Grillo y las semillas de sandíaDon Tomás, el nuevo patrón de Grillo, tenía un compadre al que fue a visitar. Estuvieron platicando de los saurines que le atinaban a todo. El compadre se burló mucho porque pensaba que eran tonterías. Enojado, don Tomás le propuso: Mire, compadre, como usted no cree en eso, hagamos una apuesta. Usted va a mi hacienda el próximo domingo y le adivino lo que quiera. ¿Qué le parece? Acepto, pero le advierto que va a perder. Eso lo veremos. Lo espero el domingo sin falta, compadre. Don Tomás, al llegar a su hacienda, le contó todo a Grillo y le pidió que llegado el día le indicara todo lo que tenía que hacer o decir. Grillo movió la cabeza como aceptando, pero la verdad es que quería salir de esa a como diera lugar y no sabía cómo. El día acordado, Grillo, subiéndose en unos costales, logró escapar por la ventana. Iba por el camino cuando vio que se acercaba una pareja. Enseguida se subió a un árbol para que no lo descubrieran. Dio la casualidad de que la pareja se sentó a descansar al pie de ese árbol. A ver dijo la mujer, ¿qué es lo que tiene que adivinar tu compadre? Es un secreto, mujer. ¿Qué tal si luego se te va la lengua? No, cómo crees. Si me dices, yo, pico de cera.
Está bien... Mira, en este costal traigo tres sandías. Primero me tiene que adivinar qué cosa hay adentro. Luego, me tiene que decir cuántas semillas tiene cada sandía. Ahí está lo bueno, porque esta chiquita trae siete, esta mayorcita tres y la grandota, así como la ves, sólo tiene una. Uh, pues está bien difícil. Sí, ¿verdad? Pues entonces vamos, que ya me anda por ganarle la apuesta a mi compadre. En cuanto se alejaron, Grillo bajó del árbol, se metió al monte para cortar camino y regresó a donde lo tenían encerrado. Ahí esperó a que don Tomás lo buscara. Cuando éste apareció, Grillo le dijo todo lo que tenía que adivinar. Al poco rato, el compadre llegó con su costal. Después de la comida, empezaron con las preguntas. Todo resultó tal y como había dicho Grillo. Y el patrón ganó la apuesta sin lugar a dudas. |