XXVI. LA CIENCIA BÁSICA Y LA ZANAHORIA

"MIRE usted, ya es tiempo que los científicos mexicanos dejen de estar haciendo ciencia básica y se dediquen a aplicar sus conocimientos a la producción de tecnología, con objeto de sustituir a la importada. En la compra de tecnología en el extranjero se nos van muchas divisas, con lo que se amplía y se prolonga nuestra dependencia económica. En lugar de invertir su tiempo en averiguar cosas sin aplicación, los investigadores de México deberían dedicarse a hacer cosas útiles que fueran sustituyendo a las que tenemos que importar. Cuando gracias a la tecnología México haya salido de la crisis económica podrán darse el lujo de hacer ciencia básica, pero como consecuencia de la bonanza generada por la aplicada, y no al revés."

La opinión anterior se escucha con frecuencia en medios no académicos, se encuentra en el fondo de muchos comentarios periodísticos, y de vez en cuando sirve de plataforma para lanzarle uno que otro mísil a la comunidad científica mexicana. Sin embargo, a pesar de su aparente sentido común, tal opinión está completamente equivocada, en vista de que se basa en un concepto falso de la ciencia; además, no sólo no se alcanza de esa manera la independencia económica, sino que también se pierde la identidad cultural. A continuación doy en forma resumida los principales argumentos que apoyan las dos aseveraciones anteriores.

El concepto de que existen dos ciencias, una básica y otra aplicada, es totalmente falso. No hay más que una sola ciencia y toda es aplicada. La ciencia no aplicada no existe; cuando se habla de ciencia básica lo que quiere decirse es que sus resultados se usan para generar más conocimiento, o sea para entender mejor un segmento de la naturaleza, mientras que por ciencia aplicada se entiende la solución de problemas específicos. Además, es muy frecuente que se confunda a la ciencia aplicada con la tecnología, aunque en realidad son totalmente diferentes. La ciencia es una actividad creativa del hombre cuyo objetivo es la comprensión de la naturaleza y cuyo producto es el conocimiento, mientras que la tecnología es una actividad transformadora cuyo objetivo es la explotación de la naturaleza y cuyos productos son bienes materiales y de servicio. Lo que realmente se pretende cuando se dice que se abandone la ciencia básica y se trabaje solamente en ciencia aplicada, es que nos dediquemos nada más a la tecnología. La historia nos enseña que hace muchos años esto era posible, sobre todo cuando la ciencia no existía o estaba muy subdesarrollada; la tecnología de entonces era totalmente empírica, o sea que se basaba en la práctica y el error. Pero con el tiempo la ciencia se fue haciendo cada vez más fuerte y eficiente, de modo que en la actualidad la tecnología es realmente la aplicación del conocimiento generado científicamente. En otras palabras, en el mundo moderno, sin ciencia no hay tecnología; no es posible intentar competir tecnológicamente con países desarrollados sin una base científica tan sólida y tan extensa como la de ellos. Es como si se pretendiera pelear con lanzas y hachas de piedra contra bombas termonucleares.

Algunos de los críticos de la prioridad de la ciencia en países del tercer mundo como México están de acuerdo con el argumento anterior, pero ofrecen una salida: "Es claro que los buenos tecnólogos necesitan ser buenos científicos, o ser dirigidos por buenos científicos. Pero no es necesario que todos los países tengan las costosas instalaciones, los cuerpos de profesores y hombres de ciencia, los proyectos de investigación, y todo lo demás que requieren los centros de enseñanza de la ciencia moderna. Vamos a dejar que los grandes países desarrollados tengan las universidades y vamos a enviar a nuestros mejores cerebros a ellas, para que aprendan a ser científicos. Pero cuando regresen a nuestro país subdesarrollado, que se apliquen a resolver los problemas tecnológicos más importantes." Es decir, dejar la educación superior en manos de otros países y nosotros dedicarnos a alcanzar la independencia económica por medio de la sustitución de la tecnología importada; cerrar las universidades e institutos de investigación y transformarlos en grandes talleres de ingeniería mecánica o eléctrica, en inmensas plantas químicas industriales, en enormes laboratorios de producción de medicamentos, en extensas fábricas de turbinas y de tractores. Esta gigantesca tecnología sería manejada por los científicos doctorados en el extranjero, quienes además deberían estar compitiendo contra la tecnología generada en los países desarrollados. El escenario descrito tendría como consecuencia no sólo la catástrofe tecnológica más grave que pueda imaginarse, pues en un par de generaciones nos habríamos quedado definitivamente atrás y fuera del mundo moderno, sino también la rápida pérdida de nuestra identidad nacional, en vista de que todas nuestras mejores gentes estarían siendo educadas en el extranjero, mientras el cierre de las universidades habría hecho desaparecer la investigación antropológica, histórica, étnica, artística, filosófica, literaria, estética, lingüística, astronómica, etc., que construyen, refuerzan y actualizan continuamente nuestra nacionalidad. El resultado sería un país ignorante de sí mismo, colonizado y profundamente aferrado a una lucha tecnológica con los países desarrollados, persiguiendo la independencia económica por medio de una estrategia que la ha transformado en una zanahoria. Naturalmente, me refiero a la zanahoria mecánica que persiguen los conejos en las pistas de carreras construidas con ese propósito; como es bien sabido, los pobres conejos están destinados a no alanzarla nunca, por más aprisa que corran.

Si queremos que México crezca y se desarrolle como un país libre, con plena conciencia de sus propios valores y al mismo tiempo con una economía sana y competitiva en el mundo moderno, debemos aceptar que sólo puede hacerlo enfrentándose a la realidad, la que nos muestra a la ciencia como el camino más recto y seguro para alcanzar tales objetivos. Pero es toda la ciencia la que se necesita; creer que es posible posponer el desarrollo de la ciencia básica y concentrarnos en la tecnología para obtener independencia económica es una ilusión y un error. Es correr detrás de la zanahoria.