La que escribe es la pluma, la que dicta es el alma, la que te quiere y te ama ya sabes cómo se llama. Del cielo cayó una hiedra y en mis manos se enredó: dígame si tiene trato para enredarme yo.
Una copa de cristal hice con mis propias manos. Tú dices si la quebramos o seguimos como vamos.
Las uvas eran verdes pero el tiempo las maduró; mi corazón era libre pero una muchacha lo conquistó.