Los delfines son mamíferos acuáticos que habitan en casi todos los mares del planeta. Aunque viven en mar abierto también se acercan a la playa, pero sin llegar a la orilla.
Los delfines están clasificados en especies porque su apariencia es distinta en cuanto a su tamaño, color de piel o forma de la cabeza.
En el planeta existen 32 especies de delfines; en las costas mexicanas habitan 17 de ellas, por ejemplo el delfín común, el tornillo y el risso.
Su cuerpo es alargado; tienen una aleta dorsal y dos laterales o pectorales que varían de forma y tamaño según la especie de que se trate. Así, mientras el delfín costados blancos se caracteriza por sus aletas redondeadas, al delfín fraser se le identifica por tenerlas pequeñas y puntiagudas.
Los delfines también cuentan con cola o aleta caudal aplanada horizontalmente. Con ella baten el agua de arriba abajo para desplazarse y a veces la usan para mantenerse erguidos por un momento en la superficie.
Mediante sus aletas controlan la dirección y mantienen el equilibrio al nadar; también las utilizan para girar o deslizarse sobre uno de los costados.
Una de las cualidades que mejor distingue a los delfines es la velocidad con que nadan, pues algunos alcanzan 45 kilómetros por hora, que equivale a que tú corrieras 700 metros en un minuto.
Como cualquier otro mamífero necesitan mantener constante la temperatura de su cuerpo, para ello cuentan con una ancha capa de grasa bajo su piel delicada y lisa.
La forma de su hocico varía según la especie. Así, el delfín piloto lo tiene muy achatado; el costados blancos, redondeado y el delfín steno lo posee alargado.
Todos tienen dientes cónicos que aparecen cuando cumplen una semana de nacidos; los usan para atrapar y desgarrar sus alimentos.
Los delfines no tienen nariz; en vez de ella, en la parte superior de la cabeza cuentan con un orificio en forma de media luna, denominado respiradero.
El respiradero se cierra cada vez que se sumergen, lo que evita la entrada de agua a sus pulmones, que podría ahogarlos.
Cuando salen a la superficie, el respiradero se abre para que salga el aire sucio de los pulmones, éste forma una nube de vapor llamada bufo.
Sus pequeños ojos están situados a ambos lados de la cabeza, al terminar su hocico. Tienen buena vista y pueden localizar objetos dentro y fuera del agua.
También pueden sumergirse hasta 300 metros y aguantar la respiración durante casi veinticinco minutos antes de salir a tomar aire.
Algo muy curioso es que nunca duermen. Para descansar su organismo disminuyen la actividad, flotan y dejan sobresalir su respiradero; a esto se le llama letargo.
Se alimentan principalmente de peces, calamares y pulpos. Al localizar a sus presas nadan alrededor de ellas formando burbujas que impiden que escapen, de esta forma pueden atraparlas.
Los delfines viven en manadas, pero no permanecen en la misma durante toda su vida, cambian de grupo para migrar, aparearse o buscar comida.
Los grupos se integran desde diez hasta diez mil delfines según la especie. Al estar agrupados se protegen de sus depredadores, entre ellos los tiburones y las orcas.
Así, cuando un tiburón los ataca se defienden en grupo golpeándolo con el hocico hasta matarlo o lograr que huya. Si algún delfín resulta herido, uno de sus compañeros lo sostiene por debajo de sus aletas y lo lleva a la superficie a respirar.
Para comunicarse entre ellos o localizar su alimento utilizan silbidos, gruñidos o chasquidos que producen con su garganta dentro y fuera del agua.
Esos sonidos que emite el delfín viajan en el agua y si encuentran un objeto en su camino producen un eco que regresa al animal. Este eco le permite saber a qué distancia se encuentra el objeto, cuál es su tamaño y qué forma tiene.
Una vez que alcanzan la madurez sexual buscan una pareja. Cuando la encuentran se persiguen, juegan y frotan sus cuerpos. Después, juntan sus vientres, unen sus órganos sexuales y la hembra puede quedar fecundada.
El periodo de gestación dura de diez a doce meses según la especie. En el momento del parto la madre nada más despacio; otras hembras la acompañan y evitan que sea atacada por un tiburón.
El delfín nace de cola. Una vez roto el cordón umbilical, nada hacia la superficie a respirar por primera vez; si no puede salir es ayudado por su madre o alguna de las hembras.
Como cualquier mamífero su primer alimento es la leche. Así, cuando la cría tiene hambre se acerca a la madre, quien expulsa la leche en forma de chorro directo a su hocico. La cría tomará leche durante un año o más.
Al principio de su vida la cría nada muy cerca de la madre; a partir de los seis meses empieza a comer peces y se aleja poco a poco hasta separarse por completo de ella.
Los delfines son juguetones, inteligentes, curiosos y sociables. A veces siguen a las embarcaciones que hallan en su camino.
No le temen a los humanos; si se encuentran con ellos se muestran amistosos. Se ha dado el caso de delfines que tratan de empujar a buzos del fondo del mar a la superficie, pues creen que necesitan ayuda.
Hay personas que capturan delfines y los llevan a acuarios donde les enseñan a saltar a través de aros, jugar con pelotas, jalar pequeños botes o dejarse montar por su entrenador.
Existe un delfín de gran tamaño que también es llevado a los acuarios: la orca. Muchas personas creen que las orcas son ballenas, pues llegan a medir nueve metros.
Las orcas son de color negro en el dorso y blanco en el vientre, su aleta dorsal parece un triángulo y puede medir casi dos metros de alto; son muy rápidas al nadar y viajan en grupo guiadas por un macho.
Mientras las orcas viven hasta cien años, casi todas las especies de delfines lo hacen entre cuarenta y sesenta años. A pesar de su apariencia son tan amistosas como el resto de los delfines.
Sin embargo, su relación con el hombre no siempre es grata, debido a que los delfines viajan sobre los cardúmenes de atún, un pez muy codiciado por los pescadores, quienes persiguen a los delfines para encontrarlo.
Así, los pescadores encuentran a los atunes sin grandes esfuerzos y lanzan sus redes, pero a menudo algunos delfines quedan atrapados en ellas y mueren ahogados al no poder salir a respirar.
Debido a ello se crearon leyes que los protegen, mismas que obligan a utilizar redes de las que puedan escapar con facilidad.
Ya sabemos que los delfines no huyen al encontrarse con el hombre, de esta manera nacieron historias de personas que sobrevivieron en el mar gracias a su ayuda. Precisamente esto le ocurrió al personaje de nuestra historia.
Marcos vivía a la orilla de la playa. Al igual que todos los muchachos de la aldea, ayudaba a su padre a escamar el pescado, a tender las redes al sol y remendarlas. Una vez terminadas sus labores, tenía libre el resto del día.
Una mañana, en cuanto se desocupó tomó su arpón, una bolsa y su visor.
Madre, me voy a bucear dijo.
Ten cuidado, el tata Cui ha visto tiburones cerca le aconsejó su madre.
Se encaminó a la orilla, donde tenía lista su lancha. La empujó un poco y se subió. Empezó a remar hacia su lugar preferido, el arrecife, pues ahí podía encontrar peces de todos los colores y formas, erizos, cangrejos, estrellas y caballitos de mar. Al llegar lanzó el ancla.
Luego se echó al agua. El lazo del ancla no estaba bien amarrado y el oleaje lo desató. Marcos seguía a unos peces azules y amarillos y, de pronto, vio a un tiburón que nadaba directo a él.
Marcos, espantado, salió a la superficie y enorme fue su desesperación al tratar de acercarse a la lancha, pues no importaba su esfuerzo ni lo rápido que nadara, con cada ola se alejaba más. De repente sintió que un objeto rozaba sus pies.
Sorprendido, observó cómo un delfín golpeaba con su hocico al tiburón una y otra vez, hasta que lo hizo huir. Luego el delfín nadó alrededor de él.
Gracias dijo Marcos ; si no llegas, me come.
En respuesta el delfín emitió unos silbidos y se puso al lado de Marcos; él se agarró de la aleta de su nuevo amigo, que lo llevó muy cerca de la playa. Después, se alejó dando grandes saltos. Gracias a la ayuda de delfín, Marcos pudo contar la historia de su rescate.