El viaje de Oriflama

Texto: Magaly Martínez, Rosendo García

Ilustración: Anhelo Hernández

Imagen del Capitán Viento

El Capitán Viento, magnífico e irresistible, les daba en la cara con lenguas frías, se les echaba encima, silbaldo furioso.

Y sobre la vía secreta que encontraron de repente cuando juntaban piedras, el vagón continuaba corriendo a velocidad nunca vista.

Imagen de unas personas arriba de un vagón

—E-e-sto va cada vez más rápido— gritaban, y las bocas de los cinco se inundaban de aire porque iban corriendo sobre los rieles en una carrera loca.

Áurea, Argento, Oriflama, Azófar y Auricalco, con sus largas cabelleras al viento y las caras pálidas por el susto, maldecían la hora en que se les había ocurrido subirse a aquel vagón.

Áurea, cuyo cuerpo siempre brillaba como si fuera el sol, les dijo a sus compañeros:

—¡Miren cómo cambia el paisaje! Parece como si nos hubiéramos alejado del país donde empezamos a recoger las piedras.—

—No, no es el país lo que cambia, Áurea— le contestaron, y sus voces se oían extrañamente claras a pesar de su carrera contra el viento.

—Es algo diferente. Sólo que no hay casas, ni podemos ver los letreros de la ciudad como al principio. ¡Todo parece tan lejano!—

¡Y miren! —¡Una pirámide!—

—Y allí, observen, corremos hacia un hombre. Llegaremos rápido, a la velocidad que vamos.—

—¡Cómo desearía que el vagón se detuviera! —gritó Áurea.

Y el vagón se detuvo frente al hombre silencioso que metía las manos hasta el fondo del agua y las sacaba llenas de arena.

Áurea se bajó del vagón y caminó hasta él.

—¿Qué haces?— le preguntó al ver que entresacaba piedras de la arena.

—Estoy buscando oro, Áurea— le respondió.

—¿Y para qué lo quieres?—

—Para hacer cosas bellas. Estas piedras que ves se convertirán en collares, orejeras, cascabeles, anillos e imágenes de dioses. Ten, te regalo una, guárdala para que recuerdes siempre que tu nombre significa oro.—

Y Áurea regresó al vagón, que partió de nuevo empujado vertiginosamente por el capitán viento.

Imagen de Áurea

Las minas son excavaciones que se hacen para extraer minerales. Las hay subterráneas, en forma de grandes salones. También se excavan como pozos o zanjas. Después se dispone de los metales para fabricar instrumentos y objetos bellos y útiles. No solamente se extraen de las minas metales como la plata y el oro, también se obtienen de ellas elementos no metálicos, como la sal.

Los antiguos mexicanos extraían de las minas oro, plata, cobre, estaño y plomo. Aprovecharon el hierro para tallar espejos.

Fabricaron cascabeles de hermosos sonidos con el cobre y el plomo. Desde entonces, ya conocían los mismos sistemas elementales que utilizan los mineros modernos. Nombraban las minas in tepeio, in oxtoio: "lo del monte, lo de la cueva".

Los artistas eran llamados tencuitlapitzque: "fundidores de metal" ; tlatlacianime, "los que le dan forma a algo", o simplemente tolteca: que quiere decir "artistas."

Explotaban solamente los metales que se encontraban a flor de tierra. Reventaban las rocas y profundizaban las vetas, pero no realizaban excavaciones subterráneas.

No tardaron ni un suspiro en llegar frente al barco.

Imagen de Argento quien observa la carabela

Fue Argento quien vio primero aquella carabela que, con las velas recogidas, esperaba paciente que los marinos la hicieran a la mar.

—Yo me bajaré ahora— dijo Argento, y, como ya se había imaginado, el vagón se detuvo.

Enfrente de él, una larga cadena de hombres se pasaban de mano en mano pesadísimas barras plateadas que iban a parar al barco.

—¿Qué están cargando?— les preguntó Argento.

Y desde el primero hasta el último de los hombres le respondieron.

—Plata, plata, plata, plata, plata.

Hacían anillos, pectorales, figuritas de dioses, collares, mariposas, orejeras, narigueras, máscaras, brazaletes, placas con jeroglíficos. Se servían de los metales para crear piezas que aún hoy asombran al mundo.

La Conquista de la Nueva España abrió a la explotación sus yacimientos de metales preciosos. Colón zarpó en busca de una nueva ruta a la India y encontró un nuevo continente rico en oro, plata y otros minerales.

Cuando Hernán Cortés llegó a México, Moctezuma pensó que se trataba del dios Quetzalcóatl y envió a sus embajadores a saludarlo con ricos regalos de oro, plumas, jade...

Entonces, Hernán Cortés mandó decir que le enviaran oro.

Moctezuma le envió una pieza de oro del tamaño de una rueda de carreta, otra pieza grande de plata, y una bandeja de oro, collares y gran variedad de piezas de orfebrería.

Imagen de Hernán Cortés

—Y para dónde la llevan— insistió Argento.

—A España, a España, a España, a España, a España— repitieron todos.

—Basta con que uno me conteste— dijo Argento, y se dirigió al capitán que daba órdenes desde la borda—

—¿Y a quién le llevan todas estas riquezas?—

—Al rey— contestó el capitán con su voz de trueno.

—¿Al rey de España? ¿Y por qué a él?—

El capitán lo miró con sus enormes cejas juntas.

—Jovencito— le dijo— no ignorarás seguramente que hemos conquistado estas tierras atraídos por las vastas riquezas que se decía había en ellas.

—¡Ah! No, claro— contestó Argento.

Los viajes de la Conquista fueron, en principio, una empresa para buscar oro, perlas y piedras preciosas. Cortés le pidió a Moctezuma que le mostrase las minas de donde sacaba tales tesoros. Los conquistadores españoles quitaron el oro y la plata que adornaban los penachos obsequiados por Moctezuma y, al quitarlos, destruyeron los preciosos plumajes. Fundieron el metal e hicieron barras con él para mandarlo a España en la Nao Capitana.

Imagen de los gemelos Azófar

—Por estas riquezas hemos enfrentado los mares y venido a estos lugares remotos. Y válgame que hemos encontrado verdaderos y efectivos montes de oro y plata, y que ahora enviamos buena parte a España para su mayor riqueza. Mira, oye esto— diciendo lo cual el capitán del barco golpeó con su cuchillo una pieza de plata. El delicado sonido sorprendió a Argento.

—Llévalo en los oídos— le rugió el capitán —,para que recuerdes siempre al metal que te da tu nombre.—

Mientras el grupo continuaba su rápida marcha, los gemelos Azófar y Auricalco se hacían preguntas.

—¿De dónde...— comenzaba Azófar —...sacarían tantas riquezas?—

continuaba Auricalco.

A su paso, tan veloces como el viento mismo, se levantaban ciudades, se erguían magníficas construcciones de piedra, multitud de calles quedaban empedradas, surgían catedrales desde donde hermosísismas voces entonaban cantos que llenaban el aire.

Como consecuencia de las actividades mineras, se dieron notorias transformaciones en la economía, el arte y la cultura. Por obra de la minería surgieron las ciudades de Pachuca, Guanajuato, Zacatecas —donde tan sólo en esa época había tres mil bocas de mina— , San Luis Potosí, Durango, Chihuahua y Aguascalientes, inicialmente fundadas como reales de minas.

Pero, de pronto, el vagón se introdujo en un socavón profundo, donde cientos de hombres, mujeres y niños gritaban a su paso.

—Nosotros trabajamos las oscuras entrañas de la tierra.

—¡Aquí, algunos permanecemos presos, pagando nuestras condenas!

—¡Crueles capataces se montan sobre nuestras espaldas como si fuéramos bestias para bajar por estos túneles!

Cuando el vagón volvió a subir a la superficie de la tierra, Azófar y Auricalco estaban encendidos.

—Esta injusticia...— dijo Azófar.

—... tiene que acabarse— terminó Auricalco, segundos antes de oír el repicar del bronce.

Un hombre tocaba la campana y, sin cesar un instante, el sonido viajaba por el aire hacia todos los oídos.

Despertaba a todos los que dormían y sacaba de sus casas a hombres y mujeres.

Imagen de Azófar y Auricalco

Entre las minas más famosas estaba, en Guanajuato, la de La Valenciana. Cuenta la leyenda que con toda la plata que se ha sacado de ella se podría "asfaltar" una carretera que llegara desde allí hasta la ciudad de México. Los dueños de la mina, haciendo uso de la fuerza, obligaban a cerca de mil mineros a depositar en la boca de la mina los sacos de mineral que extraían y a volver a ella, de donde no salían ¡jamás!

Después de la guerra de Independencia, México se hizo dueño tanto de su tierra como de todas las riquezas que el suelo contenía y, posteriormente, el país desarrolló tal actividad minera que hoy en día es el primer productor de plata; se extraen aquí, además, cuarenta y siete minerales diversos y, por lo menos en veintinueve estados de los treinta y dos que forman la República se registran actividades mineras.

—Llévense en el corazón el tañido de este bronce —le gritó el hombre a los gemelos—, y recuerden que su sonido está hecho también del metal que forma parte de su nombre. Sean siempre libres.

Y en el rápido correr del viento, se quedaron escuchando: libres..., bres..., es.

Impulsados aún por el capitán viento, los cinco comenzaron a divisar paisajes conocidos.

—¡Estamos en casa! ¡en casa!— y saltaron fuera de su veloz nave, mientras el capitán viento se remontaba hacia las nubes.

Áurea, Argento, Azófar y Auricalco miraron con pena a Oriflama.

—¡Oh!, —dijeron—, tú no has vivido ninguna aventura.

Ni sabes el significado de tu nombre.

Imagen del pelo rojo de Oriflama levantándose al cielo

En los últimos años —como siempre— la minería sigue siendo una actividad económica muy importante. Se han descubierto valiosos yacimientos de minerales radioactivos como el uranio.

—Se equivocan —dijo— yo sé lo que significa mi nombre: bandera de oro que ondea en el viento.

Y el pelo rojo de Oriflama se levantó hacia el cielo.

La tierra mexicana guarda todavía una inmensa riqueza mineral. Se descubrirán en el futuro nuevos yacimientos. La historia de la minería en nuestro país es la historia de México. Pero, a pesar de ser tan larga, hoy día estamos en el principio.

Imagen de Oriflama