La tromba de agua
De pronto, empezó a relampaguear. Y en cada relámpago metía un pescado para asarlo. Comió hasta quitársele el hambre. Por fin se acabó la tromba y el hombre cayó al suelo, lejitos, allá por Jalos. Cuanto tocó tierra, todavía traía un buen pedazo de pescado asado y, como ya estaba muy lleno, lo regaló a varios señores que andaban por ahí. Y así fue como pasó, pues. La próxima vez que te pegue duro el sol o sientas ya pesados los brazos de tanto ayudar, platícale a tus papás o a tus hermanos una de estas largas que cuentan en Santa María del Valle, por Arandas. |