XXVII. SOBRE LA EXCELENCIA CIENTÍFICA

VARIAS de las instituciones (oficiales o no) cuya raison d' être y única función es el apoyo y fortalecimiento de la ciencia en México, enfrentadas a la enorme y compleja magnitud del problema y a la limitación de sus recursos, han optado por establecer prioridades. Por fortuna (en vez de por diseño intencionado) las distintas listas de prioridades no coinciden en renglones específicos y sí en dos puntos generales: formación de recursos humanos y proyectos de excelencia. Cualquiera que conozca, aun de la manera más superficial e incompleta, el estado actual de la ciencia en México, no podrá menos que aplaudir esta feliz coincidencia. En un país donde hay 50 veces menos científicos que en Israel o 40 veces menos científicos que en Japón, por cada 100 000 habitantes, y que en vista de su subdesarrollo necesitaría tener un número de científicos no sólo igual sino hasta mayor que el de esos países, la formación de recursos humanos es obviamente una de las más altas prioridades. En cambio, el significado de los "proyectos de excelencia" no es obvio; el propósito de estas líneas es tratar de explicarlo en forma accesible, aunque pronto se verá que el asunto es más complejo de lo que parece.

La inclusión de la prioridad "proyectos de excelencia" obedece al reconocimiento, por parte de las distintas instituciones, de que la investigación científica es un asunto muy diferente a la colocación de semáforos en una avenida o a la fabricación de 10 000 m de alambre de teléfono. En estos dos últimos casos, el resultado final se conoce, la tecnología para llevarlo a cabo está en poder de los concursantes, se firma un contrato con el ganador del concurso que incluye un calendario para la entrega y si se cumple, se paga. En cambio, en la investigación científica las cosas son diferentes: aunque como regla siempre se señala una meta final ("la erradicación del paludismo", o "la fijación del nitrógeno") el investigador sabe muy bien que esa meta sólo podrá ser realizada como consecuencia de haber alcanzado antes otra, que es la adquisición del conocimiento que aún no tenemos. Un buen científico es aquel que hace coincidir su imaginación con la realidad, por lo menos en una ocasión en su vida; un científico excelente sería el que logra ese milagro no una sino varias veces; un científico genial es el que no sólo le atina con frecuencia a la realidad en sus sueños, sino que además lo hace en áreas de gran generalidad. Pero todos ellos trabajan en la frontera de lo desconocido, literalmente no saben en dónde está el camino ni a dónde van. Si alguien les pide que especifiquen por escrito lo que van a hacer, cómo lo van a hacer y cuánto tiempo se van tardar, los científicos llenarán las formas respectivas inventando lo que no saben y tratando de decir las menos mentiras posibles, con objeto de obtener los recursos que les permitan trabajar. Pero en el fondo ellos saben muy bien que el diseño propuesto puede no funcionar y entonces habrá que cambiarlo, que el calendario prometido es utópico, que miles de cosas pueden surgir en el camino que cambien radicalmente no sólo la estrategia sino hasta la idea original, y que la fecha de "terminación" del proyecto es pura fantasía.

Ante este nivel de incertidumbre en los proyectos científicos, ¿cuáles pueden ser los criterios utilizados para valorar y/o medir su "excelencia"? Aun en el caso de aquellos proyectos que caigan dentro de las prioridades preestablecidas por las distintas instituciones de apoyo a la ciencia, es necesario distinguir entre los malos, los buenos y los excelentes. ¿Cómo se reconoce y se mide la calidad de un proyecto de investigación científica? No lo sé, pero me apresuro a agregar que estoy en muy buena y numerosa compañía, porque nadie lo sabe. No existen criterios definidos para fijar y medir la excelencia de un proyecto científico. De hecho, un minuto de reflexión debería convencernos de que, si el nivel de incertidumbre en la investigación científica es tan alto como yo lo he señalado arriba, un juicio confiable sobre su calidad deberá ser igualmente incierto.

De cualquier manera, los programas de apoyo a los proyectos de investigación científica de "excelencia existen de modo que las decisiones, inciertas y/o difíciles, se llevan a cabo. Epur si muove. Ignoro cómo se hace en muchos casos; en unos cuantos, me ha tocado participar en la evaluación de proyectos de investigación de "excelencia" y en lo que sigue voy a resumir mis cinco criterios principales, con plena conciencia de sus tremendas y muy humanas limitaciones:

1)Calidad previamente demostrada por el investigador y su grupo. Este es un ingrediente de enorme importancia: si el investigador que presenta el nuevo proyecto ha demostrado previamente ser capaz de generar nuevos conocimientos, cuenta con mi apoyo incondicional. Este criterio casi nunca falla, pero por desgracia no sirve para juzgar a los investigadores jóvenes, que todavía no han tenido su oportunidad y en los que debemos estar muy interesados.

2) Área de investigación importante pero subdesarrollada en México. Aquí corro obvios y grandes peligros, porque en sentido estricto todas las áreas de investigación científica son importantes y todas están subdesarrolladas en nuestro país. Además, éste es un asunto de matices y experiencia personal: yo favorecería un proyecto de epidemiología de la tuberculosis sobre uno de mecanismos inmunológicos en el lupus eritematoso, pero tengo un buen amigo que seguramente haría lo contrario.

3) Originalidad en el planteamiento del problema y/o en la metodología propuesta para intentar resolverlo. Considero elemental que un proyecto de investigación deba ser original para ser considerado de excelencia; los proyectos que caben dentro del juego de "lo que hace la mano hace la tras" deben ser descalificados, pero hay excepciones.

4) Potencial de generación de nuevas ideas. Ésta es una de las características más difíciles de evaluar en un proyecto de investigación, sobre todo porque debe hacerse en ignorancia de los resultados.

Los cuatro criterios señalados arriba son necesarios pero no suficientes para conferirle excelencia a un proyecto de investigación. En efecto, el investigador puede ser justamente famoso por sus contribuciones previas, el área de investigación puede ser una de las más importantes en el país, el problema puede estar planteado en forma completamente original, aparentemente poseer gran potencial para generar nuevas ideas, pero, a pesar de todo, no ser de excelencia. Falta un elemento más, que considero esencial e indispensable para considerar a cualquier proyecto de investigación como excelente, y que aun en ausencia de los cuatro anteriores es por sí sólo suficiente para conferir excelencia:

5) Calificación de excelencia por un grupo de investigadores científicos expertos. El amable lector no debe tomar este criterio como la confesión de que la excelencia en los proyectos de investigación es indefinible y, por lo tanto, imposible de utilizar objetivamente para clasificarlos en dos grupos: los excelentes y los otros. Todo lo contrario, este criterio señala que el reconocimiento de la excelencia es asunto de profesionales expertos, de individuos capacitados a través de años y más años de trabajo en investigación científica. Tal actividad tiene fama de interferir con la apreciación justa de la realidad (el "sabio distraído") y de generar una actitud ingenua y hasta poco eficiente frente a los aspectos prácticos de la vida diaria. Mi experiencia es que los científicos no somos ni distraídos ni imprácticos, pero podría estar equivocado; en cambio, en lo que seguramente no estoy equivocado es en que para reconocer la excelencia en un proyecto de investigación, hay que preguntarles a los científicos expertos en el campo. Ellos son los únicos capaces de hacerlo bien.