¡Qué alegres son las canciones!, sobre todo por la tardecita, luego de que todos han cumplido con su trabajo en la milpa o en el establo. Entonces, jóvenes, viejos y niños se dan un descanso y el abuelo, el tío o don Dimas cantan una canción de amor. Si la mayoría de los que escuchan son chamacos, pues de plano una muy divertida de animalitos, como ésta que nos cantaron en Pegueros, allá por Tepatitlán.





El tejón y la tejona

Un tejón iba pasando
por la orilla de una milpa,
se llevó un tercio de elotes
y un quimil en la cobija.

Dos tejoncitos chiquillos
lo salieron a encontrar,
al mirar lo que llevaba
lo pusieron luego a asar.

La tejoncita chiquilla,
como era más atrevida,
del comal sacó un elote
y se lo aventó p'arriba.

   
     

 

La tejona le decía,
con una cuarta muy gruesa:
"ora lo verás, tragona,
no los dejas que se cuezan".

La tejona comerciante
seis elotes se comió,
a las doce de la noche
de la congestión murió.

La tejoncita chiquilla
lloraba por la tejona,
los tejoncitos decían:
"que se muera por tragona''.

Ya con ésta, ay, me despido,
yéndome por esa loma.
Ésta fue la triste historia
del tejón y la tejona.


Como aquí nomás te damos la letra, ¿por qué no le pones una tonada a este son? O a lo mejor, te gusta más para hacer un juego, y Tomás o Lucina pueden hacerla de tejón y de tejona y los demás se toman de la mano y hacen una ronda. Ya después, cuando estén cansados de jugar, pueden hacer una elotiza, ¡Ah, pero eso sí!, antes tienen que haber juntado un buen montón de elotes, o quimil, como le dicen allá por Los Altos.