Hace tiempo vivía un hombre que no tenía trabajo. Desesperado, un día se dijo: "He de encontrar trabajo, aunque sea en el infierno."
Cuando salió de su casa, se encontró en el camino, con un hombre que le ofreció trabajo y se fue con él.
El primer empleo que le dieron fue de separar por colores unos montones de maíz enormes: maíz blanco, maíz rojo, maíz negro, maíz amarillo... Entonces las hormigas llegaron a ayudarlo.
Luego, el patrón le dijo que amansara unos caballos y, esta vez, unos leones lo ayudaron.
Por fin, le ordenaron que fuera a traer leña para atizar la lumbre y secar unas jícaras muy grandes que el señor tenía sobre el fuego. Todos los días el hombre iba a traer leña y encendía el fuego.
Un día, una jícara le habló y le dijo:
Nosotras no somos verdaderas jícaras, sino almas. Éste es el infierno y nosotras estamos aquí porque enterramos dinero antes de morir. Cuanto te vayas de aquí, no pidas tu pago en dinero, di que te regalen una jícara.
El hombre acabó su trabajo en el infierno y le pidió a su patrón una jícara seca en pago de lo que había hecho. Y esa jícara seca le dijo dónde había enterrado su dinero. Así, el hombre fue muy rico, y el alma de aquélla quedó libre.