LI. ¿SE PUEDE DETENER A LA CIENCIA

NO HACE muchos meses se llevaron a cabo grandes manifestaciones en varios países europeos para protestar por la instalación de todavía más misiles con cargas nucleares, transformándolos en blancos todavía más seguros en caso de una conflagración mundial. Aunque si tal tragedia ocurriera el holocausto alcanzaría a toda la superficie de nuestro planeta Tierra y terminaría con absolutamente toda la vida (animal y vegetal) que ahora existe, las protestas eran un poco tardías, en vista de que desde hace ya años las grandes potencias poseen suficientes bombas nucleares y sistemas de contraataque automático que garantizan la destrucción completa del "enemigo" no una sino 50 000 veces. Pero las manifestaciones reiteraron otra petición, que es el motivo de estas líneas: "Pedimos una moratoria en la ciencia", "No más ciencia", "Al diablo con los malditos científicos", se leía en algunas pancartas.

Respeto y aplaudo la conciencia cívica de los europeos (alemanes, belgas y franceses, principalmente) que no quieren vivir (o morir) una vez más la terrible tragedia de ser el teatro de otra guerra, la más horrenda y definitiva de todas. Pero sus ataques a la ciencia me parecen mal dirigidos porque se basan en tres conceptos equivocados, que son: 1) la ciencia es responsable de que estemos a punto de exterminar a toda la vida que existe en la Tierra; 2) es posible detener a la ciencia; y 3) existe una conspiración de científicos que tratan de adueñarse del poder. Esta forma de pensamiento sólo es explicable en aquellos pobrecitos niños, o adultos con cerebro de niños, que creen en las caricaturas de la televisión o en los "monitos" del periódico dominical ("Roldán el Temerario" y sus equivalentes, no "Mafalda" o "El Príncipe Valiente"). Pero veamos con más detalle cada uno de los tres conceptos mencionados.

1) La acusación de que la ciencia es la responsable de que hayamos adquirido la capacidad de exterminar totalmente a la vida en nuestro planeta es muy grave. Sin embargo, su aparente fuerza se debilita si recordamos una caricatura que muestra a dos hombres de Neanderthal, hirsutos y descalzos, uno de ellos enseñándole una lanza grotescamente primitiva al otro mientras le dice: "Esta nueva arma está destinada a acabar con todas las guerras..." Lo que la caricatura mencionada subraya es que, a través de la historia, cada generación ha creído que contaba con un instrumento de destrucción tan devastador que H. sapiens no se atrevería a desafiarlo, pero cada generación también ha tenido que aceptar que estuvo equivocada. Cuando no había ciencia que cargara con la responsabilidad de generar los instrumentos de destrucción, la culpa recaía directamente en los políticos y/o en los generales; sin embargo, en algún momento de la historia que no he podido precisar, los verdaderos culpables encontraron el chivo expiatorio perfecto: el científico. "Este personaje crea la información necesaria para mejorar los medios de exterminación de nuestros enemigos; en caso necesario, vamos a hacerlo responsable de los usos agresivos y brutales (no olvidemos que quien habla es H. sapiens) que nos hemos visto forzados a darle a sus descubrimientos." Es cierto que la ciencia genera conocimientos (de hecho, ninguna otra forma de relación del hombre con la naturaleza produce los mismos resultados) pero no hay absolutamente nada en la ciencia que especifique o restrinja el uso que podemos darle a esos conocimientos. El hombre decide con absoluta libertad lo que hace con la información generada científicamente: más vacunas, peores torturas o exterminación completa de la humanidad. Lo que me interesa señalar es que la ciencia no obliga a ningún tipo de decisión: la verdad (lo que podemos conocer de ella) es éticamente neutra. Si detenemos a la ciencia ya no tendremos nueva información, pero seguiremos teniendo plena autoridad (y responsabilidad) sobre nuestras decisiones y nadie más a quien echarle la culpa.

2) ¿Es posible detener a la ciencia? El escenario requerido para lograr este resultado en el mundo occidental se antoja kafkiano. La obliteración completa de la curiosidad humana, del deseo de saber de H. sapiens, que según Aristóteles es una característica de la naturaleza misma del hombre, no puede alcanzarse en nuestro tiempo por medio del simple expediente de suspender las subvenciones oficiales a la ciencia. Además, el pensamiento científico ha adquirido, a través de los breves 300 años que tiene de haberse instaurado oficialmente como una de las características distintivas del hombre occidental, un arraigo que supera las vicisitudes de su sostén económico oficial. Puede decirse, en momentos de gran efervescencia política, que la "ciencia debe detenerse", pero tales declaraciones no pasan de ser ruido irrelevante, de acuerdo con el lenguaje oficial de los comunicólogos universitarios.

3) La hipótesis de la conspiración de los malos contra la sociedad buena y justa posee una antigua y noble tradición; su popularidad se basa no sólo en que explica claramente el origen de nuestros infortunios sino también en que nos permite colocarnos automáticamente entre los buenos. Los antiguos equivalentes del Científico Maligno han poblado desde todos los tiempos los cuentos para niños y se identifican por dos características: poseen poderes sobrenaturales y los usan para hacer el mal. Antes eran mucho más versátiles y aparecían como Mago, Ogro, Rey Malo, Brujo, Gigante Egoísta, Reina Envidiosa de la Belleza de Blanca nieves. Pero todos estos predecesores del Científico Maligno fueron derrotados en cuanto este personaje hizo su aparición, en vista de que no sólo posee poderes sobrenaturales y los usa para hacer el mal, sino que además es "de a deveras" y le podemos echar la culpa de todas nuestras desventuras.

Por lo anterior pienso que el ataque a la ciencia de los que protestan por la instalación de más misiles nucleares en Europa está mal dirigido. Ni la ciencia ni los científicos somos enemigos de la vida, sino todo lo contrario. El ataque debería estar dirigido contra los políticos y los generales, que son los que toman las decisiones relativas a la guerra y a la destrucción de las vidas humanas.