La tortuga


Hay gente que dice que la carne de la tortuga tiene un sabor parecido al de la gallina. ¿Sabes por qué?

Pues cuentan que hace mucho tiempo había un matrimonio de recién casados que no tenían niños. El muchacho únicamente tenía padre, la madre había muerto. El padre vivía solo y un día decidió visitar a su nuera y a su hijo.

Ese mismo día, en la casa de la pareja, el muchacho le dijo a su mujer:

—Mata una gallina para la comida.

Ya la tenían pelada y lavada, lista para cocinarla, cuando la mujer se asomó a la ventana y vio que su suegro iba llegando a la casa:

—Oye, ahí viene tu padre.

El muchacho respondió:

—Pon la gallina en el metate y tápala con la bandeja, con esa batea, no vaya a ser que se le antoje.

Llegó el viejito y platicaron mucho con él, pero no le ofrecieron gallina. Después de un buen rato, el señor se aburrió de estar ahí y se fue. Cuando ya estaban solos, los esposos comentaron:

—Ahora sí podemos comernos la gallina muy a gusto.

—"Orita la guiso con manteca, chile y cebollita" —dijo la mujer.

—¡Ay! ¡Qué sabrosa va a estar esa gallina! —agregó el hombre.

Cuando la mujer quiso levantar la batea, no pudo.

—Oye, ¿por qué no puedo quitarla?

El hombre se acercó y dijo:

—A ver, a ver, deja que la quite yo, tengo más fuerza.

Cuando levantó la batea, asomaron unas patas.

—¡¡Ay!! —exclamó con sorpresa.

Y hasta por allá la aventó. Luego, que van viendo que la batea caminaba con unas patotas: el animal sacó la cabeza y se arrastró por el suelo.

De seguro que antes no existían tortugas y fueron creadas de ese modo, de una gallina que se volvió tortuga.

Arrepentidos, fueron con el viejito, lo trajeron a su casa, le hicieron guisado con gallina y le dieron de comer, porque pensaron que lo que les había sucedido era un castigo.