A la gente le gusta imaginar. Y entre lo que imagina no podían faltar los seres fantásticos: animales fabulosos, gigantes, hadas, duendes, brujas, sirenas, en fin, ¡ya te imaginarás!
Cuántas veces, para animar la plática frente al fuego, después de andar de cacería todo el día, se exageraba un poquitito así el tamaño de una serpiente y, claro, después de platicarlo tantas veces, tanta gente, aquella pequeña viborita resultó ser un feroz dragón, con alas tan grandes como las velas de un barco y que además arrojaba fuego y veneno por sus enormes fauces.