A ver, Grillo gritó el capitán,
amenazándolo con el rifle, adivina qué hay enterrado
en esta fosa o te mato.
Grillo se puso tieso del miedo.
Pues aquí es donde la puerca torció el rabo y el Grillo
se fregó contestó.
¡Sí adivinó! ¡Ni modo! exclamó el capitán.
Lo que él nunca supo es que todo fue de pura suerte, porque
Grillo, al decir lo que dijo, se refería a sí mismo.
Siguieron el camino a casa de Grillo como si nada hubiera
pasado. Sin embargo, el capitán no estaba convencido de que
Grillo fuera adivino y quería ponerle otra prueba. Ya muy
cerca de la casa del muchacho, el capitán se adelantó otra
vez. Dijo que avisaría a la mamá de Grillo que su hijo estaba
por llegar.
Como en la casa no había nadie, el capitán se metió y se
topó con un tenate, de esos que se hacen con cueros de res.
Entonces se le ocurrió una idea: llenó el tenate con caca
de vaca que recogió del corral y lo colgó de la viga más alta.
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