Había una vez un brujo que se convertía en tigre. Como hacía muchas maldades, la gente lo siguió, lo cazaron y lo apalearon, dejándolo destrozado. Regresó todo lastimado a su casa. Estaba llorando cuando su compadre llegó a visitarlo y le preguntó:
Me cazaron, ayúdame. Tráeme los sesos de mi cabeza y la sangre de mi corazón; están en el lugar donde me golpearon.
Su compadre fue a buscar lo que le había pedido el brujo enfermo, pero no encontró ni la sangre ni los sesos. El brujo ya no sanó, se le quedó la cara de tigre y hasta se le alargaron los bigotes.