LXVIII. LOS ELUSIVOS CUARKS

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DESDE que Gell-Man y Zweig crearon el modelo de los cuarks para explicar las propiedades de una clase de partículas elementales, esos misteriosos entes comenzaron a ganar adeptos entre los físicos. Ante las pruebas experimentales que se acumulaban y la clásica belleza del modelo —que a partir de unos cuantos cuarks construye los protones, neutrones, mesones y demás— los escépticos perdieron poco a poco terreno. Pero como todas esas pruebas son indirectas, los cuarks están hoy como los átomos de hace un siglo, o como el "coco" de nuestra infancia: casi todo el mundo cree en ellos pero nadie ha visto ni siquiera uno. Tan difícil e infructuosa ha resultado la cacería de cuarks que algunos creen que son intrínsecamente inobservables de manera aislada y directa. Las dificultades psicológicas se incrementaron por su falaz descubrimiento hace varios años: un físico que creyó haberlos observado se apresuró a publicar su hallazgo, pero todo fue un fiasco que incluso afectó la carrera del protagonista. Después de ese paso en falso, que escandalizó a la comunidad científica internacional, nadie quiere convertirse en efímera Cenicienta y que al día siguiente de bailar con el principe le quede grande el zapato.

El valiente que se atrevió a anunciar el siguiente paso fue el doctor Guillermo Fairbank, de la Universidad de Stanford, quien goza de una bien merecida fama como investigador original y cauteloso. El experimento realizado por Fairbank y varios colegas suyos nos trae reminiscencias de la clásica experiencia de Millikan para medir —hace ya muchos años— la carga del electrón: tomó una pequeña esfera de niobio en estado superconductor y le midió la carga eléctrica. La carga de la pelota se modificaba después de cada medición añadiéndole unos pocos electrones o positrones. Como resultado, la carga de la bolita aumentaba o disminuía en unidades de la carga electrónica, del mismo modo que brinca la ranita que usan los niños en la escuela primaria para aprender a sumar. El chiste del procedimiento está en detectar si las cargas medidas están colocadas con simetría respecto al cero de la escala; una asimetría podría deberse a que la bolita de niobio tuviera una carga electrónica fraccionaria. De acuerdo con Fairbank, su experimento mostró en dos ocasiones que la tan mencionada pelotita —de 1/4 de milímetro de diámetro— tenía una carga cercana a una tercera parte la del electrón: ¡justamente la peculiar carga eléctrica de uno de los cuarks!

Aunque Fairbank asegura que él y su equipo eliminaron meticulosamente cualquier otra causa que pudiera producir el mismo efecto, el experimento no ha pasado la prueba de fuego: nadie lo ha podido reproducir. Con las cosas como van, las pruebas indican que los cuarks son capaces de eludir cualquier trampa que les tendamos para observarlos. De hecho, la misma teoría de los cuarks tiene que tomar en cuenta esta elusividad como una de sus propiedades más importantes.