I.2. PLATÓN Y ARISTÓTELES

Aristóteles fue el primero en señalar que el estudio de las causas de los fenómenos se había iniciado con Tales de Mileto, de quien se sabe que estaba vivo en el año 585 a.C. El fenómeno general que Tales y otros filósofos presocráticos intentaban explicar era la existencia del cambio continuo en las apariencias frente a la preservación de la naturaleza; para ello propusieron que el mundo está formado por un sustrato invariante que adopta diferentes formas. Tales dijo que ese sustrato era el agua, Anaxímenes que era el aire, Anaximandro que era el apeiron o éter. En cambio, Platón inventó su teoría de las ideas, entes universales, perfectas y con existencia verdadera (objetiva), de las que los hechos y objetos reales y materiales no son sino ejemplos imperfectos. Además, Platón señaló que cuando adquirimos nuevos conocimientos, lo que realmente hacemos es aumentar nuestra comprensión de esas ideas: no se trata de conocimientos incorporados por medio de nuestros órganos de los sentidos (o sea, conocimientos de las apariencias), que Platón consideraba como engañosos e ilusorios, sino de acercarse más al mundo de las ideas por medio del intelecto, donde quiera que ese mundo se encuentre.



Platón (430?-347 a.C.)

Para alcanzar el conocimiento, Platón mostró varios procedimientos a lo largo de sus distintos diálogos. Por ejemplo, la fórmula para comprender la idea de la belleza se encuentra en el Simposio, y consiste en empezar contemplando un objeto que todos consideren bello (el objeto que escogió Platón como ejemplo de algo que todos en su sociedad consideraban bello es interesante: un esclavo jovencito y hermoso), después se reúne un grupo de tales jovencitos y se trata de identificar el patrón común de su belleza, de ahí se pasa a examinar la belleza propia del proceso mismo de aprendizaje, después la del aumento en el conocimiento, de ahí la de la generalidad de las leyes, y así sucesivamente, hasta al final alcanzar la idea misma de la belleza. En cambio, en otro diálogo, el Menon, Platón (por medio de su representante Sócrates) sugiere que el conocimiento de las ideas es realmente un reconocimiento, en vista de que ya las conocíamos en alguna encarnación anterior, o sea que se propone la existencia de ideas o conocimientos a priori. Naturalmente, me refiero a la famosa conversación entre Sócrates y el esclavo, en que el filósofo (después de muchos trabajos) logra finalmente sacarle a su interlocutor un teorema matemático que nunca antes había aprendido o escuchado, generando al mismo tiempo la palabra educación, que viene del latín educare, que literalmente significa "sacar, extirpar".

Sin embargo, es en la República donde Platón (siempre disfrazado de Sócrates) presenta su concepto más desarrollado sobre la forma de ganar acceso al mundo de las ideas, y por lo tanto al conocimiento. Aquí su interlocutor es Glaucón, un hermano mayor de Platón y estudiante de filosofía, con el que Sócrates ensaya sus tres modelos clásicos, el sol, la línea y la cueva. Un breve resumen de los dos últimos nos servirá para examinar las diferencias entre el mundo sensible y el mundo inteligible, entre las meras opiniones y el conocimiento científico y filosófico, y entre los cuatro estados mentales designados por Platón como ilusión (eikasia), creencia (pistis), razón (dianoia) y pensamiento puro (episteme).

Las divisiones de la línea platónica

La línea vertical AE tiene una división mayor que la separa en dos mitades, AC y CE, cada una de ellas a su vez divididas en otras dos mitades: AC = AB + BC; CE = CD + DE. Pero la línea AE también separa dos compartimientos laterales, uno derecho (que es el lado ontológico) y otro izquierdo (que es el lado epistemológico). La división mayor de la línea AE separa, en el compartimiento derecho, un campo inferior (AC) que corresponde a la mera opinión o doxa, y un campo superior (CE) que es el del conocimiento o episteme. El campo inferior AC está a su vez formado por dos componentes, uno inferior (AB), constituido por imágenes o réplicas de los objetos reales, en forma de sombras, modelos o imágenes, y otro superior (BC), que es el de los objetos mismos. El campo superior CE también está integrado por dos espacios, uno inferior (CD) que corresponde al mundo de los matemáticos y geómetras, y otro superior (DE) en donde se encuentran las ideas. Para Platón, el ámbito del filósofo es el espacio DE, pero para alcanzarlo primero deben recorrerse las distancias AB, BC y CD: este último espacio (CD) siempre contó con el interés especial de Platón, pero al mismo tiempo postuló que no se trataba de un mundo perfecto, en vista de que sus deducciones provenían de postulados o axiomas primarios, o sea no justificados sino simplemente aceptados como verdades iniciales o incontestables. No importaba que los geómetras hicieran modelos (casi) perfectos de sus teoremas, o que los matemáticos presentaran pruebas (casi) inexpugnables de sus demostraciones; todas ellas estaban manchadas por el pecado original de la falta de justificación racional de sus orígenes. Para pasar del espacio de los matemáticos y geómetras al mundo perfecto de las ideas (DE), Platón propuso un método, la dialéctica, que simplemente consiste en la discusión racional de la definición de un concepto entre individuos versados en el asunto, hasta que finalmente se llega a un consenso. Aunque esto puede decirse (y se ha dicho, sobre todo por Hegel) de varias maneras mucho más grandiosas y complicadas, en realidad eso es a lo que la dialéctica se reduce en última instancia.

El símil o modelo de la cueva es probablemente la alegoría más famosa en toda la historia de la filosofía occidental. Platón la introdujo para ampliar sus conceptos sobre las distintas formas o etapas del conocimiento, que ya había ilustrado con el esquema de la línea resumido arriba. Siempre por boca de Sócrates, dialogando con Glaucón, Platón describe su alegoría de la cueva como sigue:

—Te invito a que ahora consideres la cultura o la ignorancia de nuestra condición humana más o menos de la manera siguiente. Imagina una cámara subterránea como una cueva con una entrada ampliamente abierta a la luz del día y tan ancha como la misma cueva. En esta cueva viven prisioneros desde niños unos hombres, con las piernas y el cuello atados de tal forma que sólo pueden mirar de frente y sin voltear a los lados. Detrás, a cierta distancia y por arriba de ellos, arde una fogata, y entre el fuego y los prisioneros hay un camino elevado al que atraviesa una tapia, construida como las mamparas que los titiriteros colocan entre ellos y el público y por encima de las cuales exhiben a sus muñecos.
—Ya veo.
—Imagínate ahora que unos hombres transportan toda clase de utensilios por detrás de la tapia, proyectando por encima de ella figuras de hombres y animales hechas de madera y piedra y de otros tipos de materiales; como podría esperarse, algunos de estos hombres estarán hablando y otros no.
—Una imagen extraña y un tipo extraño de prisioneros.
—Son como nosotros —le dije— porque ¿piensas que serían capaces de ver alguna otra cosa aparte de las sombras proyectadas por el fuego en la pared de la caverna que tienen enfrente?
—¿Cómo podrían hacerlo si se les ha impedido que muevan la cabeza durante toda su vida?
—¿Y podrían ver algo más de los objetos que están siendo transportados por el camino?
—Naturalmente que no.
—Por lo tanto, si fueran capaces de hablar entre sí, ¿no supondrían que las sombras que ven son las cosas reales?
—Inevitablemente.


El diálogo entre Sócrates y Glaucón continúa con la descripción de lo que ocurre cuando uno de estos desdichados prisioneros se libera de sus cadenas y logra voltear la cabeza, mirar directamente a los cargadores y a sus objetos, contemplar el fuego, y hasta salir de la cueva y ver directamente la luz del sol. Pero ya no lo seguiremos en su viaje de liberación, ni tampoco en su regreso a la profundidad de la cueva, porque Platón ya nos ha presentado el concepto relevante a nuestro interés en estas páginas. No cabe duda que la cueva corresponde al segmento AC de la línea, o sea al mundo visible en general, el de la mera opinión (doxa), que posee un nivel inferior del conocimiento, caracterizado por Platón no como ignorante sino como inculto; en este segmento el hombre confunde a la realidad con sus sombras; en cambio, el mundo exterior, al que finalmente llega el prisionero que logró evadirse de la cueva, es el equivalente al segmento CE de la línea, o sea el mundo del verdadero saber, del conocimiento pleno y absoluto, o sea el mundo de las ideas. En este último compartimiento se alcanza, según Platón, la visión inteligible de la idea del bien.

En realidad, Platón veía con cierto desprecio el estudio de la realidad, de los fenómenos de la naturaleza. Lo que el filósofo debía hacer era intentar llegar al mundo de las ideas, en donde todo es perfección absoluta. De acuerdo con Cornford, Sócrates logró cambiar el rumbo de la filosofía de sus predecesores y contemporáneos, que hasta su tiempo estuvo orientada al estudio y la comprensión de la naturaleza, por un interés primario en el individuo y en su alma. Como veremos a lo largo de estas páginas, el racionalismo y el subjetivismo son las dos caras de la misma moneda, acuñada originalmente para la cultura occidental por Platón. Aristóteles, que fue su discípulo desde los 17 años de edad, inició sus trabajos bajo la influencia de la teoría de las ideas pero posteriormente se apartó de ella; incluso se ha dicho que buena parte de sus escritos tienen como objetivo combatir esa teoría, aunque Dühring insiste en que Aristóteles nunca se libró de la influencia de Platón. Aristóteles contribuyó de manera enorme a la teoría del conocimiento, no sólo por sus escritos sino por su influencia en los pensadores medievales, para quienes su opinión sirvió casi siempre de punto de partida y no pocas veces de árbitro de la verdad. Para nuestro objetivo, conviene resumir las principales ideas aristotélicas sobre el método científico en las siguientes cuatro: 1) teoría del silogismo; 2) teoría de las definiciones; 3) el método inductivo-deductivo; 4) teoría de la causalidad.

1)Teoría del silogismo. De acuerdo con Aristóteles, los mismos principios generales de razonamiento rigen en todas las ciencias, entre las que incluía la política, la ética y la estética. Estos principios, que aparecen por primera vez en la Primera analítica, fueron inventados por Aristóteles y se refieren a las distintas formas que pueden tomar las proposiciones y las cuáles son válidas o inválidas. Como todos sabemos, los silogismos consisten de dos premisas y una conclusión, unidas en forma de inferencia o de implicación; así, el más famoso de todos los silogismos se puede expresar de las siguientes dos maneras:

Inferencia
Implicación
Todos los hombres son mortales.
Si todos los hombres son mortales.
Sócrates es un hombre.
y Sócrates es un hombre,
Por lo tanto, Sócrates es mortal.
entonces Sócrates es mortal.

Éste no es el sitio para repasar la compleja estructura de los diferentes silogismos, sino para señalar que se trata de instrumentos poderosos para examinar el razonamiento científico; no nos dicen nada, ni están diseñados para hacerlo, sobre el contenido de verdad de las premisas, sino que se trata de simples reglas de lógica para usarse una vez que las premisas se han alcanzado. Para esto último Aristóteles propuso su teoría de las definiciones o de la esencia.

Aristóteles (384-322 a.C.), según una representación medieval del siglo XIII en la catedral de Chartres

2) Teoría de las definiciones. En los Tópicos, Aristóteles incluye su doctrina de las cinco formas como un predicado puede relacionarse con el sujeto, de las que dos son "convertibles", la definición o esencia y la propiedad; una no es "convertible", el accidente; y las otras dos son el género y la especie. Lo mismo que Platón, Aristóteles pensaba que la más importante función del filósofo era la búsqueda de las definiciones correctas de las cosas, o sean conceptos o universales. Esto requería, en primer lugar, la determinación de su género y de su especie, porque de ellos dependen las cualidades o atributos necesarios y suficientes para que algo sea una cosa del tipo o clase a la que pertenece, o sea que de ellos depende su esencia. Este aspecto de la filosofía de Aristóteles es tan importante que algunos autores (como Popper) lo caracterizan como esencialismo, debido a que cuando conocemos la esencia de algo podemos deducir, a partir de ella, sus propiedades específicas. Según Aristóteles, una propiedad real de un objeto es algo que no revela su esencia pero que pertenece exclusivamente a ella y es convertible con ella; por ejemplo, Aristóteles dice que una propiedad del hombre es ser capaz de aprender gramática, porque si un ser vivo es un hombre, es capaz de aprender gramática, y si un organismo vivo es capaz de aprender gramática, es un hombre.

El esencialismo es interesante porque sugiere ya una posible estructura del método científico aristotélico: basta establecer la esencia de los fenómenos que nos interesan y a partir de ella deducir sus propiedades, tal como se hace en geometría, en donde funciona muy bien. Por ejemplo, si definimos al círculo como una figura plana (éste sería su género) en donde todos los puntos de la figura son equidistantes a un punto fijo (ésta sería su especie), tal propiedad sería automáticarnente su esencia, que al mismo tiempo es convertible con el objeto, o sea el círculo. Pero el propio Aristóteles vio que este sistema no era satisfactorio en vista de que existen otros atributos de las cosas, los llamados accidentes, que no pueden derivarse de su esencia; por ejemplo, aunque la esencia del hombre es que es un animal racional (la definición es del propio Aristóteles) de ahí no puede derivarse si es alto, chaparro, flaco, gordo, bueno, malo, etc. De hecho, el descubrimiento de la esencia de las cosas no puede ser un proceso puramente lógico y mental, sino que requiere tomarlas en cuenta, examinarlas y sujetarse a los resultados del examen. En sus propias palabras:

Debemos dirigir nuestra investigación a la búsqueda de un grupo de cosas que sean semejantes en el sentido de ser específicamente indiferentes, y preguntarnos qué es lo que tienen en común; después debemos hacer lo mismo con otro grupo dentro del mismo género y perteneciente a la misma especie dentro del grupo, pero a otra especie distinta de la del primer conjunto. Una vez que hayamos descubierto para este segundo grupo qué es lo que sus miembros tienen en común, y de manera semejante en varios otros grupos, debemos considerar de nuevo si las características comunes que hemos establecido tienen algún aspecto que es propio de todas las cosas examinadas, hasta que alcancemos una sola expresión. Esta será la definición requerida.

Ésta es una de las primeras formulaciones de la inducción, o sea de la operación lógica que va de lo particular a lo general, que representa un salto hacia adelante en el conocimiento, un enriquecimiento repentino de la información derivada del examen de instancias particulares, un verdadero descubrimiento. Aristóteles está postulando varias cosas al mismo tiempo, está resolviendo a su manera una serie de problemas que volverán a aparecer en la historia del pensamiento humano una y otra vez, y que todavía hoy están con nosotros: en primer lugar, señala la participación importante de las percepciones sensoriales en la recolección de datos; en segundo lugar, supone que la mente tiene la capacidad de reconocer y aislar semejanzas entre objetos diferentes; en tercer lugar, que por medio de tales semejanzas se pueden construir clases distintas, como géneros y especies. Pero sobre todo, Aristóteles está proponiendo el método científico inductivo-deductivo.

3) El método inductivo-deductivo. Aristóteles ilustra este método por medio del análisis de un eclipse lunar: el científico primero observa el oscurecimiento progresivo de la superficie lunar, y a partir de ésta y otras observaciones induce varios principios generales, que son que la luz viaja en línea recta, que los cuerpos opacos producen sombra, y que cierta situación de dos cuerpos opacos cerca de un objeto luminoso resulta en que la sombra de uno de ellos se proyecta en el otro. De estos principios generales, y del hecho de que la Tierra y la Luna son cuerpos opacos, se deduce el mecanismo de producción del eclipse; en otras palabras, ha progresado del hecho de que la Luna se ha oscurecido a la comprensión del fenómeno.

De acuerdo con Aristóteles, los objetos individuales resultan de la unión de dos componentes: materia y forma. La materia les confiere especificidad individual mientras que la forma los hace miembros de una clase de objetos similares. Las generalizaciones acerca de la forma son las que se realizan por inducción, a partir de experiencias sensoriales. Aristóteles describe dos tipos de inducción, por enumeración simple y por intuición: la primera es aquella en la que una serie de proposiciones sobre objetos o eventos se toma como base para una generalización acerca de la especie de que son miembros, razón por la cual las premisas y la conclusión contienen los mismos términos descriptivos. Un ejemplo muy conocido es:

El cuervo 1 es negro
El cuervo 2 es negro
El cuervo 3 es negro

Todos los cuervos son negros

En cambio, la inducción intuitiva consiste en la apreciación directa, muchas veces repentina, de lo que es esencial en un conjunto de datos sensoriales; el ejemplo que da Aristóteles es el de un observador que en varias ocasiones nota que el lado brillante de la Luna es el que mira hacia el Sol y de pronto se da cuenta de que la Luna brilla porque refleja la luz del Sol. Aristóteles señala que este tipo de intuición sólo se desarrolla después de una experiencia extensa, que los observadores experimentados ven con mayor penetración, o son capaces de percibir más, en uno o un grupo de objetos o fenómenos, que los que apenas se inician en esas tareas.

A pesar de la importancia (tanto positiva como negativa) que la inducción iba a adquirir en la evolución histórica del concepto del método científico, Aristóteles sólo la menciona para resolver el problema planteado por su interés en la posesión de la esencia de las cosas: en realidad, la inducción es un producto colateral y no muy importante del esencialismo aristotélico, y sirve para llegar a la posición en la que el científico está listo para generar nuevos conocimientos. En efecto, es cuando las generalizaciones alcanzadas por medio de la inducción se usan como premisas para la explicación de las observaciones iniciales, cuando realmente avanza el conocimiento. El proceso lógico responsable de este portento es la deducción, la operación mental inversa de la inducción, o sea donde se va de lo general a lo particular. Aristóteles insistió en que sólo existe una forma general válida de deducción en la ciencia cuando la conclusión es que una clase de objetos o sucesos se incluye en otra, o se excluye de otra, ambas total o parcialmente. En forma semiesquemática, si A y B representan las dos clases mencionadas, las únicas deducciones válidas entre ellas son las siguientes cuatro:

Deducción
Relación
Todos los A son B
A totalmente incluido en B
Ningún A es B
A totalmente excluido de B
Algunos A son B
A parcialmente incluido en B
Algunos A no son B
A parcialmente excluido de B

Sin embargo, la deducción más importante de estas cuatro es la primera, en vista de que la esencia de ciertas clases tiene relaciones especiales con la de otras clases, lo que se traduce en deducciones del tipo "Todos los A son B". Por esto mismo, el prototipo de la deducción científica es el silogismo Barbara, que en forma esquemática corresponde a


Todos los A son B
Todos los C son A

Todos los C son B

Aristóteles señaló cuatro requerimientos empíricos (o sea, no lógicos) a las premisas de cualquiera deducción con pretensiones de calificar como explicación científica. Primero, que deberían ser ciertas; segundo, que deberían ser indemostrables; tercero, que deberían ser mejor conocidas que la conclusión; y cuarto, que deberían ser causas de los atributos mencionados en la conclusión. Lo que primero llama la atención de estos requerimientos es que las premisas deban ser indemostrables, pues parece contradictorio con el papel previamente aceptado de la inducción como un mecanismo para alcanzar generalizaciones. Pero lo que preocupaba a Aristóteles (según sus comentaristas) era que la única forma de evitar regresiones infinitas en las explicaciones científicas era postular la existencia de algunos principios indemostrables en cada una de las ciencias; por lo tanto, no todo el conocimiento acumulado en cada ciencia es demostrable. Aristóteles especificó que esta propiedad la exhibían las leyes científicas más generales, así como las definiciones de los significados de los atributos propios de cada ciencia. Pero este requerimiento de indemostrabilidad de las premisas de las deducciones científicas no es el que llama más la atención de los cuatro mencionados, sino el de su relación causal con los atributos de la conclusión. Aristóteles reconoció que entre las premisas y la conclusión se podían dar dos tipos de correlaciones, causales y accidentales; para distinguirlas, propuso que en las correlaciones causales el atributo ocurre en todos y cada uno de los miembros de la clase incluida en la conclusión, se trata de una propiedad específica y no de un efecto colateral de otros atributos, y pertenece a la esencia del sujeto. Éste es uno de los varios talones de Aquiles del esquema científico aristotélico, especialmente porque no se especifican las características propias de la esencia. Aristóteles apuntó que "animal" es un predicado esencial de "hombre", pero desgraciadamente agregó "musical" como ejemplo de un predicado no esencial; de mayor trascendencia, una cosa es dar ejemplos de predicados esenciales y accidentales (que fue lo que hizo) y otra es estipular los criterios generales y específicos para hacer tales distinciones (que fue lo que no hizo).

4) Teoría de la causalidad. Debido a la enorme influencia que tuvo (y todavía tiene) en los diferentes conceptos del método científico a través de la historia, conviene resumir muy brevemente las ideas aristotélicas sobre la causalidad. Lo primero que debe mencionarse es que Aristóteles tenía una noción de causa más amplia y generosa que la contemporánea; en nuestro tiempo, la causa es algo (cosa o proceso) que hace que otro algo (también cosa o proceso) ocurra, mientras que para Aristóteles ésta era solamente parte de una historia mucho más compleja y elaborada para explicar la existencia o la naturaleza de cualquier cosa, era indispensable especificar cuatro tipos diferentes de causas: materiales, eficientes, formales y finales. Las causas materiales y eficientes son obvias, sobre todo cuando se sigue el ejemplo aristotélico de una estatua (material = mármol; eficiente = la idea de la estatua en la mente del artista), mientras que las causas formales y finales son menos aparentes y requieren cierta clarificación. Las causas formales se refieren a la esencia de los objetos, a su forma (impuesta en la hylé o sustrato esencial de las cosas), o a la unión misma entre la hylé y su forma sobrepuesta, que no era necesariamente una morfología específica sino que podía ser también una temperatura, un color o una textura diferentes. Las causas finales son algo aparte, que todos nosotros conocemos muy bien pero que formalmente tratamos de evitar. Aristóteles las caracterizó como la actualización de propiedades potenciales, lo que hoy nadie podría rechazar en principio, especialmente si aceptamos que todos los organismos biológicos contenemos un programa que define y delimita, en términos genéricos y quizá no importantes a nivel individual, pero definitivos entre poblaciones distintas, no sólo lo que somos sino también todo lo que podemos llegar a ser. Aristóteles pensaba que las cosas ocurren en parte porque la causa final (el telos) así lo proyecta y lo exige, o sea que el futuro (que de alguna manera ya existe, no sólo hoy sino desde siempre) determina el pasado y el presente. Ésta es la premisa fundamental de la teleología, una forma de "explicación" de la existencia y desarrollo de los fenómenos naturales que tuvo gran popularidad entre los comentaristas medievales de Aristóteles, entre los opositores de la "nueva ciencia" en el Renacimiento, entre los partidarios de la Natur-Philosophie, en el siglo XIX y que desde siempre ha sido una de las piedras de toque de los animistas o vitalistas, así como uno de los enemigos que han tratado de derrotar los deterministas o mecanicistas. Con la primera mención de esta contienda, mucho más ideológica y emocional que objetiva y racional, y que volveremos a encontrar varias veces en estas páginas, conviene terminar nuestro examen de algunas de las ideas más relevantes al método científico de los sistemas filosóficos de Platón y Aristóteles, también conocidos como antiguos. Espero que en el resto de este volumen quede claro que lo antiguo no es sinónimo ni de primitivo ni de equivocado. Como veremos, Platón y Aristóteles se hicieron (en el lenguaje y con los intereses de su tiempo) muchas de las preguntas más importantes que todavía hoy nos planteamos, basados en poquísima información objetiva sobre el mundo real, sus respuestas fueron magníficas en su generalidad y todavía hoy, 25 siglos después de haber sido propuestas, se siguen discutiendo y, como resultado natural de ese debate continuo, siguen siendo aceptadas por unos y discutidas por otros.