XXXVI. LOS FENÓMENOS ALINEALES

BUENA parte del progreso de las ciencias físicas se sustenta en la gran aplicabilidad de una observación de sentido común: si dos cosas se parecen mucho, sus comportamientos serán casi idénticos. Planteada de esta manera, la actividad de los científicos se ha concentrado en descubrir el sentido profundo de decir "se parecen" y en inventar conceptos y técnicas para entender el "comportamiento". No obstante, todos conocemos fenómenos que no siguen esa regla, y la ciencia que sin haberlos ignorado totalmente nunca los tomó demasiado en serio, ahora los enfrenta.

La dinámica de las poblaciones, el desarrollo de los seres vivos, la mecánica de los fluidos y muchos otros campos abundan en ejemplos de esos fenómenos: ¿qué es lo que hace que de unas cuantas células casi idénticas se desarrollen órganos perfectamente diferenciados? ¿Por qué una barra de hierro al doblarse bajo presión puede adoptar una y mil configuraciones?

La complejidad de estos fenómenos puede relacionarse con una característica de las ecuaciones que describen su evolución, característica que se denomina "falta de linealidad", "alinealidad" o , en horrible engendro, "no linealidad". El estudio de estas ecuaciones, que son básicas en el entendimiento de los fenómenos mencionados, se ha emprendido con mucho valor y tesón en los últimos años; aunque no hay que olvidar que ya hace 200 años Don Leonardo Euler comenzó a analizarlas y nunca se han relegado por completo. Como resultado de estas investigaciones, el vocabulario matemático se ha enriquecido con términos imaginativos: matemáticas del caos, teoría de ramificaciones y cascadas de bifurcaciones.

El aspecto esencial que presentan las ecuaciones alineales es que, si bien bajo ciertas circunstancias tienen sólo una solución, basta un pequeñísimo cambio en dichas circunstancias para que se den dos soluciones posibles a esto se le llama una bifurcación, y al igual que con la vida de un personaje de novela, al encadenarse unas circunstancias tras otras, llegan a una increíble riqueza de variaciones. Éstas producen el rompedero de cabezas de los científicos y nuestro asombro ante la casi infinita variedad de los seres vivos, las olas del mar y las llamas del fuego.