LXIV. CALABACITAS TIERNAS

SE ESTÁ conformando una nueva disciplina que quizá llegue a tener gran influencia en nuestra vida diaria. Bajo el nombre de psicorreología se está agrupando una gran cantidad de investigaciones dedicadas a desenmarañar las sensaciones táctiles como lo duro, lo blando, lo espeso, etc. Aunque llevamos mucho tiempo de decir que lo que estudia la ciencia es el mundo que percibimos sensorialmente y que los maravillosos instrumentos inventados por la ciencia no son sino extensión de nuestros sentidos, tal parece que los investigadores decidieron hace mucho preocuparse sólo de la vista y, en menor medida, del oído. Desde el radiotelescopio hasta el microscopio electrónico, pasando por todas las técnicas espectroscópicas, el instrumental científico nos permite ver y oír los mundos de las galaxias y de los átomos. Pero nadie ha oído decir que una estrella huele mal o que los cuarks tienen gusto amargo —¡aunque sí pueden ser de "colores"!— ¿Será que el gusto, el olfato y el tacto son tan humanos que es imposible extenderlos más allá de nuestra realidad inmediata? Porque también en las artes estos tres son sentidos definitivamente discriminados: la mayoría de las obras artísticas son para verse u oírse. La vista y el oído son sentidos eminentemente "intelectuales", mientras que los otros se consideran más "sensuales"

"Cegado por la pasión" evoca la imagen de alguien concentrado en lo que toca, huele y gusta. La psicorreología viene así a llenar parcialmente este olvido, y empujada por las necesidades tecnológicas de la industria alimentaria, ha producido ya técnicas cuantitativas para medir conceptos relacionados al tacto. Por ejemplo, ya existe una máquina llamada "ternurómetro para chícharos" y no pasará mucho antes de que podamos medir qué tan tiernas están las calabacitas.