XX. MENSAJES CIFRADOS

LAS novelas de espionaje son bestsellers y los mensajes cifrados tienen una gran popularidad. Pero el desarrollo de claves y cifras complejas tiene un profesionalismo que ha hecho avanzar a la criptología hasta alturas que antes no se imaginaban. Los mejores clientes de los descifradores son los gobiernos de los EU y de la URSS, los cuales —además de muchos otros problemas imaginables— se enfrentan a dos que no son ningún secreto: el mando y control del armamento nuclear, y la supervisión del siempre anunciado y nunca alcanzado Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares (TPPN). En ambos casos es necesario tener una comunicación en clave que el "enemigo" o "competidor" no pueda descifrar.

La supervisión del TPPN es particularmente ilustrativa: la URSS ha aceptado que EU coloque en su territorio sismógrafos que registren y transmitan los datos acerca de sismos que podrían provenir de explosiones nucleares. Los sismógrafos estarían en recipientes sellados —para evitar que les metan mano— y transmitirían la información a los EU. Pero cabría la posibilidad de que los soviéticos manipularan dicha información, por lo que los norteamericanos proponen que ella esté cifrada. Sólo que entonces cabría también la posibilidad de que los norteamericanos usaran los"sismógrafos"para algún otro avieso propósito; por lo que, a su vez, los soviéticos exigen que sólo vaya cifrada una parte —indeterminada— de las transmisiones; esta parte serviría de sello de garantía ante posibles manipulaciones; demandan, además, conocer la clave de esas partes cifradas un mes después de que hubieren sido transmitidas. Los norteamericanos han aceptado estas exigencias y se enfrentan ahora al problema de generar una clave distinta cada mes o, más ambiciosamente, de tener una clave tal, que el conocimiento de su aplicación a casos particulares no permita el descifre de nueva información.

Ante esta peliaguda situación, cayó de perlas hace unos años la invención de un nuevo tipo de claves, realizada por Ronaldo Rivest, Adi Shamir y Len Adleman del Massachusetts Institute of Technology. La clave de Rivest —como ya se le conoce— sólo puede descifrarse si se tiene la manera de hacer una operación matemática que todos aprendimos —o debíamos haberlo hecho— en la escuela primaria: descomponer un número en sus factores primos. Así, por ejemplo, la descomposición de 156 es 2x2x3x13; parece ser tan fácil que no se comprende la dificultad de la clave de Rivest.

>Para imaginar esta dificultad hay que tomar en cuenta que descomponer un número en sus factores primos se torna más y más laborioso conforme el número a descomponer sea más grande. Puede uno hacer la prueba con un número de seis dígitos: se lleva un largo rato. Como la clave de Rivest podría tener una gran importancia táctica, el Institute for Defense Analysis (IDA) de Princeton —donde se concentran los "cerebritos" del Pentágono— organizó una reunión de expertos para estudiar hasta qué punto es indescifrable esa clave. El IDA cuenta con las computadoras más rápidas de la actualidad —llamadas Cray— con las cuales un número de 100 dígitos se puede descomponer en sus factores primos en cuestión de meses. Si ésta es la única manera de descifrar la clave de Rivest, se puede tomar un número lo bastante grande para que el descifre se lleve muchos años, lo que la hace prácticamente indescifrable.

Más recientemente se han considerado aplicaciones civiles y pacíficas de la clave de Rivest. Con base en ella se podría diseñar un sistema de transacciones bancarias que no requiriera de la firma del cuentahabiente. Este tipo de sistemas son indispensables para implantar con plenitud los mecanismos de "banco en su casa", que aprovechan las telecomunicaciones y las computadoras.

Ahora que, si las superpotencias quisieran frenar de veras el armamentismo nuclear, tienen maneras muy directas de lograrlo. El problema requiere de visión humanista y decisión política más que de nuevas claves.