La mujer que compró un puerco

 

 

 




Un día, al barrer su casa, una mujer encontró una bolsa con dinero. Sorprendida por el hallazgo, trató de averiguar quién podía haberla dejado allí, pero nadie sabía nada.

Entonces la mujer decidió gastar ese dinero. Pero se preguntó en qué.

—Ya sé —se dijo, después de mucho pensarlo—. Me compraré un puerco.

El domingo fue al pueblo y compró un puerco blanco. Le amarró una cuerda al cuello y partió de regreso. Pero en el camino había una cerca. La mujer le dijo al puerco que brincara y éste no quiso.

—Vamos, puerco, que llegaremos tarde a casa —repetía la mujer, mas el puerco no le hacía caso alguno. Seguía quieto junto a la cerca.

La mujer lo castigó y nada. Trató de alzarlo, pero era muy pesado.

—Está bien, quédate aquí, que ya verás —dijo muy enojada la mujer. Y se dirigió hacia una casa que veía en una loma, buscando ayuda.

Se encontró un perro en el camino y le ordenó:

—Perro, muerde a mi puerco porque no quiere brincar la cerca y se me hace tarde —dijo la mujer, mas el perro no quiso ir.

Cerca de allí la mujer encontró un palo y le pidió que le pegara al perro, para que éste le ladrara al puerco. Pero tampoco el palo quiso ir.

Encontró más allá una lumbre y le mandó que quemara al palo para que éste le pegara al perro y luego el perro fuera a morder al puerco y lo hiciera saltar la cerca. La lumbre también se negó.

Entonces la mujer fue hasta donde había una cubeta de agua y le ordenó furiosa que apagara la lumbre.

Como el agua se negó, le pidió a una vaca que se aproximaba que se tomara el agua. Mas la vaca no tenía sed y no quiso.

Salió el dueño de la vaca y la mujer le pidió que matara a su vaca porque se negaba a tomar agua. Pero el hombre se rió de la mujer.

La mujer estaba cada vez más enojada. Encontró un lazo y le pidió que colgara al hombre. El lazo ni le contestó.

La mujer vio un ratón y le mandó que fuera a roer el lazo por haberse negado a colgar al hombre que se había reído de ella. El ratón se negó, moviendo los bigotes como si se burlara.

Jurando vengarse de ese ratón siguió caminando y encontró un gato. Le rogó entonces que comiera al ratón por haberse negado a roer el lazo y por burlarse de ella.

—Está bien —aceptó el gato—. Pero quiero antes un plato de leche.

La mujer fue hasta donde había otra vaca y le pidió un poco de leche.

—Te daré, pero consígueme primero zacate.

La mujer tardó como una hora en volver con el zacate.

Entonces la vaca, conforme a lo convenido, se dejó ordeñar.

Cuando tuvo la leche, la mujer corrió a dársela al gato. El gato la tomó con lentitud y después se fueron los dos en busca del ratón. El gato lo correteó y cuando ya lo tenía acorralado, le dijo que le perdonaba la vida si iba a roer el lazo.

El ratón fue hasta donde estaba el lazo y éste aceptó colgar al hombre con tal de salvarse de los dientes del ratón.

Para que no lo colgaran, el hombre cogió un cuchillo y corrió a matar a la vaca.

Al ver llegada su hora, la vaca corrió a beber el agua.

El agua, para no ser bebida, corrió a apagar la lumbre.


La lumbre, para no ser apagada, corrió a quemar al palo.

El palo, para librarse de ella, corrió detrás del perro.

Como el perro no quería ser apaleado, fue a morder al puerco.

El puerco chilló asustado y para liberarse de tal amenaza, brincó la cerca.

La mujer siguió entonces la marcha con el puerco blanco que compró. Llegó esa vez muy tarde, por todo el tiempo que le había hecho perder.

Y aquí se termina el cuento.

Cuento tradicional.

 

 

 

Puedes hacer teatro con tus amigos.

¿Quién la hará de señora? Y ¿de puerco?

¿Quiénes serán el perro, la lumbre, el palo, la cubeta de agua, la vaca, el dueño de la vaca, el lazo, el ratón, el gato, el zacate, el cuchillo y la otra vaca?