Los mayas

Texto: Mercedes de la Garza

Ilustración: Arnaldo Coen

Imagen de pirámides mayas

Bajo la luz de la luna, pirámides y grandes templos alzaban sus siluetas.

Imagen de una tumba maya

En los obscuros palacios dormían los sacerdotes y los gobernantes.

Imagen de unos árboles

Árboles inmensos, como centinelas nocturnos, rodeaban el lugar.

Imagen de unas chozas

Un grupo de chozas bordeaban el centro ceremonial, en una de ellas,
a través de las paredes de bajareque, se veía la luz rojiza de las brasas.

Imagen de una persona dentro de una choza avivando el fuego

Todavía no había salido el sol cuando, en esa choza, el padre se levantó y avivó el fuego.

Imagen del padre despertando a su hijo

Sacudió el hombro de su hijo para despertarlo.

Imagen del padre acariciando la frente de una mujer

Acarició la frente de la mujer acostada y preguntó:

—¿Todavía no?

—No, pero regresa pronto —dijo ella.

Imagen del padre e hijo saliendo a trabajar al campo

Padre e hijo, vestidos con sus taparrabos, su manta y sus sandalias,
salieron de prisa a trabajar al campo.

Imagen de unos colibríes y quetzales

Con las primeras luces del amanecer, quetzales y colibríes comenzaron a revolotear.

El aleteo de las garzas y los faisanes,

Imagen de unas garzas y faisanes

el paso sigiloso de los venados y los chillidos de los monos, daban la bienvenida al sol.

Imagen de venados y monos

Imagen de mujeres trabajando en el maíz, en la limpia de frijol y en la alimentación de los guajolotes

En la casa, mientras tanto, la madre apuró a las niñas para que molieran el maíz,
limpiaran los frijoles y dieran de comer a los guajolotes.

Imagen de una mujer cocinando

Ella misma preparó el guisado para cuando los hombres regresaran del campo.

Imagen de la familia platicando

Poco después de la comida, de pronto, con voz firme ordenó:

—Hija, haz prisa, corre por la partera, ha llegado el tiempo.

Imagen de la familia esperando a la partera

Ansiosos, todos esperaban el alumbramiento.

Imagen del nacimiento

Cuando la partera recibió al recién nacido,
apoyó el cordón umbilical sobre una mazorca y lo cortó con un cuchillo nuevo de pedernal.

Por las caras sonrientes era fácil saber que todo había salido bien.

Imagen de la partera bañando al bebé Imagen de la partera arrojando los objetos que usó para el parto en una fuente de agua pura

La partera bañó al bebé en una fuente de agua pura.

Después arrojó allí los objetos usados durante el parto.

Imagen del padre sembrando granos de mazorca

El padre tomó unos granos de mazorca y los sembró; de ellos saldría el primer alimento.

Imagen donde el padre planta unos granos, otros los guarda y otros los da al sacerdote

Otros granos los guardaría cuidadosamente para que el mismo niño los plantara cuando fuera grande,
y unos más fueron reservados para el sacerdote.

Imagen que muestra la deformación de un cráneo

Cuando tenía apenas cinco días de nacido, le colocaron al niño unas tablillas en la frente y en la nuca.
Las tendría puestas por unos cuantos días para deformarle el cráneo, pues, según ellos, así se vería más hermoso.

Imagen de unos dibujos mayas

Un sacerdote le puso por nombre el del día de su nacimiento.

Imagen que representa el número cuatro y las cuatro esquinas de la milpa

Cuatro era un número mágico que simbolizaba muchas cosas, entre ellas las cuatro esquinas de la milpa.

Por eso, cuando el niño cumplió cuatro meses hicieron la ceremonia del hetzmek.

Imagen de la ceremonia del hetzmek

El padrino lo cargo sobre su cadera y le mostró los objetos que utilizaría cuando fuera más grande.

Imagen de las tres esquinas de un comal

Pero si hubiera sido niña, el hetzmek se habría celebrado a los tres meses,
porque tres eran las piedras que sostenían el comal, que representaba las tareas femeninas.


Siguieron muchas fiestas con cada nueva hazaña del niño:

Imagen del primer bocado

El primer bocado,

Imagen de los primeros pasos

los primeros pasos,

Imagen de las primeras palabras

sus primeras palabras y

Imagen del primer corte de cabello

el primer corte de cabello.

Imagen del niño cuando le pegan una piedra en la frente Imagen del niño con la piedra en la frente

A los tres años, le pegaron sobre la cabeza una piedrecita que usaría durante toda su infancia.

Imagen de una niña con una concha roja sobre el pubis

A las niñas les ataban una concha roja sobre el pubis.

El niño quería ser grande. Al fin cumplió 12 años.
Ya estaba preparado para tomar parte en el Caputzihil,
la fiesta del "nacer de nuevo"
que iniciaba a todos los jóvenes y jovencitas de entre 12 y 14 años de edad, en la vida adulta.

Imagen del joven recibiendo un paño blanco sobre la cabeza Imagen del joven recibiendo agua en la cara, en los dedos de las manos y de los pies

El padrino, para purificarlo, le colocó un paño blanco sobre la cabeza,
le salpicó con agua la cara y entre los dedos de los pies y de las manos.
Luego el sacerdote le despegó la piedrecita.

Imagen que muestra a las madres quitando la concha a las niñas

Las madres, por su parte, les quitaban la concha a las niñas.

A todos les fueron poniendo el nombre de sus padres.

Imagen de los jóvenes despidiéndose de sus casas

Las niñas continuarían viviendo en sus casas, pero el niño tuvo que despedirse de la familia.

Ahora, hasta que contrajera matrimonio,
viviría en una casa para jóvenes donde se perfeccionaría en el aprendizaje de algún oficio,
así como en los deberes religiosos que había empezado a aprender de niño en la casa paterna.
Oraría y ayunaría periódicamente.

Imagen de jóvenes aprendiendo oficios

Aprendió a hacer ofrendas de incienso, animales y comida.
También de su propia sangre extraída de orejas, dedos y otras partes del cuerpo.
Desde niño le habían enseñado a soportar el dolor y el significado del sacrificio.

Imagen de unos jóvenes enamorados

Cuando cumplió 20 años, su padre le eligió una joven del mismo nivel social.

El casamentero hizo los acuerdos con la familia de la novia.

Imagen del arreglo de una boda

El novio, acompañado por sus padres, visitó una y otra vez la casa de sus futuros suegros
y llevó como regalos mantas, cacao, maíz, algodón, piedras y plumas.

Imagen de la familia del novio llevando regalos a la familia de la novia

Imagen de una boda maya

El día elegido por el sacerdote para la boda,
un anciano bendijo a la pareja y les aconsejó llevar una vida recta.
Hicieron un gran festejo.

Unos meses después del casamiento, la muerte del abuelo entristeció a todos.

Imagen de la muerte del abuelo

Las ceremonias de los funerales fueron muy impresionantes.

Imagen de un funeral

Enterraban al difunto con su plato predilecto,
sus adornos, su jícara labrada y su ropa más fina,
para que lo acompañaran en su viaje al otro mundo.

Imagen del Dios de la muerte

Según la creencia, allí se reuniría con el dios de la muerte.

Pero la vida siguió su curso.
La época de cosecha había terminado.
Junto con otros jóvenes le tocó dedicarse a la construcción de un templo
para ampliar el centro ceremonial que conoció de niño.
Sus mayores estaban terminando un palacio, los baños de vapor y
la futura tumba secreta para el gobernante.

Imagen de gente trabajando en la construcción

¡Cómo le hubiera gustado estar junto con sus amigos trabajando en la cancha para el juego de pelota!

Imagen de los escultores mayas

Todas las mañanas, camino a las obras,
se detenía un momento a contemplar el trabajo de los escultores que tallaban en piedra,
relieves y jeroglíficos que narraban las historias de los gobernantes.

Imagen de jeroglíficos mayas

Cuando el palacio quedó terminado, entraron los pintores muralistas,
quienes empezaron a decorarlo hasta el techo con escenas religiosas y de la vida diaria.

De regreso a su casa, le daba gran gusto ver tantas construcciones bellamente adornadas.
Era la obra de todos. Era suya y sería de sus hijos.

Imagen de la ciudad maya

Imagen de gente ataviada con grandes penachos de plumas

Él y todos los que con sus manos habían creado el esplendor y la belleza del centro ceremonial,
veían a lo lejos a los dirigentes ataviados con grandes penachos de plumas,
joyas y flores, que infundían respeto y admiración a su paso.

Imagen del hombre regresando a su choza

Después del trabajo en la construcción, regresó cansado a su choza.

Imagen de comida

Mientras comía con su mujer,
platicaron de los manjares que estarían comiendo los sacerdotes y los gobernantes.

Imagen del hombre platicando con su mujer

Contempló a su hijito dormido y lo imaginó crecido, campesino como él.

Imagen del hombre contemplando a su hijo
Imagen de un cargador de mercancías

Él no conocía otra cosa que su pueblo.
Tal vez el pequeño llegara a ser cargador de mercaderías de algún comerciante y le tocara conocer tierras lejanas

Los comerciantes, al igual que los gobernantes y los sacerdotes, formaban parte de la nobleza.

Imagen de unos comerciantes

Iban de una comunidad a otra llevando los productos de intercambio.

Imagen de un intercambio de mercancías

—Te cambio la carga de frijoles por dos mantas —decía alguien.

Imagen de un intercambio de frijol por dos mantas

El vendedor calculó: "Cada manta representa un mes de trabajo,
por lo que vale tres puñados de granos de cacao.
Entonces me cambia los frijoles por seis puñados de granos de cacao".

—Sí —dijo— acepto el trueque.

Imagen de unos comerciantes

¡Qué elegantes se veían los comerciantes con sus bastones y sus abanicos,
los emblemas de su profesión!
A veces, cuando sus servidores los llevaban en andas, destacaban mucho.
La gente se interesaba en sus mercancías, pero a la vez los temían.

Imagen de un comerciante

Sabían que se fijaban en todo y, al regreso,
les contaban a los gobernantes lo que habían visto y oído sobre asuntos políticos.

Los gobernantes estaban muy pendientes de esta información
y listos para salir a luchar contra otros pueblos de Mesoamérica.

Imagen de una revuelta

Cada vez que había una revuelta en la propia comunidad,
ellos, ayudados por jefes menores, la aplastaban.

Los sacerdotes se encargaban después de explicar en discursos públicos lo que había pasado.
Eran los más sabios y los únicos que sabían leer y escribir.

Imagen donde aparece un sacerdote informando lo que ocurrió en la revuelta

El niño le preguntó a su papá que por qué el sacerdote principal se llamaba Ahau-can.

Imagen de Ahau-can

El padre le explicó que ese nombre significa "Señor Serpiente", por lo temido y poderoso.

Imagen de escritos sobre las estrellas

Observan las estrellas —continuó—.
Allí, en la piedra, han escrito su sabiduría sobre el movimiento de las ellas y cómo contar los días.
Saben mucho, hijo, y hay que obedecerles siempre.

Imagen de un cocodrilo que se presumía, sostenía al mundo

—Y ¿ellos saben cómo es el mundo?

—Sí, claro. Ellos dicen que la Tierra está cargada por un gigantesco monstruo parecido a un cocodrilo que flota sobre el agua.

La Tierra es plana y tiene cuatro partes.
Debajo de ella está el inframundo, donde vive Ah Puch, el dios de la muerte.

Los cielos están sostenidos por los Bacabes, que son los dioses de los cuatro puntos cardinales.

Imagen de los dioses Bacabes

Los dioses fueron quienes crearon para nosotros, los hombres, este mundo;

Imagen de un dios maya

y nuestros antepasados fueron hechos con masa de maíz.

Imagen de la choza de Ah-men

En ese momento, se detuvo frente a la choza un Ah-men.
Lo llamaban así, "el que comprende", porque era un sacerdote médico.

Imagen del hombre platicando con Ah-men

—¡Qué gusto de verte bien! Las hierbas que te di te sanaron, ¿verdad?
—Sí; ¿todas las enfermedades las curas con hierbas?
—No, porque no todas vienen de lo mismo.

Imagen que representa las diferentes formas de enfermarse

Algunas veces te enfermas por frío o por calor.

Imagen de los enemigos que pueden causar las enfermedades

También hay enemigos que causan daños.
Y puede ser que el enfermo se haya portado mal.

Imagen de las sangrías practicadas por el médico

Según los casos, tengo que hacer sangrías en las partes enfermas
o aplicar medicinas que obtengo de animales,
o bien, pronunciar ciertas palabras sagradas.

Imagen del médico pronunciando palabras para curar

Pero ahora voy de prisa, porque estamos en vísperas de la fiesta.
Nos veremos.

Al día siguiente, la familia, vestida con sus trajes de gala,
se reunió con los demás pobladores, cerca del cenote.
El perfume del incienso de copal se sentía desde lejos.
Multicolores banderas de papel acompañaban la procesión.
Los danzantes y los acróbatas hacían suertes alrededor de esa agua bendita
que consideraban regalo de los dioses.

Imagen de una fiesta maya

De pronto, se hizo un silencio sepulcral.

El Señor Serpiente aventó al cenote a un joven,
para que su sacrificio sirviera de alimento al dios de la lluvia.

Imagen de un sacrificio

Todos esperaron la respuesta que vendría de las profundidades del agua
y pidieron que terminara la sequía.

Imagen del sacrificio humano

Luego arrojaron al cenote las banderas de papel,
pelotas de hule, preciados adornos de oro y sus cántaros.

Imagen del sacerdote sosteniendo un corazón humano

Al mismo tiempo, frente a una gran pirámide, en el altar de los sacrificios,
los brazos del sacerdote se elevaban chorreando sangre del corazón humano que,
junto con frutos y animales, eran parte de la ofrenda.

Imagen de un cenote

Tal vez una copiosa lluvia rompería el silencio y comenzaría a bañar los campos.
Ese, al menos, era el deseo del pueblo maya reunido alrededor del cenote.

Imagen de gente reunida esperando la lluvia