Por las noches se acerca al arroyo. Se mueve muy suavemente, como los gatos. Sus lentos pasos no producen ningún ruido en el piso de hojarasca de la selva.
Sube a un árbol y, desde ahí, espera oculto a que llegue a tomar agua algún animal. Se queda vigilando y puede estar sin moverse durante mucho tiempo. Por las manchas de su piel se confunde con las ramas y es difícil verlo.
Por fin, un animal se acerca...
Salta sobre él y lo mata rápidamente porque es el mejor cazador que hay en México. Se llama jaguar.
El ocelote, el tigrillo, el gato de monte, el puma, la onza y el jaguar son algunos animales de la misma familia que habitan en México. Todos son parientes del gato y a la familia entera se le conoce como felinos.
Seguramente en tu región vive alguno de ellos.
Si vives por el desierto sabrás del gato de monte. Si habitas en las montañas habrás visto rastros de un puma. Pero si vives cerca de la selva habrás oído del jaguar. En muchas regiones del país al jaguar le llaman tigre.
El jaguar es el más grande de los felinos que habitan en México. Llega a medir hasta dos metros y medio de largo y es tan pesado como un puerco gordo.
Tiene la cabeza muy grande y la piel manchada.
Mucha gente ha visto jaguares de color totalmente negro o blanco y piensa que se trata de otro animal. No es así. En una misma camada puede haber cachorritos negros, blancos o manchados.
Hubo un tiempo en que el jaguar se hallaba en todo México. Vivía tanto en las selvas como en las llanuras, en los zacatales y en los bosques. Así lo cuentan las leyendas de los antiguos mexicanos.
Tiempo después, con la llegada de los españoles, su suerte cambió. El jaguar fue perseguido y tuvo que esconderse en lugares apartados y difíciles, donde la gente no llega. Es por eso que no sabemos mucho de sus costumbres.
En nuestros días, el jaguar vive en las selvas tropicales, donde hay altos y tupidos árboles. Siempre anda cerca de las corrientes de agua.
También se le puede ver por las costas, tulares y pantanos próximos al mar. Sin embargo, los que viven en las selvas son los de tamaño más grande.
Al jaguar también le gusta rondar por los grandes bosques de pino.
"Cada cerro tiene su tigre", dice el refrán. Y hay algo de cierto porque antes de que fuera tan perseguido por el hombre, el jaguar vivía en los montes cercanos a las costas de todo el país.
En ocasiones, el jaguar abandona su territorio y, siempre cazando en el camino, vaga muy lejos de los lugares en que comúnmente vive.
Por eso, hasta en los desiertos se ha llegado a ver a algunos jaguares viejos.
A los gatos y a los demás felinos no les gusta el agua, pero al jaguar le encanta.
En los pantanos, cuando las nubes de mosquitos lo molestan, salta al agua y isplash! se zambulle. Por un rato se queda ahí, sólo con la cabeza de fuera. O simplemente, en los días calurosos, juega en los ríos para refrescarse.
Además es un excelente nadador. Es capaz de cruzar de lado a lado ríos muy bravos sin que lo jale la corriente.
Algunas personas dicen que hasta bucea.
Pero también se acerca al agua para cazar.
Cuentan que golpea el agua con la cola, simulando el ruido que hace un insecto grande cuando cae en ella. ¡Plop!, ¡plop! Cuando un hambriento pez sale atraído por el ruido, ¡zas!, de un manotazo lo lanza a la orilla para después comérselo.
En la oscuridad de la selva se escucha un fuerte rugido que recorre grandes distancias. Las aves nocturnas callan un momento y los animales se ponen alertas. El jaguar ha comenzado su cacería....
El jaguar es muy ágil lo mismo en la tierra, en el agua o sobre los árboles. Por eso no le falta alimento.
Caza venados, tapires, jabalíes, tortugas de tierra y de río, peces, monos, tepescuintles y otros animales pequeños, como ratas, tuzas, armadillos y zorros.
Además, tiene tanta fuerza que puede arrastrar, por muchos metros, animales más pesados que él, como un tapir o un jabalí.
Una vez que caza a un animal, lo sube a la rama de un árbol para devorarlo.
Tiene fama de atacar a cocodrilos y a grandes serpientes. Se le ha visto pelear con cocodrilos hasta de dos metros a la orilla de un pantano. Lucha ferozmente zambulléndose en el agua una y otra vez. Muchas veces, gana el jaguar.
También caza a las tortugas de mar. Las espía cuando salen a poner sus huevos en la playa y tan sólo las voltea, porque de esa manera no se pueden ya defender.
Aunque el jaguar es un gran cazador, debe poner mucho cuidado para obtener su alimento. El menor ruido o alguna falla en el ataque puede hacer que un animal joven y fuerte huya. Es por eso que muchos de los animales que caza el jaguar son crías, están viejos o enfermos.
Además, con su cacería ayuda a que no existan muchos animales de una sola especie. De este modo, habrá alimento para todos.
Debe ser precavido porque el cazar tiene sus peligros. Si cuando ataca a un jabalí no está lejos de la manada, los demás pueden rodearlo y matarlo con sus largos colmillos.
Para cazar y vivir, el jaguar escoge un territorio y raras veces sale de él. Es un animal solitario, pues tanto los machos como las hembras vagan y cazan solos por la selva.
Las hembras pueden estar dentro del territorio de un jaguar sin que se enoje, Pero si otro macho entra en su terreno, peleará con él.
Como los gatos, el jaguar marca su territorio con orina. También lo hace parándose en las patas traseras y afilando las delanteras sobre un tronco.
Así, cuando otro macho encuentra las marcas, medirá la altura a la que llegan sus garras. Si las marcas son más altas que las que él puede hacer, abandonará el lugar. Si no lo son luchará para quedarse en esa región.
El jaguar busca compañía solamente en la época de celo.
Y cuando encuentra pareja, pasan la temporada cazando juntos.
Un poco antes de que nazcan los tigritos, el macho abandona a su pareja. A veces lo hace unos días después. Los jaguarcitos nacen a los tres meses de que sus padres se cruzaron.
La tigra escoge lugares apartados para tener sus cachorros. Por lo general, lo hace en cuevas o en cualquier hoyo natural.
Casi siempre son dos cachorros por camada, aunque pueden ser hasta cuatro.
Los cachorros son manchados desde que nacen y un poco cabezones, ¿o no?
Abren los ojos hasta los quince días.
Por dos meses, los cachorros sólo han visto el mundo desde el fondo de la madriguera. No han salido para nada, pues es peligroso mientras son pequeños. Un águila o un coyote podría devorarlos.
Después de los dos meses, siguen a la madre por los alrededores de la guarida. En estas cortas salidas la madre tiene mucho qué enseñarles y ellos mucho qué aprender, como a cazar y a esconderse.
La gente del campo sabe que si se encuentra a un cachorro de jaguar lo mejor será alejarse pues la madre no debe de estar lejos.
A los cinco meses de edad, los jaguarcitos ya se alejan bastante del refugio y empiezan a cazar junto con su madre.
Así se preparan para sobrevivir por sí mismos.
Al año y medio ya cazan solos. Es el momento en que abandonan el refugio y a la madre para recorrer selvas y cerros. Lo que la madre no les enseñó lo harán por instinto.
Andan siempre solitarios, cazando y aprendiendo hasta que llegue el tiempo de buscar compañía. Entonces, cazarán en pareja y tendrán nuevos cachorritos. Y así, en algún lugar del monte, la historia se repetirá.
Los antiguos mexicanos le tenían gran respeto al jaguar. Lo conocían como un animal listo y muy fuerte. Además, sabían el extraordinario enemigo que era si se le molestaba.
Por eso, el jaguar era un dios para muchos pueblos indígenas.
Entre los aztecas, sólo los más valientes podían vestir su piel, y eran conocidos como guerreros tigre.
Los mayas lo llamaban balam y los aztecas ocelotl.
Desde esos lejanos tiempos, la piel del jaguar era admirada por su belleza y color. Pero sus manchas son las que siempre han llamado la atención.
Aquellos antiguos indígenas contaban a los niños esta historia de por qué el jaguar tiene manchas:
Esto sucedió hace mucho tiempo, en los días en que los animales no se comían unos a otros. Todos se alimentaban de hierbas, frutos y granos.
Vivían muy en paz la torcaza y el gavilán, el gato y el ratón, la zorra y el conejo, el venado y el lobo.
De entre todos los animales, el jaguar destacaba por su hermosa figura y su abrigo de piel amarilla. Dondequiera que iba, siempre presumía su abrigo.
A cada rato lo limpiaba con la lengua. Con mucha dedicación y orgullo quitaba cualquier polvo, lana o manchita de lodo.
Una tardecita, el jaguar estaba jugando con una bola de changos. Y en el relajo, a uno de ellos se le ocurrió aventarle un mamey muy maduro. ¡Zas!, le pegó de lleno en el lomo, dejándole una mancha.
Enojado porque le ensució su abrigo, el tigre le tiró un zarpazo. Al pobre chango le colgaban las tiras de piel desde el cogote hasta la rabadilla.
Como le gustó el olor a sangre, el felino arrastró al mono al interior de la selva y lo devoró.
Gritando y chillando, los demás changos corrieron a acusar al jaguar con el Señor del Monte. El Señor del Monte era quien mandaba la vida en la selva.
Él prometió castigarlo y dijo a los monos:
Suban a esos árboles de ahuacatillos y, cuando pase el jaguar, arrójenle la fruta. La marca no se quita y así la piel quedará manchada para siempre. Como es muy presumido, será su peor castigo.
El Señor del Monte ordenó a los jabalíes sacar al felino de su escondite.
Cuando pasó por debajo del árbol cayó sobre él una granizada de ahuacatillos, echando a perder su hermosa piel.
Y se cuenta que, desde entonces, el jaguar se volvió pinto.
El jaguar nunca olvidó lo que le hicieron los monos y los jabalíes. Por eso son su alimento preferido.
Pero para que le costara trabajo atraparlos, el Señor del Monte les hizo nacer cola a los monos para que huyeran por las ramas. A los jabalíes les dio una piel gruesa y resistente y les dijo que anduvieran en manadas para defenderse mejor.
Aunque el jaguar es un animal ágil y fuerte, está a punto de desaparecer en México.
La gente lo persigue sin motivo o lo caza para vender su piel por unos pocos pesos. Pero sobre todo, se están cortando los árboles de los bosques, quemando las selvas y destruyendo los manglares, que son las regiones en donde vive y caza el jaguar.
A pesar de su fuerza, el jaguar es un animal receloso del hombre y sus animales.
Existe la idea de que come gallinas, chivas y ganado. Lo hacen sólo los jaguares viejos que ya no pueden cazar otra cosa.
Hay que aprender a convivir con el jaguar y respetar las selvas y bosques donde
habita, para que por mucho tiempo más pueda oírse su rugido y vérsele correr
en selvas o cerros de nuestro país.