Un hombre de Usila iba por el monte cuando escuchó un grito. Se espantó, pues no veía a nadie. Oyó el grito tres veces y, entonces, preguntó muy quedito:
Y vio que quién le hablaba era un rayo que estaba atorado en un árbol.
Soy yo. Ven, ayúdame a salir.
El hombre lo ayudó y, al sacarlo, sonó un trueno, se vio un relámpago y empezó un aguacero.
Más adelante, en el camino, se encontró con el rayo y con toda la familia rayo. Le dieron las gracias, lo invitaron a comer y le pagaron por haber salvado al rayo padre.