LVI. CIENTÍFICOS TRAMPOSOS

LA CIENCIA tiene fama de infalible, pero está hecha por mundanos científicos. ¿Cómo evitar que los yerros de éstos se reflejen en aquélla? La respuesta está en la historia de la ciencia misma, o como dicen los pomposos, en el "método científico". Al pasar de muchos años se han ido creando y afinando las reglas de un juego que pretende la objetividad suprema: que cualesquiera observadores lleguen siempre a las mismas conclusiones acerca de un problema, y tantas veces como quieran. En la actualidad, las reglas del juego científico incluyen criterios para clasificar conclusiones y problemas como "científicos", esto es, simplemente, como válidos y conservan como elemento esencial la obtención de datos mediante experimentos.

¿Cómo garantizar que los científicos no hagan trampa en su negocio? En los aspectos teóricos, de planteamiento, deducción y conclusión, el offside se dirime por la crítica dura de los demás investigadores, los que al juzgar un escrito científico, desempeñan el múltiple papel de colegas, jueces de línea y adversarios. La crítica suele ser despiadada, para pesar y mortificación del científico novel, subdesarrollado o inmaduro. Por ello en la ciencia moderna la patente del oficio la suministra la publicación (no la impresión) del resultado de los desvelos del interesado.

Pero en cuanto a los indispensables datos experimentales, el único testimonio válido sigue siendo la repetición de los mismos por personas ajenas al autor (aquí tampoco vale mano negra). Los descubrimientos más importantes en campos de moda y muy competidos, son siempre sujetos a esta prueba, y, debido a ello, los investigadores involucrados se esfuerzan por curarse en salud probando y comprobando ellos mismos sus resultados.

Aunque no falta quien, por precipitación o impericia, se lanza al ruedo —recordamos el "descubrimiento de un cuark— sin haberse probado siquiera con una vaquilla; o a quien, después de haber alcanzado la celebridad y de que sus conclusiones fueron probadas ciertas, se le encuentra "algo raro en sus datos".

Es famoso el caso de Jorge Mendel, el padre de la genética, cuyos datos, al ser revisados en 1936, fueron hallados "demasiado buenos para ser ciertos". Más recientemente, M. S. Swaminanthan, impulsor de la revolución verde en la India, fue acusado también de presentar datos falseados. La dificultad de descubrir a los científicos tramposos es mayor en los campos científicos menos importantes, ya que es poco interesante y escasamente retribuyente el repetir experimentos poco glamorosos. En estas últimas áreas la crítica experimental anda más despacio y pueden pasar muchos años antes de que alguien descubra "algo raro" en los datos del científico poco escrupuloso.