XLVIII. CIENCIA Y AUSTERIDAD

LAS graves restricciones económicas introducidas por la actual situación de México se están sintiendo en todos los sectores; la educación, la salud, el transporte, los salarios, la inversión pública y privada, el mercado de trabajo, y todos los demás renglones que sirven como indicadores de la economía de la sociedad se han desplomado vertiginosamente. A la incertidumbre respecto al nivel de depresión económica que finalmente alcanzaremos debe agregarse la ignorancia completa sobre el tiempo que estaremos confinados a tales profundidades. De lo que no hay duda es de que a los mexicanos nos esperan más de siete años de vacas muy flacas.

En tiempos de austeridad, el país debe señalarse prioridades para invertir sus escasos recursos; es prioritario establecer una clara y firme jerarquía de acciones basadas en su capacidad para resolver las necesidades más urgentes e importantes en primer lugar, y para preparar y asegurar la salida de la situación adversa en el más corto plazo posible, también en primer lugar. Tales acciones deberán estar basadas, antes que cualquier otra cosa, en la lealtad que el gobierno de México le debe en primerísimo lugar a los mexicanos a los que gobierna, o sea, a los que sirve. La lealtad mencionada es prioritaria, o sea que los intereses del pueblo de nuestro país deben considerarse y satisfacerse antes de canalizar recursos para cumplir con compromisos internacionales. No hay nada subversivo en esta opinión; se trata simplemente del antiguo principio económico que podría caracterizarse como el de "la gallina de los huevos de oro". Cuando se tienen deudas, la conditio sine que non para pagarlas es que el deudor o sus herederos estén vivos y tengan recursos suficientes para cubrir los intereses y el capital; el deudor muerto o insolvente es garantía de que la deuda no será pagada.

Lo anterior quizá revela cierta inocencia económica; si es así, me felicito. Pero lo he mencionado porque representa la plataforma desde donde voy a presentar mis ideas sobre la ciencia y la austeridad. He dicho que hoy ya vivimos una trágica y terrible reducción indiscriminada del presupuesto oficial. También he señalado que tal coyuntura exige la adaptación de prioridades con repercusiones inmediatas, así como a mediano y a largo plazo. Pues bien, voy a proponer que el apoyo no sólo suficiente sino generoso a la ciencia mexicana es una de las medidas con más alta prioridad en nuestro país. Esta proposición se justifica plenamente si se consideran y aceptan los tres argumentos siguientes:

1) No hay duda de que a través de la historia las distintas sociedades occidentales se han transformado de primitivas en modernas, pasando por varias etapas intermedias; tampoco hay duda de que la última transformación significativa de nuestro mundo occidental ocurrió a partir de 1492, con el encuentro de dos civilizaciones independientes y la fusión de dos culturas, de donde surgimos los mexicanos. Al principio nos vimos privados de categoría humana, después tuvimos que luchar por el reconocimiento de nuestros derechos ciudadanos, luego combatimos por la independencia política, y desde entonces y hasta hoy hemos estado peleando por nuestra identidad cultural. Pero todas estas luchas se han dado en el marco de un mundo al que hemos permanecido casi de espaldas, como consecuencia directa de haber absorbido la civilización europea a través de España; me refiero a la revolución científica e industrial, a la que la Madre Patria no empezó a incorporarse sino hasta principios de este siglo.

Siguiendo fielmente sus pasos, México tampoco hizo caso de la ciencia como una fuerza para impulsar su desarrollo a través de casi toda su historia, aunque debe aceptarse que las repetidas convulsiones sociales vividas desde 1810 hasta 1923 no permitieron la tranquilidad necesaria para que la ciencia creciera y estableciera una tradición. No fue sino hasta hace unos 50 años en que tímidamente se iniciaron los trabajos en algunas ramas de la ciencia, hace 43 años se fundó el Instituto Nacional de la Investigación Científica (que conservó su mismo presupuesto durante casi 30 años) y apenas 15 años que existe el CONACYT. Considerando que la revolución científica se inició en el norte de Europa a fines del siglo XVII, tenemos poco menos de tres siglos de retraso en relación con los países que la abrazaron desde un principio. La única manera de acortar esta distancia, que nos mantiene con mano férrea dentro del Tercer Mundo, es apoyar nuestro desarrollo científico de manera prioritaria y con carácter de medida de emergencia nacional.

2) Aunque el argumento de que este mundo moderno es científico y si queremos incorporarnos a él debemos ser fuertes científicamente es inobjetable, no implica que se trate de una acción prioritaria en tiempos de crisis. Para calificar entre las más altas prioridades, la ciencia debe tener por lo menos tres características: a) poseer capacidad para resolver algunos de los "problemas nacionales" más urgentes hoy; b) contribuir de manera esencial a la formación de los cuadros de técnicos y profesionales que van a ocupar los puestos claves en la dirección de nuestro país en el futuro inmediato; c) establecer las bases para evitar que vuelvan a ocurrir catástrofes de este tipo en el futuro. Respecto a la primera característica, resulta obvio reiterar que el aumento en la producción de alimentos, la prevención y mejor manejo de muchas enfermedades, e incluso el diseño de políticas económicas inteligentes, son todos problemas científicos, susceptibles de ser enfocados y resueltos por medio de la ciencia; la opción alternativa es la improvisación, que es lo que ha prevalecido hasta la fecha y lo que nos ha traído a donde estamos. Esto se relaciona directamente con la segunda característica mencionada arriba, en vista de que para resolver alguna situación problemática siempre es preferible la intervención de un profesional a la de un mero aficionado. Finalmente, la tercera característica simplemente extiende al futuro la conveniencia del profesionalismo, esta vez con un carácter profiláctico.

3) La ciencia no sólo es el instrumento indispensable para incorporarnos al mundo moderno, para resolver muchos de nuestros "problemas nacionales" y para darle una formación adecuada a nuestros dirigentes. Es también la única forma como podemos aspirar a competir en un mundo altamente competitivo. No es que sin ciencia nuestro futuro sea incierto; es que sin ella no tenemos futuro. Cuando se inicia un naufragio, las prioridades son muy claras: "Las mujeres y los niños primero." Esta es la forma de asegurar que, si hay sobrevivientes, éstos estarán en posibilidades de seguir realizando la tarea de vivir; en cambio, si sólo se salvan los hombres, el porvenir durará tanto como sus vidas estériles.

Por las tres razones anteriores, es obvio que en la austeridad la ciencia representa una de las más altas prioridades. No reconocerlo y no actuar de manera congruente con ello es agravar todavía más no sólo la tragedia actual sino las posibilidades de salir de ella en el futuro.