Por sombreros, México no queda. Los hay picudos, achatados, gigantes, pequeñitos, sudados y rotos. A veces, aunque no pegue el sol, nos los ponemos. ¡Claro!, son parte de nuestra personalidad. Cada región tiene su sombrero, cada sombrero su cabeza y la ciudad muchas cabezas de cada región. Imagínate que estás en el último piso de la Torre Latinoamericana, que miras las calles con un telescopio, que observas cada una de las cabezas que andan por ahí y que tienes que contar todos los sombreros de un mismo tipo. Ahora, anota tus resultados en los rectángulos de abajo.