XIV. INVITACIÓN A LA CIENCIA





ES TRADICIONAL que cada principio de año nos encuentre llenos de propósitos nuevos o renovados. La magia del cambio de año nos inunda y pensamos que ahora sí las cosas van a cambiar, que es el momento oportuno de un borrón y cuenta nueva. Es con ese espíritu que escribo estas líneas, pero no se piense que me hago ilusiones; en el fondo sé muy bien que nunca se empieza de nuevo, sino desde el sitio en donde estamos. Me hago estas reflexiones porque entre mis decisiones de año nuevo está la de invertir una parte todavía mayor de mis esfuerzos en divulgar lo que es la ciencia y para qué sirve, su papel fundamental no sólo en el desarrollo económico y tecnológico sino también, y de manera mucho más importante y trascendente, su función cultural; en describir las bondades del trabajo científico, sus atractivos y sus satisfacciones; en defender a la ciencia de los ataques de sus enemigos, tanto los de "fuera" como los de "dentro", y en exigir que se le reconozca su valor y se le asignen los recursos que necesita para cumplir con su papel definitivo en la transformación de nuestra sociedad; y, en fin, en invitar cordialmente a la juventud que se encuentra ante el problema de elegir actividad profesional para toda la vida a que considere una carrera en la investigación científica. Este último es mi tema de hoy.

A los que trabajamos en la ciencia nos resulta difícil comprender por qué no somos muchos más, cómo es posible que no todos los individuos inteligentes y creativos sean científicos y cuáles son las causas principales de que un buen número de jóvenes capaces no escojan invertir sus vidas en la ciencia. Siempre me ha parecido qu el famoso dicho: "El trabajo es tan abominable que hasta le pagan a uno por hacerlo", lo debe haber inventado un pobre diablo al que no le gustaba su ocupación y considero imposible que algún científico lo suscriba; de hecho, con frecuencia he escuchado a mis colegas investigadores decir: "Este trabajo es muy divertido y además, hasta le pagan a uno por hacerlo." Los tres argumentos más comunes para no escoger a la ciencia son: 1) es muy difícil, 2) es mucho trabajo, y 3) los científicos están muy mal pagados.

1) La ciencia no es ni más ni menos difícil que otras actividades profesionales de alto nivel, como la ingeniería, la medicina, la historia o la demografía. De hecho, es perfectamente posible y legítimo hacer investigación científica en esas disciplinas, aunque es excepcional y regularmente sólo se ejercen como profesiones. En varias áreas de la ciencia es necesario tener una sólida preparación matemática, pero hay muchas otras cuyos objetos de estudio son mucho más complejos que los simples fenómenos físicos o astronómicos y no se prestan al manejo cuantitativo; además, las matemáticas, como casi todo en esta vida, son fáciles de aprender. Hay grandes problemas científicos muy difíciles, pero el buen investigador que intenta resolverlos usa la estrategia de dividirlos en muchos pequeños problemas menos complicados y trabaja con ellos. En mi opinión (y la de muchos de mis colegas) la ciencia no es intrínsecamente difícil; lo que ocurre es que requiere mayor concentración y uso de las facultades intelectuales que otras ocupaciones, como por ejemplo vender coches, ser futbolista profesional o locutor de televisión.

2) La ciencia no es mucho trabajo; los científicos trabajamos mucho, pero nos gusta y nos divierte. Además, la imagen del científico como un individuo encerrado en su laboratorio hasta las altas horas de la noche, a quien la vida ha pasado de largo, es completamente falsa; muchos científicos no trabajan en el laboratorio sino en el mar, en el campo o en las montañas, otros se pasan la vida viendo las estrellas o estudiando la vida de las hormigas o el comportamiento de los gorilas en el África. Hay para todos los grupos, los horarios y los estilos de vida: ninguna otra ocupación profesional ofrece en la actualidad un repertorio más amplio y heterogéneo que la ciencia y ninguna ha tenido el éxito sensacional de la ciencia en los últimos 300 años.

3) Los científicos mexicanos estamos mal pagados, aunque hasta hace un año estábamos mucho peor que ahora; si el interés del joven que está escogiendo una carrera profesional es enriquecerse a la mayor brevedad, desde luego que la ciencia no le conviene, pero tampoco le conviene estudiar una carrera universitaria. Lo más expedito para alcanzar la abundancia a corto plazo es el comercio, la tauromaquia o el PRI, de este lado de la ley, o bien el comercio o el PRI, del otro lado de la ley. Los sueldos que percibimos los científicos mexicanos en las distintas instituciones de educación superior son muy bajos y siempre lo han sido; nos hemos dejado pagar una miseria por desarrollar una actividad absolutamente indispensable para que la sociedad exista y se transforme en lo que debe ser de acuerdo con el tiempo en que vive, mientras que los banqueros, los administradores, los funcionarios y los políticos se han asignado a sí mismos y han cobrado salarios muchas veces superiores, por desempeñar trabajos intrascendentes, irrelevantes o hasta inconvenientes a corto plazo, entre otras razones porque los científicos estamos tan ocupados y divertidos con nuestro trabajo que hemos dejado la autoridad y la administración en otras manos; pero a largo plazo no tengo la menor duda de que la necesidad y la importancia vital de la ciencia se hará evidente hasta para los políticos, y entonces cambiará la actual situación económica de los científicos. De hecho, ya existen síntomas sugestivos de que el cambio se está iniciando, aunque los últimos reveses económicos sufridos por la clase media asalariada han obliterado por completo las pequeñas ventajas que obtuvimos durante el año pasado.

En resumen, 1) la ciencia no es difícil (aunque sí requiere el uso continuo de todas nuestras facultades intelectuales); 2) tampoco es mucho trabajo sino más bien mucha diversión, que puede adoptar una gama de actividades mucho más amplia que cualquier otra ocupación profesional contemporánea; 3) los científicos sí estamos mal pagados, pero antes (apenas hace un año) estábamos peor y hay datos sugestivos de que nuestra situación actual va a mejorar.

En vista de lo anterior, no considero un acto de proselitismo sectario o inmoral el extender una sincera y cordial invitación a la juventud mexicana que se encuentra frente a la difícil decisión de escoger una carrera profesional para toda la vida, para que considere a la ciencia como una opción viable y atractiva.