El pueblo estaba de fiesta y llegó un comerciante. Como todos estaban bailando, no le hicieron caso, ni le ofrecieron nada de comer. Por eso él se enojó. Como era brujo, se transformó en tigre y se llevó del pueblo a una señora.
En la mañana, el marido de la señora salió a buscarla y lo único que halló fue huellas del tigre y gotas de sangre.
Estaba muy enojado y quería vengarse. Le puso una trampa al tigre y lo agarró. Lo llevó al pueblo para quemarlo. Cuando estaba preparando el fuego, se apareció por allí un gato flaco al que nadie le hizo caso. Pero en realidad era otro brujo, que ayudó al tigre a escapar. Y huyeron juntos al bosque. Así, pues, los brujos se ayudan unos a otros.