De cómo se introdujo la música entre los hombres

Texto: Marinés Medero

Ilustración: Fanny Rabel

Imagen de un cocodrilo

Era cuando el mundo se estaba inventando sobre la Tierra
y sobre la tierra los hombres estaban casi desnudos
y los animales atemorizaban a los hombres
y todo era vivir y sobrevivir.

Y entonces le dijo la Música a la Madre Naturaleza:
—Estoy aquí, señora mía, y formo parte de un sueño no soñado...
¿cuándo comenzaré a vivir, dime, cuándo?

Y la Madre Naturaleza, que era muy calmada, contestó:
—Calla. No te apresures.

Imagen de la madre naturaleza

El hombre está buscando su alimento entre los árboles.
El hombre está de caza.
El hombre está buscando su hogar lejos de esta nieve tan profunda.

Y la Música, triste, tuvo que esperar.
El hombre caminó, tropezó, descubrió el fuego hizo herramientas y sembró.

Entonces le dijo la Música a la Madre Naturaleza:
—Ya esperé mucho. El hombre vive en sus casas. Aguarda las cosechas...
¿no será tiempo ya?


Imagen de un hombre cosechando y una familia calentando comida en una fogata


La Madre Naturaleza iba a retenerla, pero no tuvo tiempo porque la Música, impaciente,
se escondió debajo de un tronco hueco y se quedó allí, acurrucada.

Y un joven que pasaba por allí sintió un deseo irrefrenable de golpear y volver a golpear aquel tronco.
Y su toque se hizo llamada, se hizo ritmo, y todos sintieron algo como un frenesí, como una alegría.
(y la Música, allí escondida, se reía para sus adentros.)

Imagen de la madre naturaleza y algunos hombres


—Ya lo ves, Madre —decía la Música. He logrado algo, pero no es suficiente.
Y la Madre Naturaleza, que era muy calmada, le decía: ¡Impaciente, impaciente!... todo llegará.
Pero la música no le hizo caso y se escondió, la pícara, en una pequeña cañita hueca.

Imagen de la madre naturaleza y un pastor de cabras

Y un pastor de cabras que por allí pasaba sintió un deseo muy fuerte de poner la caña en la boca y soplar.
Y cuando la llevaba a la boca sonaba tan bonito como el mismísimo canto de los pájaros.
Y todos los que lo oían sentían algo dulce por dentro, alegre y triste a la vez.
Y la Música, allí escondida, se reía para sus adentros.

Ya lo ves, Madre, decía la Música. Ya he logrado algo, pero no es suficiente.
Pero la Madre Naturaleza, que era muy calmada, le decía:
—Aguarda. Aguarda un poco.

¡Los hombres están tan ocupados! Ahora inventan las leyes para vivir de un modo más ordenado.

Y los hombres construían palacios para cobijar a sus gobernantes y templos para adorar a sus dioses.

Imagen de la madre naturaleza y unos palacios


Se escondió la Música en la casa de un habilidoso carpintero
y el carpintero sintió un deseo irresistible de hacer un instrumento muy hermoso.

Lo hizo, lo pulió, lo barnizó y le puso unas cuerdas bien estiradas.
Cuando terminó lo contempló orgullosamente, pero un poco perplejo porque no sabía para que servía.

Imagen de un señor sosteniendo un violín

Y la Música, allí escondida, decía:
—¡Tócame, tócame—!
pero como el carpintero era un poco sordo, no oía nada.
Y la Música se moría de impaciencia.

Al otro día un joven pasó por el taller del carpintero.

La Música clamaba:
—¡Tócame, tócame!..
y el joven sintió unos deseos muy fuertes de tocar.
Tomó aquel instrumento entre sus brazos, lo comenzó a rasguear, a tocar.
Y aquello sonaba verdaderamente dulce y melodioso.

Imagen de la madre naturaleza, la música y una ciudad

Como ahora había ciudades, la Música tardó un poco más en encontrar a la Madre Naturaleza.

Una vez en su presencia, le dijo:
—Ya lo ves, Madre. Ya lo ves. Ahora sí estoy satisfecha.

Ahora ellos se encargarán de los demás.
Ahora estoy entre los hombres para siempre. ¿No oyes? ¿No me oyes?