Una vieja y su nieto habitaban el rancho. En los alrededores, vivía un chaneque que les robaba la comida cuando salían de la casa.
Un día, la abuela fue a cortar hierbas y, cuando regresó, ya no encontró a su nieto. Le preguntó al chaneque si lo había visto, y éste contestó:
La abuela buscó y buscó al niño y no lo encontró.
"¿Qué le pasaría?" se preguntó "¿Se lo comería el chaneque?"
Fue al pueblo a avisarle al papá del niño y juntos regresaron al rancho. Todavía andaba por allí el chaneque.
Ayúdanos a recoger leña le dijeron, y la pones cerca de la casa.
Así lo hicieron. Al anochecer, todos se fueron a dormir. El chaneque se estiró las orejas, y se le hicieron tan largas, que una la dobló para utilizarla como almohada, y con la otra se tapó.
Cuando la abuela vio que el chaneque dormía, encendió la leña y huyó con su hijo.
¡Me estoy quemando, quemando, quemando gritó el chaneque, me quemo arriba, me quemo abajo, me estoy quemando, quemando, quemando!
La abuela y su hijo se escondieron en la copa de un árbol.
Cuando los otros chaneques oyeron las quejas de su compañero, acudieron corriendo, recogieron las cenizas del chaneque quemado, se las comieron y así revivió el chaneque.
La abuela y su hijo se fueron al pueblo y nunca regresaron al rancho.