Desde hace millones de años los cuerpos que forman el Universo han estado ahí, moviéndose en el espacio cósmico.
Las estrellas, siempre lejanas y brillantes, que suman millones y que son como nuestro Sol.
Los planetas, casi siempre circundados por satélites, que los acompañan en su ruta.
¡Ah! ¡Es cierto! Y también los cometas, espectaculares y cambiantes, apareciendo
y desapareciendo sin importarles los sustos que ocasionan.
En un principio, a los hombres les costó mucho trabajo formarse una idea cabal acerca de cómo era verdaderamente el Universo.
Los antiguos chinos, por ejemplo, llegaron a pensar que el Universo había nacido de un huevo cósmico.
Pero, claro, nunca consiguieron averiguar quién había puesto ese huevo.
Más imaginativos fueron los babilonios: ellos creían que nuestro planeta, la Tierra, era un disco que flotaba sobre el agua. Y que el cielo era de bronce, y que de él estaban suspendidas las estrellas.
También aquí en México, nuestros antiguos antepasados se interesaron muchísimo por el estudio de los astros. Los mayas sentían tanta curiosidad por conocer el Universo, que construyeron un observatorio astronómico en Chichén Itzá, hace más de 1700 años.
Y a los aztecas les parecía tan importante la presencia del Sol y de la Luna en el cielo, que les levantaron pirámides venerándolos como a dioses, al igual que otros pueblos de la antigüedad.
Pero en realidad, fue en la antigua Grecia donde se comenzó a tener una idea bastante atinada del Universo.
Fue precisamente un griego, de nombre Aristarco, el primero que pensó que la Tierra era un planeta que daba vueltas alrededor del Sol. Por eso se le llamó planeta, que significa errante.
Pero después, otro griego llamado Claudio Tolomeo, escribió un enorme libro en donde afirmaba que era la Tierra la que estaba en el centro del Universo, y que el Sol y la Luna giraban a su alrededor.
Era un gran libro ese que escribió Tolomeo... ¡Pero estaba totalmente equivocado!
Pasaron muchos siglos, hasta que por fin otro sabio, cuyo nombre era Nicolás Copérnico, puso de una vez las cosas en su lugar.
Él dijo que el Sol con sus planetas formaban un conjunto.
Y que en el centro de ese conjunto estaba el Sol.
Desde entonces sabemos con toda seguridad una cosa: que aunque algunos planetas están tan cerca del Sol que casi se achicharran, y otros se hallan tan lejos que de seguro se congelan, todos giran alrededor de él.
En primer lugar, está Mercurio, que además de ser el más próximo al Sol es
también el más pequeño de la familia de los planetas.
Después Venus, a quien la luz del Sol lo hace brillar tanto que parece una estrella. Se le llama también Lucero, pero los antiguos aztecas le daban otros nombres: Quetzalcóatl y Xólotl.
Luego la Tierra, que como sabes tiene un satélite llamado Luna. Desde luego, es el planeta que mejor conocemos porque es donde vivimos.
Y un poco más allá, Marte, acompañado de sus dos satélites.
También están los Asteroides, que son miles de cuerpos relativamente pequeños que giran alrededor del Sol. Según algunos astrónomos, podrían pertenecer a algún planeta que no llegó a formarse como los demás.
Pero según un poeta francés, en uno de esos Asteroides vivía un niño muy tierno
llamado Principito.
Bueno; y después está Júpiter, con sus numerosos anillos y satélites. Es el más grandote de todos.
Y Saturno que es el más bello. Tiene 15 satélites, según el descubrimiento de la nave espacial Viajero 1, y una gran cantidad de anillos de los cuales sólo dos se ven desde la Tierra.
Pero, ¿Porqué todos los planetas tienen que dar tantas vueltas siempre alrededor del Sol?
Según algunos astrónomos, antes de que aparecieran los planetas que ahora conocemos, solamente existía en ese lugar del cielo una gran nube de gas.
Esa nube gaseosa, que era caliente, pero muy muy caliente, giraba y giraba sin parar, igual que un trompo. Hasta que tomó la forma de una lenteja.
Pero un día empezaron a desprenderse, de esa enorme lenteja gaseosa, varios anillos que comenzaron a girar a su alrededor.
De allí se formaron los planetas y de lo que restaba de la nube, se formó el Sol.
Pero de esos anillos que al final resultaron ser los planetas, comenzaron a escaparse otros anillos más pequeños que empezaron a girar a su alrededor. Y ésos fueron los satélites.
Y los planetas que permanecieron girando alrededor del Sol, y los satélites que se pusieron a dar vueltas en torno de los planetas, formaron así un conjunto que los astrónomos llaman Sistema Solar.
Por supuesto que el Universo no se acaba con ese conjunto de planetas y satélites.
Como tú sabes, en el espacio están también los cometas, con su cabellera y su cola iluminadas como fuegos de artificio. El más famoso de todos ellos es el cometa Halley, el cual viaja por el espacio, recorriendo un camino tan largo, que sólo puede hacernos una visita cada 76 años.
Pero eso no es todo. En el Cosmos están también las estrellas, que suman millones. Y los astrónomos, que siempre andan estudiando el cielo, porque para eso son astrónomos, han llegado a pensar que muchas de las estrellas pueden tener planetas que giren a su alrededor, igual que en nuestro Sistema Solar.
E incluso, algunos suponen que entre esos otros planetas, pueda haber uno que sea muy parecido a la Tierra.
Y ya te puedes imaginar: si es muy parecido, quiere decir que es casi igualito. Y si es casi igualito, ¿quién te dice que ese planeta no tenga también habitantes?
Bueno; pero como hasta ahora nadie ha podido averiguar nada seguro sobre esas cosas, es mejor hablar de otros elementos del Universo que también son muy importantes.
Como los "cuasares", que son unos cuerpos sumamente brillantes, pero que están lejísimos, en la parte más oculta y más remota del Universo. Tan lejos están, y tan poco se sabe de ellos, que los astrónomos resolvieron ponerles ese nombre tan raro: "cuasar", que quiere decir objetos casi estelares. Porque los cuasares parecen estrellas, pero envían tanta energía como cientos de miles de millones de estrellas juntas.
Otra cosa muy interesante que tiene el Universo son las galaxias, que son como colonias en las que se han reunido cientos de millones de estrellas, planetas, satélites, cometas y otros cuerpos.
Pero más interesante aún es saber que nosotros, los del planeta Tierra con el Sol, y los demás cuerpos que lo rodean, junto con otros millones de estrellas, ocupamos una de esas galaxias. Es nuestra Galaxia y la llamamos Vía Láctea.
Pero el Universo no se acaba ahí. Nuestra Galaxia forma parte de un conjunto, llamado Grupo Local, que comprende varias galaxias.
Y parece que el Universo no se acaba nunca, porque todavía los astrónomos, que son muy cuidadosos y siempre andan haciendo cuentas, siguen contando galaxias y más galaxias.
Por supuesto, muchas veces los hombres se han preguntado cómo habrá comenzado una cosa tan grande como el Universo. Según algunos científicos, hace millones de años todos los cuerpos que forman ahora el Universo estaban comprimidos en uno solo, reducidos a una especie de balón.
Ese balón estalló alguna vez, como una bomba atómica. Y entonces comenzaron a formarse los diferentes cuerpos que ahora hay en el espacio cósmico: las galaxias, las estrellas, el Sol, los planetas, los satélites, los cometas, los asteroides, y hasta los misteriosos cuasares.
Y según esa teoría, que es la más aceptada entre todos los astrónomos actuales, lo más curioso es que el Universo está en expansión. Es decir, que el espacio crece sin cesar, y así las galaxias que se formaron siguen separándose siempre las unas de las otras, a causa de aquella primera superexplosión.
Ha de ser como cuando inflamos uno de esos globos con pintas ¿no?
Bueno; como ya te habrás dado cuenta, esa teoría comienza con una suposición: que en un principio había una especie de balón.
Pero ¿de dónde salió ese balón? Tal vez algún día los astronomos puedan contestarnos esa pregunta. Pero, en realidad, por ahora no están muy claros los detalles de cómo se originó el Universo y de cómo se formaron las galaxias.
Por esta razón los científicos han decidido, en tanto siguen buscando una buena explicación sobre el origen del mundo, dedicarse al mismo tiempo a explorar las regiones más cercanas a nuestro Sistema Solar.
Y para eso, como tú sabes, desde hace más de 20 años los hombres han comenzado a lanzar al espacio, por medio de cohetes, satélites artificiales que llevan en su interior instrumentos para transmitir a la Tierra datos de todo lo que puedan encontrar.
Así, aprovechando una alineación de planetas, que ocurre cada 200 años, ya ha llegado un vehículo a Saturno. Y en 1986, se alcanzará Urano.
También envían naves espaciales con personas adentro, para explorar el espacio y comprobar cómo el hombre se va acostumbrando a esos viajes que a nuestros abuelitos les parecían mentira en un comienzo.
Y últimamente han estado mandando muchos vehículos espaciales, para acoplarlos unos con otros y construir laboratorios y estaciones que ya han comenzado a transmitir información.
¡Qué te parece! Si las cosas siguen así, tal vez, cuando comience el año 2 000 el hombre ya habrá podido visitar muchos astros del Sistema Solar.
Después de todo, solamente se necesitan unos cuantos días para llegar a la Luna.
Y según se calcula, en tres meses y medio se puede estar con una nave tripulada en Venus. Y en ocho sobre Marte.
Aunque para alcanzar Júpiter se requieren cinco años. ¡Ni modo!
Y lo peor es que para arribar a Plutón se necesitarían nada más y nada menos que... 45 años.