XVI. LA VOCACIÓN CIENTÍFICA

SIEMPRE he tenido dificultades para entender el concepto de "vocación". Desde luego, no me refiero a la primera acepción que el Diccionario de la Lengua Española le da al vocablo, que es: "Inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de religión", sino más bien a la cuarta, que la define como: "Inclinación a cualquier estado, profesión o carrera." El término se usa con gran frecuencia y como si quisiera decir algo bien definido en los medios artísticos y entre los toreros; también me ha tocado escuchar a un grupo de madres jóvenes discutir con gran ternura las primeras manifestaciones de las vocaciones de sus hijos, mientras esperaban que fuera hora de recogerlos en el kinder y llevarlos a casa; finalmente, en una entrevista con la máxima estrella futbolística del momento, el locutor le preguntó: "¿Cuándo sentiste que tu vocación era el futbol?", a lo que el entrevistado contestó, sin dudarlo ni un segundo: "Desde que me acuerdo, siempre tuve vocación de futbolista."

Tanto el sentido literal como el vernacular del término "vocación" implican preferencia o gusto por algo, además de ciertas facilidades especiales adquiridas genéticamente, lo que a su vez evoca la idea del "llamado" o por lo menos de la "selección" (etimológicamente, el término se deriva del latín vocatio-onis, que significa acción de llamar). Por lo tanto, tener una vocación es poseer desde el nacimiento habilidades específicas para realizar distintas actividades, que van desde las matemáticas hasta el crimen organizado, pasando por el ballet, la política, la tauromaquia, la ciencia, la prostitución, la literatura y la diplomacia, entre otras. Debe señalarse también que para algunas ocupaciones, como burócrata, chofer de camión de la ruta 100, estudiante de la Prepa Popular, empleado de la banca nacionalizada, campesino o agente de tránsito, todavía no se ha descrito una vocación, y es indispensable registrar la existencia de vocaciones "negativas", entre las que se encuentran el dibujo, la música, las matemáticas, la medicina y las leyes, por mencionar sólo a las más citadas en ese contexto.

Creo que el concepto de vocación tiene bases biológicas reales. Casi todos lo seres humanos somos, cada uno, muy diferentes de todos los demás (la excepción son los gemelos univitelinos, que realmente son excepcionales), pero no sólo de nuestros miles de millones de contemporáneos, sino también de todos los seres humanos que han existido a través de toda la historia y de todos los que existirán en el futuro, mientras la reproducción de H. sapiens se siga haciendo como hasta ahora. En realidad, cada uno de nosotros es un experimento único de la naturaleza que probablemente jamás volverá a repetirse de manera exactamente igual. La existencia de un repertorio biológico de tal magnitud hace inevitable el surgimiento continuo de individuos genéticamente dotados para sobresalir sobre sus contemporáneos en distintas actividades, como la música, la cirugía o el futbol. Pero la ruleta genética está muy lejos de ser el factor más importante (y todavía más lejos de ser el único factor) en la determinación de lo que el individuo logra hacer con sus dotes especiales; todos los H. neanderthalis que nacieron con la misma sensibilidad a la luz y al color que Vincent van Gogh se perdieron, todos los griegos helénicos dotados de un genio musical equivalente al de Mozart se frustraron, y todos los soldados napoleónicos con la habilidad matemática de Galois se fueron inéditos. En otras palabras, a través de la historia la biología ha sido necesaria para la expresión de la vocación, pero nunca ha sido suficiente. El elemento histórico más importante es la coincidencia entre los elementos biológicos necesarios y la estructura de la sociedad en que ocurren; esta coincidencia explica por qué Leonardo, Rafael y Miguel Ángel fueron contemporáneos y por qué Haydn, Mozart y Beethoven convivieron en Viena.

Todo lo anterior se agita en mi mente cuando alguien me habla de la "vocación" científica. El tema generalmente surge en tres situaciones diferentes: 1) en discursos inaugurales de distintas actividades académicas, casi siempre pronunciados por altas autoridades administrativas que deberían ser más analíticas de lo que dicen pero no lo son; 2) en discusiones informales con colegas científicos, que manejan el concepto de "vocación como si fuera una categoría bien definida y de significado uniforme para todos los presentes, y 3) en pláticas con los hijos y otros familiares de antiguos alumnos míos, que me honran con su persistente confianza y amistad y me piden que los escuche y los oriente. Mi postura en este contexto es decepcionantemente siempre la misma: yo sostengo que la "vocación" no existe. El joven no hace bien lo que le gusta, sino que le gusta lo que hace bien. Nuestra dotación biológica nos capacita (en forma totalmente arbitraria) para ser los iguales de Alejandro, de Casals y de Maradona; el mundo en que nacemos ofrece opciones totalmente distintas, como ser minero en Chile, guarura en México o "contra" en Nicaragua. ¿Dónde está la bendita "vocación" en estos casos?

Personalmente, creo que el concepto de la "vocación" refleja una idea demasiado esquemática de la realidad, una postura simplista ante el mundo. Lo retrata como formado por tres estructuras fácilmente reconocibles: 1) diferentes actividades humanas que pueden jerarquizarse fácilmente a partir de criterios "obvios", por ejemplo, es mejor ser banquero que burócrata; 2) virtudes innatas para realizar labores de diferentes complejidad, como el salto de garrocha, tocar el corno inglés o ejercer la medicina; 3) coincidencia entre la ocupación finalmente adoptada por el sujeto y su "vocación".

En mi opinión, el hombre tiene un repertorio de posibilidades mucho más amplio que el implícito en el estrecho concepto de "vocación", mientras que sus opciones profesionales están rigurosamente limitadas por la estructura de la sociedad y la época en que le toca vivir. Muchos de mis amigos científicos podrían fácilmente haber sido otra cosa, pero las circunstancias determinaron que la ciencia les saliera al paso y quizá algún buen profesor tuvo el privilegio de mostrarles, no sólo por su trabajo sino por toda su vida, el atractivo de dedicarse a tal actividad profesional. La prueba de fuego vino cuando hicieron su primer experimento y les salió bien. Estoy seguro de que en ese momento varios o muchos de ellos decidieron que, realmente, la ciencia era su "vocación".