La imaginación de Doña Bernarda no descansa. En un ratito trae a su memoria cuentos de aventuras en palacios lejanos, donde aparecen animales capaces de hablar y ayudar a sus dueños. Si quieres saber más, te invitamos a leer la historia de este joven y su caballo.

El Caballero de la Pluma

 

Había una vez un joven que vivía en un rancho pequeño. Aburrido de ver siempre las mismas cosas, un día le dijo a su padre:

—Papá, quiero ir a conocer el mundo.

—Está bien, hijo; pero llévate mi caballo.
Antes de hacer cualquier cosa, pídele
permiso —contestó el papá.

 

El muchacho se fue a recorrer otros lugares y en el camino, vio tirada una pluma rara. Sin avisarle al caballo, la recogió para ponerla en su sombrero y siguió cabalgando hasta llegar a un palacio.

Al verlo muy hermoso, quiso saber cómo se vivía en ese lugar y se quedó a trabajar allí, pero a la reina le cayó mal, así que trató de perjudicarlo.

 

 

 

 

Un día, le dijo al rey que el joven presumía de tener en su sombrero la pluma del pájaro más raro del mundo. De inmediato el rey lo mandó llamar.

—¿Es cierto que tienes una pluma del pájaro más raro del mundo?

—Yo no dije eso majestad —respondió el muchacho.


—Quiero tener al pájaro, debes traerlo —ordenó el rey. El muchacho fue a decirle lo sucedido a su caballo, quien respondió:

—Alzaste la pluma sin avisarme, trabajos pasarás, pero de ellos saldrás.

Salieron rumbo al monte, pues en lo más alto vivían pájaros de distintos tamaños y colores. Buscaron un rato hasta encontrar a un ave que sólo tenía una pluma, pero igual a la del sombrero. El muchacho le puso unos pedazos de pan y cuando el pájaro se acercó pudo agarrarlo para llevarlo con el rey.

   
   

 

Desde entonces, toda la gente del palacio le decía al joven Caballero de la Pluma. La reina estaba muy enojada, así que le dijo al rey:

—El Caballero de la Pluma presume de poder hallar el anillo de oro que perdí en el mar.

El monarca le ordenó al muchacho recuperar el anillo, si no, lo mandaría matar. Muy preocupado, le platicó su problema al caballo, quien exclamó:

—Trabajos pasarás, pero de ellos saldrás. Iremos al mar por el anillo.


 

Al llegar a la playa, vieron unos peces nadando.

—¿Puedo agarrarlos? —pidió permiso el joven.

—Sí, llévalos más adentro para que busquen el anillo —respondió el caballo. Los peces nadaron hasta el fondo buscándolo y por fin vieron el anillo atorado en un coral. Se
lo dieron al joven, quien regresó al palacio a entregárselo al rey.

 

 

La reina ya no sabía qué inventar. Necesitaba algo muy difícil de hacer y se le ocurrió decirle al monarca:

—El Caballero de la Pluma es un mentiroso. Dice que es capaz de hervir en una olla de agua caliente todo un día.

—Pues tendrá que hacerlo —mandó el rey.

Esta vez el joven estaba muy asustado pensando que ni siquiera el caballo podría salvarlo; sin embargo, el animal lo tranquilizó.

—Trabajos pasarás, pero de ellos saldrás. Antes de entrar a la olla, quítame la piel y póntela, así saldrás bien del agua.

—¿Y qué te va a pasar a ti? —preguntó el muchacho.

—Nada. Cuando salgas, ponme la piel y una gota de este frasco, con eso revivo.

A la mañana siguiente, el joven hizo lo que le indicó el animal y estuvo todo un día en la olla. Después, salió como si nada para revivir al caballo.


 

 

El rey creyó que era muy fácil hacer lo mismo que el muchacho.

—¿Tú te atreverías a hacerlo? —le preguntó la reina.

—Claro que sí —respondió él.

Mandó traer las pieles de varios caballos y se las puso encima antes de meterse en la olla de agua caliente. En menos de doce horas, sólo quedaban sus huesitos flotando.

La gente que vivía en el reino se quedó tan admirada de la valentía del joven, que en vez de Caballero de la Pluma, se pusieron de acuerdo para nombrarlo rey, y así se convirtió en dueño del palacio.

La reina se enojó muchísimo y prefirió irse de allí para no ver jamás al muchacho.