LXXXVI. FALLIDO DESCUBRIMIENTO

ENTRE las cosas que los físicos han estado buscando sin encontrar están los cuarks y los monopolos magnéticos.

Estos últimos son unas partículas submicroscópicas cuya existencia haría más bellas las leyes de la física. Hasta la fecha, el electromagnetismo muestra una clara falta de simetría: si bien hay cargas eléctricas que originan los campos electrostáticos, no se han podido detectar las correspondientes cargas magnéticas. La fuente magnética más elemental que se conoce es un dipolo, que se puede pensar como la unión de dos monopolos, uno "norte" y el otro "sur", pero ninguno de éstos se han encontrado, aislado del otro, en la naturaleza. No obstante, ninguna ley de la física prohíbe la existencia del monopolo magnético, por lo que la cuestión se reduce a contestar tres preguntas: ¿existe el monopolo magnético?, si la respuesta es no, ¿por qué? y si la respuesta es sí, ¿por qué no lo hemos observado entonces?

Hace unos años, el mundo de la física se entusiasmó con el anuncio del descubrimiento del monopolo magnético. El experimento usaba un sandwich formado por varias capas de detectores de partículas y que fue subido a la estratósfera en un globo. Las partículas cósmicas que cruzaran el sandwich dejarían su huella en cada uno de los detectores, de modo que las características de cada partícula podían deducirse del rastro que dejaran en el sandwich. Los autores del experimento, P. Buford Price y W. Zack Osborne, encontraron entre muchísimos rastros uno solo cuyas características, según ellos, coincidían con las de la tan buscada partícula.

Pero parece que los "papás" del monopolo se precipitaron al anunciarlo sin tener debida cuenta de todos los factores que influyeron en su experimento. En un congreso sobre rayos cósmicos que se celebró en la Universidad de Bristol, poco después del anuncio de Price y Osborne, tuvieron que enfrentarse a Pedro Fowler, quien resultó ser un crítico demoledor. En efecto, Fowler presentó una interpretación, de los mismos resultados, sustentada en una identificación más convencional: el rastro del supuesto monopolo bien pudo haberse producido por un núcleo de platino, que reaccionó para convertirse primero en osmio y al final en tantalio. De hecho, semejante posibilidad también fue señalada en California por Luis Álvarez. Ante los hechos, los anticipados descubridores tuvieron que regresar a su laboratorio para encontrar argumentos en contra de sus críticos y para diseñar quizá nuevos experimentos. Quién sabe si se llegue a descubrir el monopolo, pero Price y Osborne violaron una ley de oro de la ciencia: no achacar a un nuevo ente el efecto que puede ser causado por un bicho convencional; como en Conan Doyle, es menester eliminar primero a todos los posibles sospechosos.