APÉNDICE I

TELEOLOGÍA

ES COMÚN decir que la bilis se segrega para digerir las grasas y los ojos están para ver. Pero estas explicaciones, llamadas teleológicas (del griego telos = fin y logos = razón) no son válidas en ciencia, pues violan la flecha temporal, de acuerdo con la cual la causa debe preceder al efecto. Sin embargo, las explicaciones teleológicas resultan utilísimas en la divulgación y en los ensayos, por eso las empleamos en este libro. Hasta en el texto más riguroso un zoólogo se permite explicar que un puma corre a una gacela para cazarla, la caza para comer y la come para alimentarse. Con todo, conviene detenernos un instante para revisar algunos conceptos asociados.

La palabra "fisiología" fue usada por primera vez por los filósofos griegos del siglo VII a. C., quienes trataban de dar respuesta a la pregunta fundamental: ¿qué es la realidad? Esos filósofos se dividieron en dos grandes grupos: los que fijaron su atención en ¿de qué está hecha? (por ejemplo, los materialistas) y los que se concentraron en ¿por qué tiene esa forma? Estos últimos, tal como lo hizo Platón en su Cratilo, suponían que toda forma lleva implícita la idea de función. Circula el chiste del señor que paseaba con su hijo por el zoológico y le iba explicando: "Ése es el elefante; tiene una trompa larga para coger comida. Aquélla es la foca, tiene patas en forma de palas para nadar". Pero al llegar frente a la cebra no encontró razón para los rayas, y salió del paso afirmando: "¿Ves ese animal? Pues bien, no existe."

Esta posición, compartida por los pitagóricos, Sócrates y Platón, y que llegó a su máximo esplendor con la teleología de Aristóteles, fue desechada por la ciencia y sólo quedó como problema filosófico. Así y todo, cuando un biólogo descubre algún órgano o una conducta rarísima, inmediatamente trata de orientar la búsqueda de una razón preguntándose ¿para qué?, pero, en cuanto la encuentra, oculta la pregunta y comienza a usar el por qué. Por eso el fisiólogo del siglo pasado Emile Du Bois Reymond opinaba: "La teleología es como esas damas con las que todos los científicos gustan de estar en privado, pero no mostrarse en público." Nuestra ignorancia de la sociología berlinesa de aquel entonces nos impide descifrar cabalmente dicha enunciación.

Como nuestro organismo depende de circuitos de retroalimentación que parecen tener propósitos muy claros, las explicaciones teleológicas resultan casi inevitables. Es muy difícil convencer a un teleólogo de que el comprar boletos sea para otra cosa que para ver una película. Por eso cuando el fisiólogo mexicano Arturo Rosenblueth, junto con Wiener y Bigelow (1966) analizaron la naturaleza de los mecanismos cibernéticos, trataron de separar los conceptos de causalidad y teleología. "La teleología está asociada con la conducta, no con las relaciones funcionales", afirmaron, pasándole el paquete a la psicología, como si ésta fuera un oscuro páramo transcientífico. Pero Braithwaite (1966) argumentó que toda conducta guiada por un fin (por algo futuro) no es más que una conducta guiada por un propósito (por algo presente).

Con todo, la teleología sigue asomando su cabeza por todos los resquicios del edificio fisiológico. Así, hoy la fisiología es el estudio de las funciones. Pero ¿qué es una función? Un aparato puede sufrir muchos procesos: oxidarse, romperse, inundarse, reventar, fundirse, ensuciarse y hasta funcionar correctamente. Todos son procesos, aunque sólo le encontremos sentido a uno de ellos: la función. Para un tecnólogo encargado de perfeccionar el aparato o de controlar su calidad, el sentido podría estar en la cinética del proceso de oxidación o en las circunstancias que lo llevan a romperse con más frecuencia. Surge entonces la duda de si el "sentido" depende del aparato, del observador, o de la relación entre ambos.

Una de las cosas más notables de esa maravillosa gama de procesos ensamblados que constituyen la vida en la Tierra, es que parece tener sentido en todos los niveles en que se la estudia: genes, huesos, organismos, especies, flora, biosfera. Aunque de nuevo: se refiere a las funciones que los biólogos le atribuyen.