XLIII. EL BULLETIN OF THE ATOMIC SCIENTISTS

LA HISTORIA del Bulletin of the Atomic Scientists comenzó pocos meses después de las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki, cuando millones de personas apenas se daban cuenta de lo que había sucedido. Pero había un pequeño grupo muy enterado... y muy preocupado. Varios científicos que habían jugado un papel crucial en la decisión de lanzar el Proyecto Manhattan o participado activamente en él, ya habían tratado de influir al gobierno norteamericano para impedir el uso de la bomba atómica. Las pruebas experimentales en Nuevo México habían tenido buen éxito, Alemania se había rendido, el Japón se desmoronaba... Pero Roberto Oppenheimer, Leo Sziland, Jaime Franck. Alberto Einstein y Eugenio Rabinowitch no contaban con la instauración del periodo de la Guerra Fría.

Así nació el Bulletin, como manifestación de una conciencia sacudida ante la pérdida de la inocencia. Con posterioridad, la revista amplió sus intereses editoriales para incorporar las diversas implicaciones políticas y sociales de la actividad científica. En la actualidad sigue representando la mejor tradición liberal dentro del establishment norteamericano. Y el adjetivo merece ser calificado ante quienes sólo atacan los dogmas de la derecha desde posiciones igualmente dogmáticas. Restringido, claro está, por la cultura norteamericana y sus sesgadas perspectivas, el Bulletin es un verdadero foro donde se publican las críticas al establishment provenientes de corrientes más radicales (por ejemplo, Carlos Schwartz del movimiento conocido como Science for the People) y aquellas dirigidas al mismo Bulletin por el ala reaccionaria (por ejemplo, Eugenio P. Wigner).

Después de muchos años de ser dirigido por Rabinowitch y de pasar por los problemas financieros que muchas revistas conocen, el Bulletin sigue publicándose en Chicago, a unos cuantos metros del lugar donde Enrique Fermi logró la primera reacción continua en cadena entre núcleos del uranio, allá por 1942.