III.2. FRANCIS BACON

Francis Bacon (1561-1626) es una de las personalidades más sobresalientes en la historia de la ciencia del mundo occidental. Mis primeros contactos con Bacon fueron todos a través de segundas o hasta de terceras fuentes. Cuando por fin me decidí a leerlo directamente, el resultado fue catastrófico: no entendí casi nada. Creo que la explicación de ese juvenil fracaso es doble y me satisface reconocer que cuando ocurrió tuve conciencia (aunque no muy clara) de sus causas: en primer lugar, los textos de Bacon me presentaron dos grandes obstáculos técnicos, que fueron mi escaso conocimiento del inglés del siglo XVII y de los problemas filosóficos de su tiempo y, en segundo lugar, mi inclinación personal de esa época por el positivismo lógico, tristemente desfasada en el tiempo (unos 30 años) pero no por eso menos sincera y determinante, que me hizo menos fácil la comprensión del mensaje de Bacon.

La carrera de Bacon fue mucho más la de un político y hombre de letras que la de un científico. Desde que ingresó al Trinity College, en Cambridge, a los 13 años de edad, desarrolló una antipatía contra Aristóteles que ya no lo abandonó nunca; posteriormente estudió leyes y a los 25 años de edad ingresó a la barra de abogados. Durante el reinado de Isabel I, Bacon intentó ingresar al gobierno pero a pesar de que su tío era uno de los ministros más importantes, no consiguió nada hasta que Jacobo I llegó al trono. A partir de ese momento la carrera política de Bacon cambió por completo: fue hecho caballero en 1603, abogado general en 1613, consejero privado en 1616, señor cuidador (Lord Keeper) en 1617, canciller en 1618, barón de Veralamo en 1618, y vizconde de San Alano en 1621. En esos años felices Bacon escribió y publicó varias de sus obras más importantes, entre ellas The advancement of learning ("El avance del conocimiento"), en 1605, y el Novum Organum ("El órgano nuevo"), en 1620. Sin embargo, a partir de 1621, la suerte le dio la espalda: a principios de ese año fue acusado en el Parlamento de corrupción en el desempeño de sus labores oficiales como juez y canciller, destituido, multado y encarcelado. El rey canceló la multa y lo liberó de la prisión en unos cuantos días, pero Bacon pasó los últimos cinco años de su vida en desgracia. Sin embargo, la pérdida del poder político no afectó su productividad literaria y en 1623 publicó una nueva edición muy modificada de su The advancement of learning, pero esta vez en el "idioma universal" de su tiempo, o sea el latín, con el nombre de De Dignitate et Argumentis Scientiarum ("De la dignidad y el crecimiento de la ciencia"), así como la tercera edición muy aumentada de sus Essays ("Ensayos") en 1625. Un año después de su muerte se publicó el New Atlantis ("Nueva Atlántida"), obra importante para nuestro interés en el método científico, pero además, en forma intermitente siguieron apareciendo escritos inéditos de Bacon hasta 1727, o sea 101 años después de su muerte.

Francis Bacon (1561-1626).

Todos los biógrafos y apologistas de Bacon aceptan que su héroe no hizo contribuciones importantes a la ciencia, sino que su mérito es fundamentalmente filosófico, aunque en contraste con la postura de Galileo, cuyo objetivo era expresar los fenómenos naturales matemáticamente, la ciencia de Bacon es más bien cualitativa y de carácter taxonómico. Pero Bacon también ha merecido críticas de altos vuelos, que afirman que ni siquiera su filosofía era muy personal o especialmente crítica. Pero hay dos aspectos en los que todos los lectores de Bacon, amigos y enemigos, están de acuerdo: su dominio magistral del idioma inglés (siempre ha figurado como uno de los verdaderos autores de la obra de Shakespeare), y la originalidad de sus opiniones sobre el método científico.

Bacon llamó a su libro Novum organum para señalar que su método debería reemplazar al entonces promulgado en una recopilación medieval de escritos aristotélicos conocida como Organon. Los problemas relacionados con el estudio de la naturaleza que el Organon no tomaba en cuenta (e incluso, patrocinaba) fueron bautizados como "ídolos" y clasificados en cuatro grupos: 1) los ídolos de la tribu, dependientes de la naturaleza humana, que tienden a aceptar hechos sin documentación adecuada y a generalizar a partir de información incompleta; 2) los ídolos de la cueva, basados en la tradición y en la educación del individuo; 3) los ídolos del mercado, que tienen que ver con el uso inadecuado del lenguaje; y 4) los ídolos del teatro, que son todos los dogmas incorporados en el periodo en que el individuo todavía no ha desarrollado la capacidad para examinarlos racionalmente (religiosos, culturales y políticos) y que son tan persistentes y tan difíciles de objetivar.

De acuerdo con Bacon, la filosofía aristotélica era un ídolo del teatro que debería ser exhibido y desacreditado, por las siguientes razones: 1) propone la colección accidental y acrítica de datos, sin la guía de alguna idea o hipótesis directriz; 2) generaliza a partir de muy pocas observaciones; 3) se basa en la inducción por simple generalización, que sistemáticamente excluye los experimentos negativos; 4) el valor real y práctico de los silogismos descansa exclusivamente en la definición específica o en la realidad de las premisas; 5) muestra interés excesivo en la lógica deductiva, o sea en la deducción de consecuencias a partir de principios primarios, cuya demostración debe ser inductiva.

El "nuevo" método científico baconiano surgió como un intento de corregir las deficiencias de la teoría aristotélica clásica, pero en realidad sólo aportó dos cosas nuevas: un procedimiento para hacer inducciones graduales y progresivas, y un método de exclusión. Respecto a las inducciones, Bacon postuló que primero debería recopilarse una "serie de historias naturales y experimentales" y hasta no contar con información empírica amplia no dar el siguiente paso, que sería empezar a eliminar algunas posibilidades. Bacon puso como ejemplo la determinación de la causa del calor, para lo que debe hacerse una lista de todas las cosas que sean calientes y otra lista de las que no lo son, así como una lista más de las cosas que muestran distintos grados de calor. En la primera de estas listas ("Tabla de esencia y presencia") se encuentran el Sol, el verano y el fuego, entre muchas otras; en la segunda lista ("Tabla de desviaciones o de ausencia de proximidad") están la Luna, las estrellas, las cenizas mezcladas con agua, y el invierno, también entre otras; y en la tercera ("Tabla de grados o de comparación del calor") tenemos a los planetas, el estiércol, las variaciones de temperatura ambiental, fuegos de distinta intensidad, etc. Con estas tablas ya es posible excluir algunos factores como causa del calor, y Bacon señala que la "luminosidad y el brillo" pueden eliminarse, en vista de que la Luna, aunque posee ambas características, es fría. De esta manera se puede llegar a la primera conclusión sobre la causa del calor, que para Bacon no es otra cosa que el movimiento. El siguiente paso es buscar en otros fenómenos naturales si esa correlación, entre calor y movimiento, se confirma; si es así, puede procederse a establecer una segunda correlación, y repitiendo el proceso cada vez a niveles más altos de generalidad se obtiene mayor confianza en el conocimiento sobre la esencia del calor. Se ha dicho que Bacon pensaba que con este método la generación del conocimiento científico era algo automático, y el aforismo 61 del Libro I del Novum Organum ciertamente así lo sugiere:

Edición de dos obras de Francis Bacon, el Advancement of Learning, publicado por primera vez en 1605, y la New Atlantis, que apareció en 1627.


El curso que propongo para el descubrimiento en las ciencias es tal que deja muy poco a la agudeza y fuerza de la inteligencia, colocando a todas las capacidades mentales y de comprensión en casi el mismo nivel. Porque del mismo modo que al dibujar una línea recta o un círculo perfecto, si se hace simplemente a pulso, mucho depende de la práctica y de la firmeza de la mano, pero si se hace con ayuda de regla o compás, depende poco o nada de tales factores individuales: así es exactamente con mi plan.

Pero con Bacon también sucede que dice una cosa pero hace otra; naturalmente, como no era un investigador científico no es posible cotejar su filosofía con su trabajo en la ciencia, pero en cambio sí podemos hacerlo en su retrato de un país ficticio, la Nueva Atlántida, una novela no terminada que describe la forma que tomaría una sociedad organizada de acuerdo con su método de generar conocimiento. Entre los distintos personajes descritos en la Nueva Atlántida se encuentran los Depredadores, cuya función era recabar todos los experimentos que se encuentran anotados en los libros, las Lámparas, que se encargan de dirigir nuevos experimentos, más iluminados y con mayor capacidad para penetrar en la realidad que los ya conocidos, y los Intérpretes de la Naturaleza, cuyo trabajo consiste en elevar los descubrimientos a mejores observaciones, axiomas y aforismos. De modo que en la práctica de la ciencia, en el método baconiano todavía cuentan la agudeza y la fuerza de la inteligencia.

Recogiendo la opinión de la mayoría de los autores que se han ocupado de Bacon, conviene señalar que si su única o principal contribución al desarrollo de la ciencia hubiera sido su filosofía científica (aparentemente antiaristotélica, pero en realidad uno de los principales bastiones del método inductivo-deductivo, inicialmente propuesto por Aristóteles), sería difícil justificar el enorme prestigio de que disfruta, especialmente en los países de habla inglesa. Para muchos, la contribución más importante de Bacon fue su insistencia en que el conocimiento científico no sólo conduce a la sabiduría sino también al poder, y que la mejor ciencia es la que se institucionaliza y se lleva a cabo por grupos de investigadores, en contraste con la que permanece privada y es el resultado del trabajo de individuos aislados. Uno de los baconianos contemporáneos más elocuentes escribe:

Como ya he señalado, la lectura cuidadosa de Bacon revela que lo que está ansioso de alcanzar es el triunfo del método experimental. Este triunfo exige la institucionalización completa de la ciencia a muchos niveles de actividad. En un párrafo (Bacon) engloba brevemente todos los niveles en los que la ciencia opera hoy. "Pienso —escribe proféticamente— que todas esas cosas que pueden ser hechas por algunas personas, pero no por todas, deben considerarse como posibles y factibles; lo mismo para aquellas (cosas) que pueden ser realizadas por muchas gentes juntas, pero no por sujetos aislados; y de igual manera para las (cosas) que pueden alcanzarse a través de varias generaciones, pero no en una sola, y finalmente, para las (cosas) que pueden hacerse con asignaciones y gasto público, y no con empresa y recursos privados. Sólo de esta manera puede mantenerse la continuidad de la tradición científica y fabricarse con éxito los pequeños ladrillos que se usan para construir los grandes edificios.

Finalmente, otro aspecto importante de la filosofía de la ciencia de Bacon es su exclusión de las causas finales del campo de la investigación científica. En otras palabras, Bacon restringió el estudio de las causas de los fenómenos a las formales, materiales y eficientes, en vista de que la búsqueda de las causas finales sólo conducía a disputas verbales que hacían más difícil el progreso de la ciencia. Las preguntas lícitas eran ¿qué?, ¿cómo? y ¿por qué?, mientras que ¿para qué? quedó excluida no sólo por sus resonancias teológicas, sino por la falta absoluta en su tiempo de conceptos y mecanismos posibles para explicar el comportamiento adaptativo como consecuencia de un programa, en vez de un propósito predeterminado. De hecho, la pregunta ¿para qué? no recuperó su honestidad y vigencia científicas sino hasta 1953, con el descubrimiento de la estructura molecular del ADN, que de golpe permitió explicar en términos bioquímicos (o sea, mecanicistas y deterministas) la naturaleza real del comportamiento intencionado y aparentemente movido por un fin predeterminado. Bacon nunca se imaginó que algún día sería posible reducir y explicar las causas finales aristotélicas al mismo nivel que las causas formales, materiales y eficientes, pero no creo que esto proyecte la menor sombra en su egregia e inmortal figura.