Capítulo 3

Los españoles y criollos habitaban en grandes residencias con sus esclavos y servidores.
Los indígenas vivían en barrios alejados, alrededor de la ciudad.
Había muchas iglesias, con portadas de piedra labrada y hermosos retablos en el interior.
La nueva Catedral, de proporciones grandiosas, presidía la amplia Plaza Mayor.
El agua potable era conducida a la ciudad por acueductos .

Imagen de un acueducto

Imagen de la ciudad donde sobresale el acueducto

Imagen de la ciudad llena de gente y carrozas

Las hortalizas se cultivaban en las chinampas de los pueblos vecinos y
se transportaban hasta el centro mismo de la ciudad en barcas que se desplazaban por los canales.
Debido a su ubicación lacustre, México sufría terribles inundaciones en los años de lluvias abundantes.
Por eso se intentaron diversos trabajos de desagüe, como la construcción de canales subterráneos .

Imagen de la construcción de un canal subterráneo
Imagen de una casa española

Las casas de los señores españoles y criollos eran espaciosas.
Alternaban en sus fachadas la piedra gris, o chiluca, y el tezontle, piedra volcánica roja.
Algunas se adornaban con azulejos fabricados en Puebla; las ventanas se aseguraban con rejas de hierro forjado.
Se amueblaban con objetos suntuosos, traídos en su mayoría de Europa y Asia: tapices, biombos, porcelanas, marfiles y ricas vajillas de plata.

Imagen de una niña portando un vestido de estilo europeo

Los hijos de los señores adinerados vivían en medio del lujo.
Se los vestía con ropas y peinados iguales a los de sus mayores:
joyas, pelucas y artificiosos maquillajes, imitando casi siempre las modas de las cortes europeas.

Imagen de un preceptor y su alumno

Su educación era muy rígida, y casi todos estudiaban en la casa con preceptores.
A las niñas solo se les instruía en religión y actividades domésticas.

También había escuelas, donde los maestros eran religiosos.
Algunas estaban destinadas a niños pobres.

Imagen de una familia adinerada

Imagen de una familia mestiza

El poder estaba en manos de los españoles.
La riqueza pertenecía a españoles y criollos.
Para ellos trabajaban los esclavos negros, la población indígena, las castas y los blancos pobres.
Las castas estaban formadas por los hijos de las diversas uniones entre blancos, indígenas y negros.

Imagen de la unión de un hombre de color con una mujer blanca
Imagen de una familia comprando zapatos

El temor de los blancos ricos ante esta población mezclada los hizo tratar de encasillarlos en una clasificación tan detallada como absurda:
de español e indígena, mestizo; de española y negro, mulato; de español y mulata, morisco; de español y morisca, albino;
de español y albina, torna-atrás; de indígena y torna-atrás, lobo; de lobo e indígena, zambayo; de zambayo e indígena, cambujo;
de cambujo y mulata, albarazado; y así muchos otros.
A las castas se les prohibían muchas actividades y tenían reglamentadas las ropas que podían vestir.

 
Imagen que muestra diferentes vestimentas de la época

 

Imagen de una fábrica de tabaco

En la ciudad se desempeñaban multitud de tareas y oficios y se desarrollaban algunas industrias.
En la Nueva España fue muy importante el trabajo de la plata:
con el material sacado de la minas se hacían riquísimas vajillas, marcos de espejos, charolas, objetos religiosos.
También se trabajaba el cuero y en los telares caseros se tejían algodón y lana.
El tabaco, planta originaria de América, había tenido gran aceptación en Europa.
En el siglo XVIII la fábrica de tabaco de México empleaba numerosos obreros y utilizaba máquinas que servían para separar el tabaco de distintos tamaños y eliminar impurezas.


En los siglos XVII y XVIII se fundaron muchos conventos de monjas.

Las hijas de familias ricas que no se casaran, podían entrar a un convento y continuar con su vida llena de comodidades. Mantenían a sus criadas particulares y podían recibir visitas, a quienes convidaban con chocolate y con animada conversación.

Imagen de un convento de monjas

Las monjas eran excelentes cocineras y preparaban muchos de los dulces que hoy son tradicionales en México.

Imagen de una monja al empezar su vida religiosa


Para la ceremonia con la que iniciaban su vida religiosa,
estas monjas se vestían con gran riqueza,
símbolo del lujo que abandonaban al entrar al convento.
Muchas fueron retratadas con estos trajes.

También se les pintaba en el momento de su muerte.