambios en la topografia, están relacionados con los volumétricos del terreno (6). Los cambios observados son positivos unas veces y negativos otras, pero tienden a desaparecer antes de la ocurrencia del terremoto.

Comportamiento anómalo de algunos animales. Serpientes que abandonan su madriguera, peces que saltan fuera del agua, insectos que dejan sus agujeros y se comportan en forma excitada, animales domésticos que actúan nerviosamente y hacen ruido aparentemente sin razón y otros muchos casos. Estas conductas han sido estudiadas principalmente en el Oriente, mediante la observación en el laboratorio y en el campo (64 y 65). Los experimentos de laboratorio no son conclusivos y las observaciones en el campo requieren de una amplia red de información que permita compilar un gran número de observaciones individuales. La respuesta de los animales podría darse ante sismos demasiado pequeños para ser sentidos por los humanos, o en el caso de cambios en el campo electromagnético (66), en todo caso, son de utilidad solamente a muy corto plazo (67).

Luces, color del cielo, etc. Finalmente se pueden mencionar observaciones, ninguna de ellas bien documentada, de efectos asociados (tal vez) con los terremotos, que, aunque puede ser que no tengan relación verdadera con éstos, es, sin embargo, necesario investigar. Entre este tipo de observaciones se pueden mencionar: forma y color de las nubes (68), luces misteriosas en el cielo (69), calor y frío, humedad y sequía, percepción extrasensorial, etcétera.

VII.4 ASPECTOS SOCIALES DE LA PREDICCIÓN

Aunque, como ya se mencionó, se está llevando a cabo un gran esfuerzo encaminado para llegar a poder predecir los terremotos, veremos a continuación que la capacidad de hacer predicciones es un arma de dos filos, sobre todo cuando existen limitaciones en su confiabilidad y aplicabilidad.

Imaginemos qué pasaría si, en un momento dado, se avisara que dentro de 3 horas (o 6 o 24) se produciría un terremoto de magnitud cercana a 7.5 que afectaría a la ciudad de México. La cantidad de muertes y daños que causarían el éxodo y el pánico resultantes sería mayor, probablemente, a la que podría causar el sismo. ¿Debe darse a conocer, en este caso, tal predicción? Por otro lado, un terremoto grande (dada la incertidumbre en la predicción de la magnitud, podría llegar, tal vez, a 8 grados) seguramente causaría daños y muertes que podrían evitarse parcialmente si se evacuaran hospitales, escuelas, etc. ¿Es válido, entonces, no anunciar la predicción? Aun posponer la toma de una decisión al respecto es ya una decisión (2), y constituye una enorme responsabilidad para el científico capaz de hacerla, y tal vez no se pueda lograr con la antelación suficiente como para que sea estudiada a fondo por un consejo responsable de científicos.

Una predicción hecha con un mayor margen de tiempo, por ejemplo, varios días (o semanas), sería indudablemente valiosa. Poder planear una posible evacuación con tiempo y saber cuándo desalojar edificios, etc., salvaría gran cantidad de vidas. Sin embargo, evacuar, desalojar y, en general, detener la mayor parte de las actividades rutinarias y tomar medidas de emergencia es extremadamente costoso. Cualquier incertidumbre en el plazo predicho elevará enormemente este costo; además, las actividades de una ciudad no pueden suspenderse durante tiempos largos sin trastocar su estabilidad.

Y, ¿qué pasaría si la predicción NO SE CUMPLE, esto es, que se da una falsa alarma? En este caso la sociedad habría soportado una serie de molestias, gastos y pérdidas inútilmente. En el primero, la predicción podría haber sido responsable de muertes y daños que, de otra manera, no hubieran ocurrido. Además, una o varias falsas alarmas lograrán que se haga caso omiso de las subsecuentes predicciones, que pueden ser buenas.

Es indispensable hacer públicas sólo las predicciones que tengan un altísimo grado de confiabilidad, e insistir ante el público en que no se haga caso de predicciones no avaladas por un grupo responsable. Tras los terremotos de Michoacán de septiembre de 1985, abundaron las predicciones hechas por gentes, quién sabe si locos o vivales (es más probable lo último), pero ciertamente irresponsables, quienes nombrándose miembros (o dirigentes) de centros de estudio inexistentes, engañaban al pueblo. ¡Algunas de estas predicciones fueron, incluso, publicadas en los periódicos! (70) Ciertamente, no es atentar contra la libertad de expresión el pedir que, al menos tratándose de declaraciones que pueden causar graves daños, las personas que las hagan, saltándose los canales apropiados (en este caso el consejo, que debe comprobar la verosimilitud de la predicción), sean jurídicamente responsables de las consecuencias; asimismo, los medios de información deben compartir la responsabilidad por la información que difunden si no se aseguran de que sus fuentes sean fidedignas.

Es muy importante definir con anticipación quiénes son las autoridades responsables de organizar los detalles de una posible alerta sísmica (71) y asegurarse de que cuenten con todo el apoyo de la comunidad científica. Por otro lado, debe tenerse en cuenta que es imposible llevar a cabo los estudios necesarios para crear un programa razonable de predicción sísmica si las autoridades no ofrecen la prioridad y el apoyo necesarios.

Tal vez una buena solución parcial sea la implantación de sistemas de alarma, basados en redes sísmicas, telemétricas y computarizadas, que operen en las regiones sismogénicas y que podrían determinar, mediante algoritmos de alta redundancia y confiabilidad, la ocurrencia de sismos capaces de producir daños en lugares densamente poblados, y avisar, mediante comunicación por satélite, con el tiempo suficiente, para evacuar edificaciones clave.

Es importante mencionar que tanto las predicciones como las alarmas, por confiables que sean, son inútiles si no están apoyadas en una preparación e instrucción previas del pueblo y de las autoridades.

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