IV. LA PSEUDOCIENCIA

¿PRODUCEN CÁNCER LOS CABLES DE ALTA TENSIÓN?

La Jornada, 20 de junio de 1994

No hace mucho, los vecinos de una zona residencial de la ciudad de México protestaron por la instalación de unos cables de alta tensión en su colonia. Desconozco los detalles de la historia y su desenlace, pero supongo que el temor a los cables se debió a los rumores, originados hace algunos años en EUA, de que la radiación emitida por corrientes eléctricas o aparatos electrodomésticos sería un factor de riesgo para contraer cáncer. Puesto que existe un gran número de cables de alta tensión que cruzan las ciudades mexicanas, creo que vale la pena hacer algunas aclaraciones al respecto. (Y que conste que no soy accionista de la compañía de luz.)

Hace unos 15 años un equipo de epidemiólogos de Colorado, EUA, afirmó haber detectado un número excesivo de casos de leucemia infantil entre niños que vivían cerca de cables de alta tensión. Más recientemente, otro grupo en Suecia publicó los resultados de un estudio más detallado según el cual habían encontrado 39 casos de leucemia infantil entre 400 000 casos de personas que vivían en las mismas circunstancias.

Estadísticamente, tales datos no son significativos si no se toman en cuenta todos los posibles factores de riesgo. Sin embargo, algún periodista aprovechó la ocasión para montar una campaña que tuvo cierta resonancia en una sociedad tan hipocondríaca como la gringa. Incluso apareció un libro con el título sugerente de Las corrientes de la muerte.

¿Puede haber algo de cierto en todo esto? Antes que nada, recordemos que vivimos literalmente sumergidos en campos eléctricos y magnéticos. El campo magnético de la Tierra ha existido sin grandes cambios de magnitud desde que apareció la vida, y la superficie terrestre posee un intenso campo eléctrico, cuya manifestación más conocida son los relámpagos.

Por otra parte, toda radiación, como la luz visible, es una onda de campos eléctricos y magnéticos. Así como el movimiento de la mano en el agua, produce olas, el movimiento de cargas eléctricas —electrones— en los átomos o en los cables de corriente produce ondas electromagnéticas. El número de oscilaciones por segundo de una onda se llama frecuencia, y la energía de una onda, electromagnética es directamente proporcional a esa frecuencia. La luz visible, por ejemplo, tiene una frecuencia de unos 1 000 billones de oscilaciones por segundo, pero no tiene suficiente energía para atravesar un cuerpo sólido (razón por la cual no podemos ver el interior de nuestros cuerpos). Existen otras radiaciones electromagnéticas más energéticas: los rayos ultravioletas, X y gamma, que son peligrosas porque pueden penetrar el cuerpo y dañar las células. En el otro extremo de la escala de energías tenemos las ondas infrarrojas, las microondas y las ondas de radio, que son muchísimo menos energéticas que la luz visible.

En el caso de los cables de alta, tensión la corriente eléctrica que fluye por ellas oscila 60 veces por segundo y produce una radiación electromagnética de esa misma, frecuencia. Pero tal frecuencia es entre 1 000 y 1 000 000 de veces menor que la de una onda de radio o televisión, y por lo tanto muchísimo menos energética. Además, el campo magnético que producen los cables es unas doscientas veces menos intenso que el campo magnético terrestre. (Es cierto que se producen interferencias en una radio cerca, de una torre de alta tensión, pero esto se debe a que la estructura metálica, absorbe parte de las ondas de radio.)

De todos modos, para no quedarse con las dudas, la Casa Blanca mandó hacer un estudio muy detallado para determinar de una vez por todas si la radiación de bajísima frecuencia representa un peligro real. Los investigadores contratados tomaron en cuenta tanto los datos estadísticos como los fenómenos físicos relacionados. Las conclusiones del estudio, publicado en 1992, se resumen así: "no hay evidencia convincente de que la exposición a campos eléctricos y magnéticos de frecuencia extremadamente baja generados por tomas de corriente caseras, terminales de video y cables eléctricos impliquen riesgos comprobables para la salud".

La revista de la Sociedad Americana de Física acaba de publicar un extenso artículo de uno de los participantes del estudio mencionado, en el que se detallan todas las bases de sus conclusiones. Curiosamente, resulta que la mayor cantidad de radiación de bajísima frecuencia no se debe a los cables de alta tensión, sino a los trenes eléctricos. Los epidemiólogos deberían haber empezado sus estudios con los usuarios de trenes eléctricos y del metro.

Tal parece que todo el asunto fue una falsa alarma. La tecnología moderna ha creado graves problemas de contaminación y destrucción del ambiente, pero tenemos más que suficiente con los problemas reales para crear otros imaginarios.

ASTROLOGÍA

Reforma, 11 de mayo de 1995

Han sido innumerables los intentos de los científicos por convencer a los crédulos de que la astrología no tiene ninguna base científica, y que nunca ha atinado en predecir algo más que vaguedades. Sobran los estudios estadísticos que demuestran la falta total de correlación entre predicciones astrológicas y hechos reales (lo cual debería ser evidente, pues ningún astrólogo ha previsto jamás un acontecimiento histórico notorio: la caída de la URSS, los genocidios en África, el desplome de la economía-ficción mexicana, por citar sólo algunos ejemplos recientes). ¿Por qué tanta gente cree en la astrología a pesar de todos los argumentos "racionales" en su contra? La respuesta debe buscarse en ese vasto territorio aún mal explorado que es la, psicología de masas.

[FNT 10]

Kepler, astrónomo y astrólogo.

Los orígenes de la astrología son fáciles de establecer. A los hombres primitivos no les pasó inadvertido el hecho de que fenómenos terrestres tan importantes como las estaciones están sincronizados con el movimiento de la bóveda terrestre. De ahí a extrapolar a otros fenómenos naturales, y especialmente a los destinos humanos, sólo hay un paso. Pero lo sorprendente es que esta visión unificadora del mundo se arraigó en la mente a tal grado que aun en la actualidad puede competir con la ciencia moderna.

Como todas las creencias místicas, la astrología presupone, además de cierto orden universal oculto, un poder y un saber que pertenecen a algunos seres excepcionalmente dotados. Freud situaba el origen de las ideas religiosas en la infancia de los individuos: el niño vive en total indefensión en un mundo incomprensible en el que sus padres son su única protección. Luego, en su vida adulta, el individuo traslada la imagen del padre primordial al ámbito religioso: Dios lo protege, premia sus actos buenos y castiga los malos, lo ayuda si le ruega, etcétera

No quiero adentrarme más en el terreno espinoso de la religión, por lo que me concretaré a seguir el razonamiento del maestro Sigmund en una dirección menos trascendente. Los padres, y en general los adultos que rodean al niño, no sólo lo protegen sino que saben muchas cosas y pueden predecir el futuro: "si tocas esto te quemarás, si subes al árbol te caerás", etc. Así, el adulto buscará la imagen de alguien que, al igual que sus padres, lo guíe con su sabiduría. Esa necesidad lo hará investir a ciertos individuos de un supuesto saber.

El recuerdo inconsciente del padre se encarna en los gobernantes, personajes que desempeñan un papel esencial en el mundo de la imaginación popular, independientemente de todos los yerros que cometan en el mundo real. Las grandes familias reales europeas han producido un alto porcentaje de individuos tarados, no obstante lo cual insisten en contraer matrimonios sólo entre ellas para mantener una imaginaria pureza de sangre. Por otra parte, ningún político ha cumplido cabalmente las promesas por las que fue electo, y sin embargo los pueblos acuden mansamente al ritual periódico de las elecciones democráticas. Tampoco ningún pobre ha dejado de serlo por los programas económicos que sus gobernantes elaboran para él, a pesar de lo cual seguirá creyendo que la solución a sus problemas se encuentra en manos de aquellos que despachan en lujosas e inaccesibles oficinas. Y del mismo modo, los hombres buscarán astrólogos, poseedores de cierto supuesto saber, que en la antigüedad usaban complicados mapas astrales y ahora, modernizados, recurren a computadoras para impresionar a sus clientes.

En el mundo de las imágenes primordiales, los astrólogos ocupan un lugar fundamental desde tiempos inmemoriables. Los hombres adultos añoran las épocas en las que no tenían que responder por sus propias acciones porque otros tomaban decisiones por ellos, los guiaban y velaban por sus intereses.

Las creencias infantiles no se esfuman mágicamente cuando se explica al niño el origen de los fenómenos naturales, como tampoco un neurótico se cura de sus obsesiones o de sus fobias con argumentos lógicos. Del mismo modo, astrólogos, economistas neoliberales, líderes espirituales y políticos, no desaparecerán por el peso de las evidencias en contra de sus razones de ser. Los orígenes de la ciencia moderna apenas se remontan a unos tres siglos y la Razón todavía tiene un largo camino por recorrer.

EL SANTO Y CLINTON CONTRA LOS EXTRATERRESTRES

Reforma, 22 de agosto de 1996

La mejor prueba de que existen inteligencias extraterrestres es que nunca han intentado contactarnos.

Calvin (personaje de la historieta Calvin y Hobbes)

Quizás existan seres inteligentes en otros planetas, pero que vengan a visitarnos ya es otra historia.. . que mucha gente está dispuesta a creer. Encuestas en los Estados Unidos revelan que alrededor de dos terceras partes del público cree en la realidad de los ovnis, y que el porcentaje es aún mayor entre los jóvenes (desconozco si existen encuestas parecidas en México, pero sería interesante realizar alguna).

Después de la segunda Guerra Mundial, empezaron a surgir informes esporádicos de fenómenos inexplicables en el cielo. En algún momento el gobierno gringo decidió investigar seriamente la situación, no por interés en descubrir visitantes extraterrestres, sino por miedo de que se tratara de artefactos rusos. La investigación fue encargada, a varios equipos de científicos y los resultados, que son del dominio público, coincidieron en que, en todos los casos documentados, había alguna explicación terrenal. El hecho es que el gobierno dio por cerrado el caso, pero el asunto ya había prendido en la imaginación del gran público.

El tema de los extraterrestres es ciertamente de lo más apasionante. Recientemente la NASA anunció con bombos y platillos el descubrimiento de vida en Marte, basado en evidencias que merecían tomarse con más cautela. Y el tema fue motivo para que el presidente Clinton, casualmente en plena campaña electoral, anunciara el envío, en diciembre de este año, de una sonda al planeta rojo que "amartizará" justamente el 4 de julio del año próximo (de hecho, ya había un par de misiones programadas para esas fechas debido a que Marte se va a encontrar a su mínima distancia de la Tierra en 1997).

A tono con el asunto, salió la película Día de la Independencia, que ya llegó a México y a la que me arrastraron las presiones familiares. La trama de la película es de una incoherencia sublime y el guión es digno de una película de El Santo, de las que todavía alcancé a ver en mis años mozos. La única diferencia sustancial está en el presupuesto: mientras que El Santo se enfrentaba a platillos voladores de cartón colgados de mecates, en la película gringa los productores no escatimaron recursos para lograr unos efectos especiales realmente impresionantes. Otra diferencia es el sesgo político, pues el lugar de El Santo lo ocupa, nada menos que un presidente gringo, joven y dinámico, que recuerda a Clinton (o su imagen oficial).

Según la historia, los invasores llegan con sus enormes naves y se colocan sobre las principales ciudades del mundo (aunque no incluyen a nuestro D. F. en sus planes, quizás por no aguantar la capa de smog). Pero lo más impresionante es la capacidad que tienen de violar las leyes más elementales de la física. Así, por ejemplo, para mantener semejantes armatostes en el aire se necesitaría, según la tercera ley de Newton, una fuerza de reacción cuyo efecto en la atmósfera (piénsese en un helicóptero o un cohete en pleno despegue) sería suficiente para destruir la ciudad sin necesidad de rayos mortales. Pero en la película nadie se despeina.

Por supuesto, no falta el científico chiflado con su larga melena gris, como en las películas de El Santo, pero además aparecen héroes "políticamente correctos" —como dicen nuestros vecinos del norte—, y villanos como ese obtuso funcionario ex director de la CIA —¿alusión a mister Bush?

Al final, uno de los héroes de la película logra introducir un virus en la computadora de los extraterrestres desde su propia computadora portátil —y sin ningún contacto físico—, de donde se infiere que los invasores del espacio utilizan computadoras como las nuestras —pero con conexiones telepáticas— y con un sistema operativo de los que vende el joven Bill Gates (IBM y Microsoft sí que pueden presumir de un imperio galáctico). En fin, de El Santo a Clinton "las ciencias avanzan que es una barbaridad", como dice la zarzuela.

EL SEXO EN LOS OVNIS

Reforma, 31 de octubre de 1996

A raíz de la colaboración de hace algunas semanas en la que mencioné a los ovnis, un amigo llamó mi atención sobre una interesante ponencia de dos sociólogos franceses, uno especialista en brujas y otro en ovnis, presentada en un congreso sobre la locura. 1 La tesis de estos investigadores es que el delirio colectivo representa un fenómeno muy real, que se manifiesta periódicamente a lo largo de la historia: en el siglo XVII Europa se vio presa de la locura de las brujas, y algo semejante, aunque en forma menos dramática, ocurre en la actualidad con los ovnis.

Mucho se ha escrito sobre esa locura colectiva que se apoderó de Europa, principalmente entre 1570 y 1630, y que le costó la vida a miles de inocentes, torturados horriblemente para hacerles confesar sus crímenes de brujería. Quizás nunca tengamos una apreciación cabal de lo que sucedió, pero algunas características son dignas de consideración. En los procesos por brujería, la gran mayoría de los condenados fueron mujeres, y en todos los casos estaba presente el sexo, en una forma brutal y ominosa. Según las acusaciones, las brujas volaban por los aires —como los ovnis— para reunirse en sus aquelarres, donde bailaban toda la noche al son de la música tocada por Satán y se entregaban a toda clase de desenfrenos, para acabar finalmente poseídas sexualmente por el demonio.

En cuanto a los ovnis, el primer informe se remonta a 1947. Al principio sólo se mencionaba la presencia de objetos misteriosos en el cielo, pero una nueva versión del fenómeno surgió algunos años después: el rapto por extraterrestres. Esta modalidad empezó en 1957, cuando un joven campesino brasileño relató cómo fue secuestrado por unos hombrecillos que lo forzaron a abordar una nave espacial. Una vez dentro del vehículo, el terrícola fue obligado a acoplarse con una criatura de aspecto feminoide. Habiendo satisfecho a sus raptores, éstos lo liberaron, pero antes de despedirse, la criatura feminoide le enseñó su vientre y después las estrellas, en un gesto de obvio significado. La historia tuvo cierta popularidad, pero probablemente habría caído en el olvido de no ser por una anécdota similar que fue retomada años después en EUA.

En 1961, una pareja gringa, los esposos Hill, viajaba en automóvil en el estado de Maine, EUA, cuando unos seres extraterrestres los detuvieron y los obligaron a abordar su nave espacial. Esta vez, el sexo apareció sólo implícitamente en la historia: los visitantes del espacio sometieron a la pareja a toda clase de manipulaciones mentales y quirúrgicas, entre las cuales se cuentan la extracción de óvulos y esperma, con el aparente propósito de regenerar su propia raza moribunda.

Por alguna razón, la historia de los Hill encontró un terreno muy fértil en el público estadunidense, a tal grado que los incidentes de raptos por extraterrestres alcanzaron proporciones impresionantes: a la fecha existen informes de casi 10 000 casos, todos muy semejantes al original de los Hill, y ya empiezan a florecer en otros países, sobre todo en los de Europa del este, ávidos de mitologías nuevas. Sólo en una docena de casos se habla de un contacto directo con los extraterrestres al viejo estilo terrícola; pero invariablemente en todos los informes existe alguna manipulación de carácter sexual. Como señalan los investigadores franceses, el sexo "está omnipresente, pero bajo una forma clínica, glacial, aséptica".

Es fácil especular que el relato moderno, con un sexo transformado en objeto de laboratorio, tuvo tanto eco en EUA por la peculiar presencia en su sociedad de una mezcla de puritanismo y progreso tecnológico. La época en que aparecieron los relatos de raptos extraterrestres coincide con el auge del conductismo y las teorías sexuales desarrolladas en laboratorios y clínicas, donde el Deseo se reduce a la manipulación experta de algunas palancas y botones del cuerpo-objeto (sólo hubo algunas reacciones sensatas, como la genial película de Woody Allen: Todo lo que usted quería saber sobre el sexo... ). En cambio, el relato original del rapto en Brasil era poco elaborado, aunque más acorde con el espíritu latino.

En el siglo XVI la cacería de brujas tuvo el respaldo de las instituciones religiosas de la época, cuyo lugar ha sido tomado en la actualidad por los medios masivos de comunicación, que son los que fomentan el mito de los ovnis. Pero, al menos, algo hemos progresado desde la Edad Media: ya no se queman (en el sentido literal, por supuesto) a los que creen (o no creen) en los ovnis.

C. Imbert y B. Méheust, Vols de nuit, actas del coloquio "Folies ex folies", Ed. GREC