¡Imagínate si pudieras cabalgar sobre un caballito de mar! Es un bonito sueño, ¿no?
En verdad, todo lo que se relaciona con el mar es como un sueño. Por eso, desde tiempos remotos, los hombres lo vienen admirando. Por eso también, aprendieron a navegar. Al principio iban en busca de alimento, de otros hombres como ellos, de aventuras y de riquezas, en frágiles embarcaciones. Dispuestos a todo, afrontaban los peligros de lo desconocido.
Es claro que les asustaba alejarse de la costa. Se preguntaban: "Y si me atrapa una tempestad, ¿qué voy a hacer?".
Además, estaban convencidos de que, bajo las aguas, vivían horribles monstruos. Se contaban historias de gigantescas serpientes y de pulpos cuyos tentáculos se enroscaban a los barcos.
En muchos sitios se hablaba de ballenas tan grandes como islas, con las que chocaban los barcos.
Aunque las leyendas son bellas, la realidad lo es más. Por ejemplo, el origen de los océanos es todavía un apasionante misterio. Algunos sabios dicen que, hace miles de millones de años, hacía mucho calor en la tierra y gran cantidad de volcanes estaban en erupción. Por el vapor de agua y los gases que arrojaban los volcanes, surgieron nubes tan densas que impedían el paso del sol. Empezó a llover; siglos y siglos de diluvio constante. Entonces, la corteza terrestre se enfrió poco a poco y parte del agua de lluvia que no se evaporaba, descendió a las regiones bajas formando los mares y los océanos.
No es lo mismo mar que océano. Los mares son las partes de los océanos que bordean las costas. Los océanos forman una sola capa de agua; por eso se puede navegar de un océano a otro sin tocar tierra.
En la superficie del planeta hay más espacio cubierto por agua que por tierra: tres cuartas partes de su superficie están cubiertas de agua. Si pudieras juntar los continentes y las islas en un solo lugar, lo verías muy claro. Pero esa capa de agua es muy delgada en comparación con el volumen de la tierra.
También podrías pensar en vaciar los océanos. Abajo, te encontrarías con un increíble territorio: profundos valles, anchas planicies, extensas cordilleras y elevadísimas cumbres. De hecho, las islas son montañas y volcanes marinos que asoman por encima del agua.
Hace más de 450 años, se dio la primera vuelta al mundo en barcos de vela.
Fue una hazaña que permitió conocer mucho más de la superficie del mar, pero más difícil ha sido explorar las profundidades. Para eso, se han inventado muchos aparatos que se asemejan a los vehículos espaciales. En 1960, un batiscafo o barco de las profundidades, bajó al abismo más grande del océano: la fosa de las Marianas, frente a las islas Filipinas. Es enorme. Allí podría caber la montaña más alta de la tierra... ¡y sobraría espacio!
En algunos pueblos antiguos, la sal era muy codiciada, llegando a utilizarse como moneda. Todavía usamos la palabra salario, que se refería al pago con sal. Hubo guerras por obtenerla ya que es indispensable al organismo. Además, sin ella nuestras comidas resultarían insípidas y desagradables.
¿Has visto como se extrae? En la playa se construyen estanques de baja profundidad que se llenan de agua de mar. En poco tiempo el sol la evapora, dejando en el fondo los pequeños cristales. Después, en camiones o barcos, son llevados a las fábricas para su refinación, empaque y venta. Así es como llega a la cocina de tu casa.
También lejos del mar hay depósitos naturales. Se llaman minas de sal y están formadas por mares que se secaron hace millones de años. La mina de sal más grande del mundo está en México, en Guerrero Negro, Baja California.
Para vivir necesitamos agua dulce. Sólo en una emergencia grave, como un naufragio, podemos tomar agua de mar y, en muy pequeñas cantidades, pues el exceso de sal daña tu salud.
El agua dulce está en diversos sitios: congelada en los polos y en los picos nevados de las montañas; líquida en los lagos, lagunas y ríos, en los manantiales y depósitos subterráneos. Sin embargo, en la Tierra hay más agua salada que dulce y, en muchas poblaciones, el agua es insuficiente.
Ha sido necesario construir instalaciones para convertir el agua de mar en agua dulce. Las plantas desaladoras que son muy costosas, se utilizan para este trabajo. En México existen varias que producen agua para beber, lavar y regar las plantas.
Cerca de la superficie del mar, viven millones y millones de animalitos y plantas que sólo se pueden ver con una lupa o un microscopio. Por ser tan pequeños las corrientes marinas los llevan a diferentes partes; por eso los llamamos plancton, que en griego significa "vagabundo". El plancton es la comida de muchos animales marinos, desde las pequeñas esponjas hasta las grandes ballenas. Inclusive podemos comerlo porque es altamente nutritivo. Donde hay más plancton es en el océano Antártico. Frente a las costas crecen las grandes algas que se fijan a las rocas del fondo. Muchas son comestibles y sirven también para fabricar fertilizantes y sustancias que se usan en las medicinas y cosméticos.
Si llenas una botella con agua de mar, te darás cuenta de que es incolora y muy transparente. No obstante, el mar parece tener infinidad de colores: verde, azul, turquesa o negro. Eso se debe a la luz solar que penetra en sus profundidades. Cuando el agua del mar se ve azul es porque hay pocas algas; es decir, poco alimento y pocos peces pueden vivir allí. Por eso, los mares azules, a pesar de ser muy bellos, son como los desiertos. En cambio, si el mar se ve verde o rojizo y sus aguas son un poco turbias, quiere decir que hay muchas algas y muchos peces que viven de ellas.
Como extensas praderas verdes, los mares del Pacífico mexicano son de los más productivos del mundo.
¿Te han platicado de las mareas? Son cambios de nivel en las aguas del mar que se producen dos veces al día, causadas por la fuerza de atracción del sol y, en especial, de la luna. Cuando el nivel baja, el agua se retira de la playa; se dice que hay bajamar. Entonces quedan a la vista algunos animalitos, conchas abandonadas y algas. Cuando el nivel sube, las aguas inundan la playa; es la pleamar o marea plena. En unas costas las mareas son más fuertes que en otras. En el interior del Golfo de California las mareas resultan sorprendentes: llegan a alcanzar hasta 10 metros y se internan varios kilómetros en la playa. ¡Hay que correr mucho para que no nos alcancen!
El océano está siempre en movimiento. La atracción de la tierra, el viento, la concentración de sal y la temperatura, entre otros factores, ocasionan las corrientes marinas. Son grandes cantidades de agua que van de un lado a otro, por las mismas rutas, siguiendo una misma dirección, ya sea en la superficie o en las profundidades. Digamos que son como las carreteras del mar. Los marinos se aprovechaban de ellas para viajar más de prisa. Solían decir: "Si navegas contra la corriente llegarás tarde a casa".
Antiguamente, las botellas con mensajes de socorro enviadas por los náufragos, flotaban con las corrientes marinas hasta alcanzar la tierra firme. Ahora, los oceanógrafos, que así se llaman los que investigan al mar, arrojan botellas para estudiar las corrientes.
Las olas, movimientos rítmicos de la superficie del océano, siguen el compás que les marca el viento o la brisa. Generalmente, en estos vaivenes el agua no avanza: sólo sube y baja. Lo puedes confirmar si observas una gaviota flotando en una ola; el ave se balancea pero no cambia de lugar.
Hay olas que sí hacen avanzar las aguas. En terremotos, erupciones volcánicas y otros cataclismos, surgen olas gigantescas que se abalanzan sobre la costa, arrasando con todo lo que encuentran a su paso. La ola más grande que se ha visto alcanzó 67 metros de altura. ¡Igual que un edificio de 25 pisos!
El viento es el conductor de las olas. Si cambia su dirección, hace nuevas olas que juegan y chocan con la ya formadas. En las playas bajas las olas llegan suavemente y, ribeteadas de espuma, se extienden en la arena. Cuando la costa es abrupta o empinada, las olas se vuelven más grandes y revientan con más fuerza.
A México llega una ola que es toda una celebridad. Es la ola verde de Colima, la más impresionante de nuestras costas. Estas olas gigantescas son producidas por violentas tempestades que ocurrieron a miles de kilómetros de distancia.
Las caprichosas formas que tienen las costas muchas veces se deben al trabajo del mar. Por miles de años las olas han estado golpeando las rocas hasta desgastarlas o romperlas. Esto se llama erosión. La arena de la playa es producto de la erosión. En un largo proceso, los pedazos de roca desprendidos de las costas se van transformando; primero, en guijarros redondeados, luego, en piedrecillas y, al fin, en pequeñísimos granos. Mezclados con restos de conchas marinas son devueltos a la costa como arena, formando las playas. También los ríos depositan gran cantidad de arena en las costas.
En las tierras de las regiones polares los ríos se congelan. Se llaman glaciares. Estas gigantescas masas de hielo fluyen lentamente deslizándose hacia las costas, ahí desprenden enormes peñascos de hielo o icebergs que salen, a la deriva, por los mares fríos.
Los marinos temen mucho a los icebergs ya que son muy engañosos; la porción de hielo que vemos en la superficie es sólo una décima parte del peñasco. A principios de este siglo, el trasatlántico "Titanic", el buque más grande y lujoso de su tiempo, chocó con un inmenso iceberg y se hundió. Muchas personas murieron.
Como los icebergs son enormes depósitos de agua dulce, se ha pensado en remolcarlos hasta los desiertos para enfriar el ambiente y regar los cultivos. ¿Te imaginas cómo cambiarían esos áridos paisajes?
Los animales marinos, grandes o pequeños, son más abundantes cerca de la superficie donde el agua es más tibia. Ahí también se desarrollan las plantas pues cuentan con luz suficiente.
En las frías y oscuras profundidades también hay peces y otros animales que se alimentan muchas veces de los restos que caen de la superficie. Algunos peces de las profundidades tienen órganos luminosos como linternas, para atraer a sus presas. Otros, que son ciegos, poseen tentáculos para localizar el alimento.
Tú lo has oído: el pez más grande se come al chico. Ésta es la ley de la vida de los habitantes del mar: se comen unos a otros siguiendo, eso sí, normas muy estrictas para el equilibrio y la sobrevivencia de todos. Además de comida, los animales marinos necesitan de un ambiente en el que son fundamentales la temperatura y la salinidad de la aguas. Si esto cambia, las especies mueren. Por torpeza o descuido, el hombre contamina el océano cuando arroja, a los ríos o al mar, basuras y sustancias tóxicas.
Gracias al mar vivimos. Sus aguas son el gran almacén de energía porque conservan el calor del sol y regulan los climas. Si no existieran los océanos, haría excesivo calor en las regiones cálidas y, en las más heladas, un frío intolerable. El agua de los océanos que se evapora se convierte en lluvia bienhechora. Asimismo, las plantas marinas nos dan el oxígeno que necesitamos para respirar. También, como sabes, del mar salen muchos alimentos y riquezas minerales.
¿Sabes cuántos animales marinos existen? Nadie puede dar una respuesta exacta. Los más familiares para nosotros son la ballena, el tiburón, el pulpo, el pez espada, la trucha, la almeja, la langosta, la estrella de mar y otros.
Pero hay muchos más: de formas, tamaños y colores siempre variados, con esqueleto y sin esqueleto, chicos y grandes.
Predominan los peces. Los hay desde 10 milímetros hasta mayores de 15 metros.
El mundo submarino se encuentra lleno de sonidos. Dentro del mar, éstos se transmiten mejor que en el aire.
Muchos animales marinos se comunican por sonidos. Algunos, como los delfines, los utilizan para conocer lo que hay a su alrededor: lanzan sonidos que, al chocar con algún objeto o animal, rebotan como eco y regresan. Así, los delfines obtienen información sobre su comida.
Aunque nos encanta nadar, no lo hacemos tan bien como los peces; ellos tienen un cuerpo que ofrece escasa resistencia al agua, con aletas y una bolsa de aire dentro de su cuerpo, la vejiga natatoria, que les impide hundirse. ¡Ah!, y ¿sabes?: los peces no duermen como nosotros. Se limitan a descansar, suspendidos en el agua.
Bucear es fascinante. Los primeros buceadores profesionales fueron los pescadores de madreperlas, esponjas y corales. Jalados por una pesada piedra y aguantando la respiración, descendían velozmente a las profundidades; hacían su trabajo y regresaban en pocos minutos.
Hace muchos siglos, los hombres comenzaron a ensayar los primeros equipos de buceo hasta que inventaron la escafandra: un traje de cuero, con casco metálico provisto de una ventanita, y conectado a la superficie por una manguera que lleva aire fresco al buzo. Con este equipo podían bajar a profundidades de hasta 50 metros.
¿Has visto un hombre-rana? Ellos aparecieron durante la segunda guerra mundial, después de que se inventaron las botellas de aire comprimido y el traje de hule ceñido. Las aletas y el visor ya existían. El traje de hombre rana eliminó la manguera y el pesado traje de los buzos, les dio más libertad de movimientos y mayor seguridad. Los buzos y lo hombres-rana realizan infinidad de trabajos: toman fotografías y películas del mundo submarino, graban sus sonidos, recogen minerales, arreglan instalaciones, conectan cables y oleoductos, rescatan tesoros y, en tiempo de guerra, efectúan arriesgadas misiones.
A mucha profundidad, la presión de las aguas del océano es enorme y fácilmente podría aplastar a un submarino común y corriente. Para explorar esas regiones se construyeron sumergibles llamados batiscafos.
El batiscafo Trieste exploró la parte más profunda del océano, la fosa de las Marianas. Tocó fondo a 11 mil metros. Cuando encendieron los focos, vieron una gran pez, solitario habitante del lugar que se alejó a toda prisa.
Asombra a tus amigos: en 1624, se inventó el primer sumergible; en 1776, el primer submarino militar; en 1954, un submarino atómico dio la vuelta al mundo por debajo del agua, permaneciendo todo un año sumergido. Posteriormente, otro submarino atómico navegó por debajo de todos los hielos del Ártico y nunca topó con tierra; así demostró que el Ártico, donde se encuentra el Polo Norte, no es un continente sino un casco de hielo llamado Casquete Polar. A diferencia de la Antártica, donde se encuentra el Polo Sur, que sí es un continente; es decir, es tierra cubierta de hielo.
Actualmente, los submarinos normales sólo pueden descender hasta los mil metros. Reforzados, alcanzan los 4 mil.
El océano es un maravilloso yacimiento de minerales. Hay de todo. Algunos barcos, provistos de mangueras de succión, extraen muestras de minerales marinos.
En el mar abunda también el petróleo. Para sacarlo, se instalan amplias plataformas sobre las aguas. Con poderosos taladros se perfora el fondo. Luego, con bombas especiales, se sube hasta la superficie, se almacena en buques-tanque y se traslada a las refinerías.
México tiene extensas costas, con vida y riquezas que debemos conservar.
Nuestros antepasados observaban el mar. Por eso sabían muchos de sus secretos.
Hoy, los sabios permanecen largo tiempo bajo el mar en cabinas especiales y quizá sueñen con crear ciudades submarinas y "granjas" de peces.