¿Te imaginas a un gato tan valiente como para ser capitán de un ejército? Pues ahora conocerás su historia.


El Capitán Gato

Había en un pueblo una familia muy pobre. Todo lo que tenían era un burro, un gallo, un borrego, un palomo y un gato. Como el hijo de esa familia se quería casar, el papá le dijo:

—No te preocupes por comida para la fiesta; guisamos al palomo, al gallo, al borrego y de pilón al gato, al fin que está gordo. El burro puede acarrear leña para prender el fogón, así que si quieres, mañana mismo te casas.

El gato, que estaba echado en la cocina, lo oyó todo y fue a contárselo al burro, quien dijo:

—Tengo una idea: ve a avisarles a los demás y nos escapamos en la noche.

El gato se puso de acuerdo con ellos y huyeron al anochecer. Luego de caminar mucho, llegaron a un bosque donde el gallo tropezó con una calavera de liebre.

—Vamos a guardarla, a lo mejor nos sirve para algo —dijo el gato.

Más tarde vieron una fogata y alrededor de ella a cinco lobos comiéndose a un buey asado. El gato los saludó muy decidido:

—Buenas noches ¿están cenando?

—Sí ¿no gusta un taco? —respondieron los lobos.

Al gato se le ocurrió hacer pasar a sus amigos por un ejército y contestó:

—No muchas gracias. Yo soy el Capitán Gato y junto con mis soldados acabamos de comernos diez lobos.

Aunque los lobos estaban asustados, insistieron:

—Ándele, acompáñenos con un taquito.

—Bueno, nomás para no despreciarlos —dijo el gato y se avorazó a comerse la carne.

 

—¡Cof! ¡Cof! —tosió como ahogándose—. Quiero agua, se me atoró la carne.

—Sí hay agua, pero no tenemos en qué traerla.

—¡Soldados! —llamó el gato a sus compañeros—. Traiganme mi guajito del agua.

El gallo llevó la calavera de liebre y el gato se la dio al lobo más grande, mientras le decía tose y tose:

—Aquí está el guaje para que me traigan agua.

Uno de los lobos fue al arroyo, pero por más que metía la calaverita no sacaba agua, ya que toda se escurría.

 
 

En eso, el gato gritó:

—Manden a otro lobo por agua, ¿qué no ven que me estoy ahogando?

Un lobo fue corriendo hasta el arroyo y le dijo al que trataba de llenar la calaverita:

—Apúrate, el capitán está muy enojado porque no llevas el agua.

—Es que no puedo; mira, toda se tira. Se me hace que mejor ya no regreso, no me vayan a matar.

—Yo me voy contigo.

Así, todos los lobos fueron al arroyo y al ver que no podían llevar agua, tuvieron miedo y prefirieron escaparse.



Mientras, los animales se comieron la carne. Ahora sólo les faltaba encontrar dónde dormir, así que caminaron hasta llegar a una cueva, que por cierto, era la de los lobos.

—Aquí me gusta para dormir, pero creo que tiene dueño —dijo el gato—. Yo voy a defenderlos; quiero que desde hoy me digan Capitán Gato y obedezcan mis órdenes.

—¿Qué quieres que haga? —preguntó el burro.

—Párate en la puerta —mandó el gato—. Al primero que llegue, lo muerdes del lomo y no lo sueltas hasta que te diga.

—Sí, mi capitán —dijo el burro.

—Borrego, tú ponte listo para darle topes en la cabeza a quien entre.

—Sí, mi capitán.

—Gallo y palomo, quiero que ustedes canten muy fuerte cuando alguien entre.




Poco después, los lobos llegaron a la entrada de la cueva. Al oír ruidos se dieron cuenta de que estaba ocupada, y uno de ellos se animó a asomarse. Ni lo hubiera hecho. En cuanto entró, el burro lo pescó del lomo, el borrego le daba unos topes tremendos, el gato lo arañaba, mientras el gallo y el palomo hacían mucho ruido. Así sufrió el lobo sin poderse soltar hasta que el gato gritó:

—¡Déjenlo ya!



El lobo salió corriendo y no paró hasta llegar con sus compañeros, que le preguntaron:

—¿Qué te pasó? ¿Quién estaba en la cueva?

—Era el capitán que nos mandó al agua, pero tiene muchos soldados. La cueva estaba muy oscura; cuando entré un soldado me agarró del lomo y ya no me soltó. Uno como enredado en uno cobija de lana me pegaba en la cabeza y otro me cortó con muchos cuchillos. En un rincón de la cueva, un soldado decía: "con un garrote, con un garrote" —era el palomo cantando— y uno con una vocezota gritaba: "métanlo aquí, métanlo aquí" —ése era el gallo—. Por poquito me matan, si no es porque el capitán ordenó que me soltaran, no se los estaría contando.

—¿Tanto ejército trae ese capitán? —preguntaron los lobos.

—Sí, miren cómo me dejaron.

—Pues mejor vámonos a buscar otra cueva.

Asustados, los lobos se fueron tan lejos que ya nadie los volvió a ver por ahí.

Así, el Capitán Gato se quedó a vivir en la cueva junto con sus amigos, y todos formaron un ejército para defenderse.