III. EL MAYOR REGALO DE LA CIENCIA

SI SE realizara una encuesta entre el público ilustrado para averiguar cuál se piensa que ha sido el mayor regalo de la ciencia a la humanidad, seguramente que se recogerían opiniones muy distintas. Sin embargo, creo que la mayoría de ellas caería dentro de uno de dos grupos diferentes: por un lado, las que señalaran algún objeto más o menos específico, como podría ser la imprenta, la máquina de vapor o la electricidad, o bien la anestesia, los rayos X o la penicilina, o hasta el radio o el aparato de televisión. Por el otro lado, un grupo de opiniones más elaboradas sugeriría avances de tipo teórico o conceptual, como la mecánica de Galileo, la cosmología de Newton, la teoría de la evolución de Darwin o la teoría general de la relatividad de Einstein.

(Desde luego, no faltaría quienes señalaran que a pesar de todos los aspectos positivos de la ciencia, los negativos son más numerosos y el balance final no la favorece. E incluso unos cuantos opinarían que la humanidad se beneficiaría o se salvaría si se declarara una moratoria en la ciencia y los recursos destinados a ella se canalizaran a las artes y a las humanidades.)

Seguramente que en la encuesta surgirían instrumentos tan sencillos como la rueda, la aguja para coser, la honda para cazar, o bien la antorcha, el arado o el telar, cuyo origen se pierde en la neblina de la antigüedad, mucho antes de que se empezara a escribir la historia. Puede argumentarse que los instrumentos mencionados no son reclamables por la ciencia sino que son producto de la tecnología, en vista de que sirven principalmente para transformar y explotar a la naturaleza. Sin embargo, no conviene aplicarle al pasado las categorías de nuestro tiempo; en épocas primitivas los conceptos de ciencia y tecnología no estaban claramente diferenciados. No fue sino hasta el siglo V antes de Cristo, en la época de Pericles, que en Grecia se inició la separación de la ciencia y la tecnología, pero tuvieron que pasar muchos siglos para que se completara.

En mi opinión, el mayor regalo que hemos recibido de la ciencia no está entre sus resultados prácticos, a pesar de que han transformado por completo al mundo, nos han hecho la vida más larga y más cómoda, nos han permitido regular a voluntad el ambiente en que nos encontramos y a pesar de que nos prometen continuar aumentando en forma indefinida el control que actualmente tenemos sobre la naturaleza. Tampoco creo que el mayor regalo de la ciencia se encuentre entre sus grandes esquemas conceptuales, a pesar de que han iluminado y han hecho comprensibles el universo al que pertenecemos, el mundo en que vivimos y a nosotros mismos, y a pesar de que el majestuoso edificio de la ciencia apenas si se ha empezado a construir.

¿Cuál es, entonces, el obsequio más precioso que hemos recibido de la ciencia? Según mi leal saber y entender, es lo que ha permitido que la ciencia exista, crezca y genere por un lado sus leyes y teorías y por otro lado todos los inventos y bienes de consumo y de servicio derivados de ellas. Es el cimiento sólido y permanente en el que se basa toda actividad humana que aspira a ser considerada como científica. Es lo que nos permite distinguir a la ciencia de todas las demás esferas de interés y de participación del hombre. Es el método científico.

Se trata nada menos que del único método que nos permite conocer la verdad sobre la naturaleza. Porque no hay ningún otro, a pesar de que a través de la historia se han intentado muy diversos procedimientos con el mismo propósito, que van desde la hechicería y la nigromancia hasta la imposición por la fuerza de esquemas imaginarios al mundo real. Ninguno de estos procedimientos ha funcionado porque los hechos, "tercos e irreducibles", se niegan a plegarse a nuestros deseos. Para penetrar con paso muy lento pero firme en el mundo de la realidad lo único que sirve es el método científico, que simplemente consiste en tener ideas y ponerlas a prueba. Nada más, pero también nada menos.

Las ideas o hipótesis científicas son estructuras teóricas que pretenden retratar con la máxima fidelidad algún aspecto o sector de la naturaleza, construcciones imaginarias de cómo podría estar organizado un segmento específico de la realidad, que en magnitud puede oscilar entre el átomo y el universo. Las pruebas a las que sometemos a las ideas científicas son las observaciones y/o las manipulaciones (experimentos) que realizamos para saber hasta dónde corresponde la teoría con el mundo real. En otras palabras, el método científico consiste en la confrontación sistemática y rigurosa de nuestros modelos teóricos de la realidad con las propias configuraciones o fenómenos de la naturaleza que intenta modelar.

El método científico es el regalo más espléndido que la ciencia ha entregado al hombre, es la llave que le permite entrar al mundo al que pertenece y, al conocerlo, conocerse también a sí mismo como realmente es. La verdad que le espera podrá no coincidir con sus sueños pero ya ha demostrado, y seguramente seguirá demostrando en el futuro, ser mucho más maravillosa que lo que ninguno de nosotros puede soñar.